jueves, 14 de julio de 2011

LAS DOS ROSAS

            Pues esta semana me ha cundido bastante en cuanto a lectura, y me ha dado tiempo a leer la trilogía de la que os hablaba en el post sobre la Feria del Libro, Las Dos Rosas, de Sandra Worth. Bueno, de hecho, y para ser completamente sincero, me ha dado tiempo a leer completos los dos primeros volúmenes (El Ocaso de los Lancaster y El Destino de la Corona) y llevo más de la mitad del tercero, El Último Plantagenet. Como ya sé como acaba (es lo que tiene la novela histórica, que sabes que al final, el Titanic se hunde… bueno, a no ser que estés viendo Malditos Bastardos, donde todo lo posible se va a tomar por saco…), me he decidido a hacer el post, a sabiendas de que para cuando lo leáis habré terminado la trilogía, y en fin, la opinión que se puede contar, ya la tengo hecha.

            Para empezar, decir que el título que se le ha dado a la trilogía en castellano es algo errado y conduce a equívoco, ya que realmente, no trata de la Guerra de las Dos Rosas. El nombre en inglés es The Rose of York, mucho más apropiado, ya que realmente, los tres volúmenes hablan de una época tardía del conflicto (con los York ya asentados en el trono que antes habían ocupado los Lancaster) y se centran especialmente en la figura del denostado Ricardo III, uno de esos reyes que han pasado a la historia con figuras como Calígula o Nerón, convertido por Shakespeare gracias a su genial “Ricardo III”  en uno de los epítomes del rey malvado por antonomasia. Sandra Worth parte del punto opuesto al que lo hizo el Bardo Inmortal, convirtiendo a Ricardo, duque de Gloucester y último de los Plantagenet que ocuparían el trono de Inglaterra antes de la llegada de los Tudor, en el héroe de su trilogía. Ricardo se nos muestra aquí como un hombre inteligente, carente de la crueldad que el de Stratford-upon-Avon le otorga en su obra teatral, un humanista, estudioso, entregado al reino, fiel (su lema es “La Lealtad me Obliga, Loyalie me lie…”) y tremendamente enamorado de su esposa, Ana Neville, con quien vive una historia de amor de novela romántica. De hecho, en muchos momentos, la historia de amor es tan grande que empalaga bastante (bueno, o eso, o que yo para estas cosas soy bastante seto).

            En sí, la novela (la trilogía) está bastante entretenida, presenta una serie de personajes interesantes, aunque en algunos casos, escasamente esbozados, y adolece de lo que yo considero una gran falta: el desarrollo de los personajes a la hora de justificar algunos comportamientos (los enfrentamientos entre Warwick y Eduardo IV, las traiciones de Jorge de Clarence y el duque de Buckingham…). A pesar de ser una trilogía, estos cambios ocurren tan deprisa que en muchas ocasiones parece que los personajes están zumbados y son tremendamente contradictorios. Sí es muy apropiada como acercamiento a esa época fascinante que es la Inglaterra que bailaba entre la Edad Media y el Renacimiento, la Inglaterra hija de la Guerra de los Cien Años y que alumbraría la época de los Tudor. Y sobre todo, aporta una nueva visión sobre ese personaje que Shakespeare convirtió en uno de los mejores villanos de la historia y que Ian McKellen llevó a la gran pantalla en una de las mejores adaptaciones de la obra del Bardo Inmortal que se han hecho en la historia. Hay que entender que Shakespeare escribía en época de Isabel I, una Tudor, nieta de Enrique de Richmond, que se convertiría en Enrique VII tras la batalla de Bosworth, ocupando el trono de los Plantagenet, de modo que, probablemente deseoso del agradecimiento real, Shakespeare convirtió al último de los Plantagenet en un monstruo, y a Enrique Tudor (Richmond le llaman en la obra) en aquel llamado a derrotarle, pero en el proceso, el escritor creo un villano complejo, lleno de matices, convertido en auténtico protagonista de una obra en la que Enrique VII es un personaje plano, sin profundidad. Esa es la imagen que la historia ha tomado de Ricardo III, aquella que se hizo por aquellos que le habían derrotado, y Sandra Worth se pone como objetivo comenzar a cambiar esa imagen.

            Siendo héroe o villano, lo que está claro es que Ricardo III, duque de Gloucester, último Plantagenet en el trono de Inglaterra, es un personaje fascinante, y cualquier acercamiento a su figura, debería ser bien recibido.

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