lunes, 18 de junio de 2012

CANCIÓN DE HIELO Y FUEGO: VALAR MORGHULIS


                La llegada del cuervo procedente de Los Gemelos enviado por Robb Stark y Jon Nieve provocó una avalancha de movimientos en Desembarco del Rey. Daenerys y sus seguidores sabían que ya no había tiempo para buscar más ayuda, debían ponerse en movimiento hacia los Gemelos y enfrentarse al Otro que había dominado el Norte. Tyrion informó de que su padre y su hermano se reunirían en Harrenhal con las fuerzas de Daenerys, que se pusieron casi de inmediato en movimiento, mientras Desembarco del Rey quedaba en manos del único hombre en el que Daenerys confiaba tanto como para entregarle el gobierno de la ciudad: la Mano de la Reina, Lord Barristan Selmy.
                Como Tyrion había dicho, Tywin Lannister había acantonado sus fuerzas en Harrenhal. A su llegada, Fusk, Erwyn, Oweyn y Uther, que viajaban con las tropas de Daenerys, encontraron que el león dorado ondeaba en las torres de Harrenhal, algunas de las cuales Jaime Lannister había restaurado durante su dominio del antiguo castillo de Harren el Negro, pero en cuanto los hombres del castillo atisbaron a los soldados que se acercaban, el estandarte de los Targaryen se desplegó sobre la torre principal, mientras las puertas se abrían y el propio Jaime Lannister, aun llevando su capa blanca de la Guardia Real, salió para recibir a la Reina. Los criados de los Lannister se apresuraron a atender a los recién llegados, distribuyendo salas para los nobles, ayudando a los miembros de la infantería a instalarse en los patios, etc. Y mientras, Jaime llevó a Daenerys y a los más cercanos a ella a la gran sala de Harrenhal, donde Tywin Lannister había establecido lo que parecía su trono. Junto a Tywin, estaba el pequeño Tommen, jugando con figuras de madera; y Edmure Tully, recién liberado de las prisiones de los Lannister, y que se encontraba obviamente desmejorado, aunque consciente. Tommen recibió cortésmente a Daenerys, que satisfecha, lo envió a jugar con Rhaego, mientras ella se enfrentaba a Tywin. El señor de los Lannister declaró su intención de servir fielmente a la Casa Targaryen, pero Daenerys le dijo que no había olvidado lo que los Lannister habían hecho con su familia. Tywin, sin embargo, no mostró ni una pizca de arrepentimiento. En aquellos momentos, habían hecho lo que debían hacer, igual que la propia Daenerys estaba haciendo ahora. Jaime Lannister intervino para ofrecer a Daenerys su espada como Guardia Real, y Daenerys lo aceptó a regañadientes, recordándole lo que había ocurrido con Aerys Targaryen, padre de Daenerys, al que Jaime había matado. Aun así, Daenerys nombró Guardia Real a Erwyn Aesirk, tanto para que la protegiera a ella como para que vigilara a Jaime, hasta que fuera reclamado por su auténtico señor, Robb Stark. Jaime intentó acercarse a Erwyn, pero este no había olvidado las acciones del Matarreyes en Puertoescarcha. Daenerys y los suyos pasaron la noche en Harrenhal, y al día siguiente, con las fuerzas de los Lannister y los hombres de los Ríos junto a ellos, volvieron a dirigirse hacia el norte, no sin enviar antes a Tommen a Desembarco del Rey, donde permanecería como “invitado” de Barristan Selmy. Y el camino del Norte era realmente extraño. Las extrañas luces que habían aparecido algunos días atrás sobre los cielos septentrionales continuaban resplandeciendo, el viento era gélido y cubría de hielo las capas y armaduras, hasta el punto de que algunos hombres perdieron dedos o murieron por gangrena debido a la congelación. Una inmensa tormenta extendía por el cielo, y pronto caminaban casi a ciegas debido a la lluvia y las ventiscas. Un regimiento de dornienses se perdió, y nadie supo que fue de ellos, si habían desertado, o se habían perdido a causa de la tormenta. Tramos enteros del Forca Verde y el Forca Azul aparecían congelados, y Edmure Tully llamó la atención de los personajes al ver que en uno de sus tramos, el Forca Verde parecía transcurrir al revés, como si hubiera cambiado la dirección de su curso. Cuando la tormenta rompió sobre ellos, lo hizo con fuerza mortífera. Los relámpagos cayeron sobre el ejército, varios tornados aparecieron desde el cielo, arrasando a regimientos enteros. Erwyn y Uther sufrieron heridas por los tornados, pero finalmente, los hombres de Daenerys se dirigieron hacia Varamar, consiguiendo Uther rehacer varios grupos y poniéndolos a salvo dentro de los sótanos de la ciudad abandonada. Cuando la tormenta remitió, vieron que Varamar había sido prácticamente arrasada, pero decidieron continuar su camino hacia los Gemelos. Pronto, pudieron ver las dos torres en el horizonte, pero su sorpresa fue mayúscula cuando vieron que los Caminantes Blancos ponían cerco a los castillos idénticos, mientras la gran tormenta se cernía en el horizonte…
                Mientras, Rhoynar y Melisandre volaban en su dragón de sombras desde Rocadragón, sobrevolando el Valle de la Luna, y deteniéndose a descansar en el Nido de Águilas, completamente vacío por el gélido invierno que ya mordía las montañas a su alrededor. Melisandre se durmió enseguida, agotada, mientras Rhoynar recorría el castillo, encontrando provisiones, ropas de abrigo y armas. Al amanecer volvieron a volar, viendo las inmensas nubes del color del alquitrán que se cernían sobre ellos desde el Norte. El dragón se mantuvo volando sobre las nubes casi todo el camino, pero cuando bajaba bajo ellas, Rhoynar pudo ver grandes migraciones de gentes que huían de la región del Cuello, buscando refugio en el sur ante la maldad que llegaba del Norte. El dragón descendió sobre una zona pantanosa que Rhoynar pudo identificar como Atalaya de Aguasgrises, pero pronto la criatura de sombras comenzó a deshacerse a jirones, y antes de que llegaran al suelo, cayeron a plomo, aunque Rhoynar consiguió no hacerse daño en la caída. Al acercarse a Melisandre para ver cómo estaba, se sorprendió al ver que la Mujer Roja parecía haber envejecido un centenar de años. Su piel se había apergaminado, pegándose a sus huesos, sus ojos se habían velado, sus extremidades parecían débiles y quebradizas. “El Señor de Luz siempre exige algo a cambio de sus dones”, masculló Melisandre. “No puedo ir más al Norte, allí él es demasiado fuerte. Lo he visto, él llega, el Fin de Todo. Los dragones no podrán detenerle, no podrán destruirle. Despertad a Dueña de Luz, Rhoynar, debe arder de nuevo. Tres dragones, tres jinetes. Fuego, Nieve y Tormenta. Unidos por la Sangre del Dragón. Yo he llevado su carga mucho tiempo, ahora no puedo seguir, Rhoynar, debes… llevarla… tú”. Con estas últimas palabras, Melisandre se arrancó la piedra de fuego de su cuello, dejándola en manos de Rhoynar, que pudo ver como la mujer parecía consumirse repentinamente. Sus ojos se oscurecieron, su cabello se volvió negro, y luego blanco, y gritó mientras se convertía en cenizas entre los dedos de Rhoynar. Este sintió el calor que desprendía la piedra, que se ató a la muñeca. Su vista se aguzó repentinamente, y pudo ver las criaturas que se movían entre las nubes, enormes criaturas de sombras y relámpagos. Rhoynar se adentró en la antigua fortaleza de los Reed, buscando vidriagón y sintiendo una extraña sensación cuando encendió una antorcha, como si el fuego tratara de hablarle… Aunque no encontró lo que buscaba, sí encontró las estancias de Lord Howland Reed, antiguo señor de Aguasgrises, que parecía haber plasmado sus sueños verdes en las paredes de las salas, con dibujos esquemáticos y casi infantiles pero claros. El juego del d´hainu, Gwyddion y Eddard, Lady Eld abriendo las puertas de Torreblanca a los Hombres del Hierro, el nacimiento de los Tres Dragones, la caída del Muro… todo estaba allí, incluso el alzamiento del Otro (un corazón de rojo y oro envuelto en una oscuridad impenetrable), el avance de los ejércitos de los Caminantes Blancos, los Gemelos asediados, Daenerys huyendo con un niño en brazos… y una última pared, pintada completamente de grandes brochazos azules. Además, Rhoynar se dio cuenta al pasar ante un escudo bruñido de que sus ojos habían cambiado. Ahora eran rojos, como los ojos de Melisandre. Rhoynar, intrigado por las lejanas voces y visiones que evocaba el fuego de la antorcha, encendió un gran fuego en una de las chimeneas del castillo, y vio figuras entre las llamas. El Otro acercándose, el camino de fuego que conducía a los Gemelos, y la silueta de un hombre que empuñaba un arco y disparaba una flecha, mientras escuchaba en sus oídos una voz que le hablaba en alto valyrio y le decía “Dejad que la flecha vuele”. Desde la más alta de las torres de Atalaya de Aguasgrises, Rhoynar escrutó el Norte, y vio la oscuridad que se acercaba, la gran columna de sombras que era el Otro, y al mirar al Sur, vio el fuego, y un camino ardiente que conducía a los Gemelos. Finalmente, Rhoynar dejó Atalaya de Aguasgrises, y tras conseguir un caballo de una de las manadas de caballo salvajes de las tierras cercanas a la Atalaya, se puso rumbo al sur, justo a tiempo, pues las nubes cubrieron el cielo, y relámpagos de escarcha cayeron cerca de él, obligándole a mantener su montura al galope. El Otro alcanzó Atalaya de Aguasgrises, que fue completamente destruida, y Rhoynar pudo ver finalmente lo que había en el corazón de la oscuridad que era el Otro. La carcasa vacía de la que había sido Cersei Lannister.
                Los dragones de Daenerys, junto a los dothraki y los hombres de la Guardia de la Noche que, dirigidos por Jon Nieve, abrieron las puertas de los Gemelos para permitir la entrada de los recién llegados, consiguieron abrir un camino entre los Caminantes Blancos que la mayoría de los hombres de la Reina pudieron atravesar, aunque algunos se perdieron en el camino. Uther Aesirk recibió graves heridas, aunque finalmente, al igual que Fusk, Oweyn y Erwyn, consiguió atravesar las puertas antes de que dejara de ser seguro mantenerlas abiertas. En el interior de Los Gemelos, Robb Stark les recibió, y tras mostrar su respeto rápidamente a Daenerys, que quería hablar en privado con Jon Nieve, buscó a Erwyn para agradecerle todo lo que había hecho en su nombre. Uther le entregó a Robb la espada de Eddard, Hielo, y luego Robb llevó a Erwyn al interior de la torre de la orilla izquierda, contándole que Theon Greyjoy se hacía cargo de la derecha. Robb le contó lo ocurrido, su huida del Norte y cómo habían tomado los Gemelos. Lord Walder Frey había muerto pocos días antes, pero había alguien allí a quien sin duda Erwyn querría ver, y así, por fin, Erwyn se rencontró con su madre, Wanda Frey, que había sido prisionera de su propia familia desde que los Frey, los Lannister y los Bolton tomaran Puertoescarcha. No fueron los únicos encuentros, pues entre los supervivientes del norte, se encontraba Rayra Bolton, que había dirigido a los hombres de Fuerte Terror y Bastión del Miedo desde la muerte de su tío Roose Bolton, y que habían luchado junto al Joven Lobo contra los Caminantes Blancos. Rayra encontró a sus aún esposo, Fusk, y recibió las felicitaciones de Daenerys por su actuación en el norte. Además, Erwyn buscó y encontró a Ygritte, pues aunque su padre, Ulegu, había caído en Ciudadela de Torrhen, ella aún vivía.
                Tras algunas horas para descansar y comprender la situación, comenzaron las reuniones para preparar la lucha contra la Oscuridad, aunque el tiempo se acortó terriblemente cuando los toques de trompeta avisaron que alguien descendía desde el Norte. Sorprendidos, los personajes pudieron ver que se trataba de Rhoynar. De inmediato, los dragones de Daenerys volaron sobre los Caminantes Blancos al norte de los Gemelos, abriendo para Rhoynar un camino ardiente, que el antiguo maestre cruzó para adentrarse en lo Gemelos. Allí, agotado, Rhoynar contó lo que había visto. El tiempo se había acabado, el Otro estaba sobre ellos.
                De inmediato, todos en Los Gemelos se prepararon para la batalla. Los salvajes repartieron dagas y lanzas de vidriagón, y tomaron las almenas de los castillos para arrojar desde allí sus flechas. Fusk comenzó a poner a los hombres a preparar el Fuego Valyrio que habían traído desde Valyria en las murallas, mientras Daenerys dividía a los hombres en dos ejércitos: uno que lucharía contra los Caminantes Blancos y el Otro, un segundo grupo que permanecería en los Gemelos. Daenerys propuso a Tywin Lannister para que permaneciera al frente de las guarniciones del castillo, pero a instancias de Erwyn, fue Stannis quien finalmente permanecería en los castillos. Los dragones volarían, Daenerys cabalgaría sobre Drogon, y Rhoynar intentó que Vyserion le dejara montar, pero el dragón se revolvió, impidiéndoselo. Desde luego, Daenerys era el fuego de las visiones que Rhoynar había tenido, y que Fusk viera también tiempo atrás, cuando Aeron Pelomojado le convirtió en un Hombre Ahogado. Los tres unidos por la Sangre del Dragón. Jon Nieve, hijo de Rhaegar y Lyanna Stark, se convirtió en el segundo jinete, cuando tras proponerlo Rhoynar, se convirtió en el jinete de Vyserion. Y puesto que la supuesta rencarnación de Azor Ahai, Edric Tormenta, era incapaz de sujetar siquiera a Albor, y puesto que su sangre venía de la de los Targaryen (todos los Baratheon reclamaban desde mucho tiempo atrás su herencia Targaryen), podría ser el jinete del tercer dragón. Se equivocaban, y fue Daenerys quien dio con el tercer jinete. Hijo de la Tormenta y con sangre Baratheon, y por lo tanto, Targaryen… Stannis Baratheon, como Melisandre había predicho, tendría un papel en la Batalla.
                Con los dragones preparados para volar, Erwyn y Oweyn se unieron al primer contingente de soldados, y en cuanto las puertas se abrieron, los dragones arrasaron las líneas de los Otros, y el fuego valyrio arrojado por los hombres de Fusk les abrió también camino a los guerreros, permitiéndoles segar las filas de los Otros… hasta que los cielos tormentosos se agitaron, y criaturas de sombra y relámpago descendieron sobre ellos, calcinando a los hombres con sus alientos eléctricos. Daenerys, Jon y Stannis alzaron los dragones para hacer frente a las Alas de Sombras, pero se veían claramente superados, aunque parecían estar en todas partes, mientras en tierra, la columna de los jinetes se resquebrajaba. Erwyn, Oweyn y Jaime reunieron un pequeño grupo que comenzó a avanzar a duras penas hacia la columna de oscuridad que era el Otro, matando a varios Caminantes Blancos con los cuchillos de vidriagón que les habían entregado los salvajes.  Y todos recibieron una gran sorpresa y un respiro de alivio cuando Sin embargo, desde Los Gemelos, Rhoynar, Uther y Fusk se daban cuenta de que todo aquello era inútil. Si no conseguían despertar a Dueña de Luz, todos estarían acabados. Las visiones de Rhoynar y las palabras de la Arpía en el Septo de Baelor sobre que debían “apagar la Llama” le dieron a Rhoynar las últimas claves: Azor Ahai había despertado a Dueña de Luz atravesando con su espada el corazón de su esposa, Nyssa-Nyssa. Para volver a despertarla, tendrían que sacrificar a Rhaego, el hijo de Daenerys y Khal Drogo. El semental que montaría el mundo. Aturdido por sus propias ideas, Rhoynar aprovechó un breve momento de descanso en el que Daenerys y los jinetes de dragón volvieron, aprovechando la llegada de los dragones de Rocadragón, para pedirle a su hermana que buscara a Erwyn y que les llevara al castillo a Albor. Daenerys y los jinetes regresaron a la batalla, pero Fusk observó que, a pesar de todo, pronto serían barridos. La única solución era que los hombres de la guarnición que permanecían en Los Gemelos salieran también a la lucha. Tywin Lannister se resistía a esa idea, pero Fusk consiguió convencerle, alentando a los hombres a la lucha. Él mismo se preparó para la batalla, al igual que Uther, que cabalgaría junto a él. La aparición de Daenerys con Drogon les dio un respiro a Erwyn, Oweyn, Jaime y los suyos, y Erwyn le entregó a Albor, dejando la Reina la espada en manos de Rhoynar antes de regresar a la batalla. Las puertas de los Gemelos se abrieron por segunda vez, y Lord Tywin Lannister dirigió la segunda carga contra los Caminantes Blancos. Y mientras fuera luchaban, Rhoynar encontró a Rhaego en los sótanos de los gemelos. Tras alejar de él a Irri, Jhiqi y Doreah, las mujeres dothraki de Daenerys, Rhoynar le dio de beber leche de la amapola a su sobrino, sumiéndole en un sueño profundo, y llevándole a la gran hoguera que había encendido en una de las torres, desde la que llamó al Señor de Luz para que evitara que hiciera lo que tenía que hacer. Pero R´hllor no le dio respuesta alguna, así que Rhoynar buscó a Edric Tormenta. Por supuesto, el joven se negaba a acabar con la vida de un niño dormido, pero Rhoynar le convenció. Si no moría Rhaego, todos morirían. Edric, finalmente, atravesó el corazón de Rhaego con su Albor, que al instante, comenzó a brillar. Las llamas de la gran hoguera crecieron y envolvieron a Edric, que parecía una marioneta en el corazón ardiente de las llamas, como Cersei Lannister era sólo una carcasa de la Oscuridad que era el Otro. Las llamas brotaron de los Gemelos, y el propio Señor de Luz, envolviendo a Azor Ahai renacido, a Edric Tormenta, se dirigió a luchar contra su enemigo ancestral, su opositor, mientras Rhoynar se quedaba arrodillado junto a una hoguera apagada con el cuerpo muerto de Rhaego entre sus brazos.
                Con la aparición de Edric Tormenta investido con el poder de R´hllor, la batalla cambió se signo. La espada de luz de Azor Ahai atravesó la Oscuridad del Otro, que se dispersó arrastrada por las llamas. Los dragones de Rocadragón estallaron en el aire, rompiendo las nubes, destruyendo a las criaturas de sombra y permitiendo que el sol volviera a caer sobre el campo de batalla, mientras los Caminantes Blancos se convertían en cenizas heladas. Los supervivientes se miraban aún sorprendidos, y Erwyn consiguió llegar hasta el lugar donde Edric aparecía de rodillas, aún agarrado a Dueña de Luz. El niño estaba carbonizado por completo, quemado hasta el hueso por el poder del fuego del Señor de Luz. R´hllor exigía para todo un precio. Erwyn recuperó la espada, y volvió hacia Los Gemelos, ayudando a caminar a Jaime Lannister, que había resultado herido. Pero antes de que volvieran, Rhoynar decidió tomar el cuerpo de Rhaego y abandonar los Gemelos, aprovechando la confusión y dejando atrás el campo de batalla. Erwyn, Uther, Fusk y Oweyn habían sobrevivido, al igual que Robb, Theon y los tres jinetes de los dragones. Otros, como Estrella Oscura, Beric Dondarrion, o Tywin y Kevan Lannister, habían caído en la batalla. Y además, finalmente, los Hombres del Hierro de Asha Greyjoy habían llegado, ayudando a los supervivientes a volver a los castillos. Daenerys buscó a Rhaego, pero nadie sabía nada de él, ni de Rhoynar. De todas formas, la Reina de Dragones no tendría mucho tiempo para preocuparse, pues pronto los Hombres del Hierro de Asha Greyjoy darían su golpe de mano. Asha exigiría a Daenerys que se postrara ante ella. El ejército de Daenerys estaba mermado, y los Hombres del Hierro estaban frescos. Poniente estaba a sus pies. Daenerys se negó, si Asha tenía a sus Hombres del Hierro, ella aún tenía a sus dragones. Pero Asha sonrió “No tienes nada”, y en ese momento, el cuerno que habían mostrado a Fusk en Pyke sonó, y los dragones de Daenerys comenzaron a gritar. Fusk vio que en cuanto Asha hablaba, Theon Greyjoy buscaba las sombras de una de las torres de Los Gemelos, y le siguió, desapareciendo ambos en el interior de la Torre, mientras el cuerno sonaba una segunda vez, haciendo que los dragones cayeran al suelo, aplastando a quienes estaban cerca, chorreando fuego de sus hocicos y sacudiendo sus colas. Daenerys gritó, pero Jaime Lannister la impidió acercarse a lo que hubiera sido una muerte segura, sujetándola mientras Erwyn y los demás se preparaban para la que quizá fuera su última lucha. Aún cerca de los gemelos, Rhoynar escuchó el sonido del cuerno, y sintió su sangre arder. El cuerno que había escuchado bajo el mar, el cuerno que precedía a la gran inundación de su visión. Al azul que había visto Howland Reed. Pero continuó alejándose con Rhaego en brazos, hacia el Sur. Asha exigió que su hermano le fuera entregado, y buscó también a su amante, Fusk Aesirk. La reina quería a su esposo de sal. Erwyn se enfrentó a ella, atrayendo su atención mientras Theon y Fusk alcanzaban una de las terrazas de la torre, una terraza que se abría al patio. Y antes de que Asha pudiera dar la orden de que prendieran a Erwyn, Theon disparó y la flecha hizo lo que debía hacer. Voló, hundiéndose en la garganta de Asha Greyjoy, como mucho tiempo atrás, una flecha se había hundido en el cuello de Cersei Lannister, iniciando la guerra. Asha cayó, y los Hombres del Hierro se dispusieron a vengarla, pero Theon reclamó su mando. Él era un Greyjoy, el hijo de Balon, el heredero legítimo. Aplacó a los Hombres del Hierro, y con una flecha, la guerra terminó por fin.
                Daenerys lloró las muertes de los dragones, pero lloró aún más cuando Fusk le contó lo que había deducido, que Rhoynar había matado a Rhaego para despertar a Dueña de Luz. La Reina se encerró en sus habitaciones y pasó varios días allí, mientras los hombres se curaban de sus heridas y recogían a sus muertos. Un gran túmulo comenzó a alzarse en la orilla izquierda del Forca Verde, donde se enterró a todos los caídos en la batalla, independientemente de sus escudos de armas. Y allí enterró Erwyn también a Albor, en recuerdo de otras dos víctimas de las que no había restos, Rhaego y Edric. Tardaron días, pero cuando se terminó el túmulo fue como si les hubieran quitado un peso del corazón. Alguien tocó un laúd, alguien abrió un barril de vino. La fiesta no se hizo esperar. Edmure Tully, Robb Stark, Tyrion Lannister y Stannis Baratheon dieron el visto bueno a las celebraciones, y de pronto, se encontraron con una silenciosa Daenerys entre ellos. Todos guardaron silencio, pero Stannis condujo a Daenerys hacia la colina, hacia el túmulo. Y sobre el túmulo de los caídos, Stannis le entregó a Daenerys su corona, la corona que los Targaryen habían llevado durante trescientos años. Daenerys observó su alrededor, y finalmente, sobre la tumba de los hombres que habían muerto por ella y por Poniente, se ciñó la corona. Daenerys Targaryen, señora de los Ándalos, los Rhoynar y los Primeros Hombres, señora de los Siete Reinos y Reina de Poniente. El silencio era profundo, pero Fusk lo rompió, y pronto comenzaron los vítores a la nueva reina, que se retiró poco después a sus habitaciones. Robb no tardó en imitarla, mientras Erwyn brindaba con Jaime Lannister y Uther hablaba con Jon Nieve (o Jon Targaryen, como insistía en llamarle Daenerys, cuya intención era convertirle en señor de Rocadragón) sobre el destino de la Guardia de la Noche. Oweyn, sin embargo, estaba demasiado cansado para celebraciones, así que se dirigió hacia los Gemelos, y pudo ver que alguien seguía a Robb. Oweyn enseguida le reconoció, aquellas facciones eran demasiado conocidas en el Norte… Ramsay Nieve. Oweyn gritó para llamar la atención del Bastardo de Bolton, pero este consiguió apuñalar a Robb antes de que Oweyn acabara con su vergonzosa existencia de una vez por todas. Por suerte, y solo por suerte, la puñalada no había sido letal, y el señor del Norte sobreviviría.
                Poniente sufriría grandes cambios. El Norte se había abierto, el Otro había desaparecido. Los salvajes se establecerían en las tierras al norte del Agasajo, Robb Stark gobernaría Invernalia, con Erwyn Aesirk custodiando el paso de los Gemelos, y Oweyn Eld recuperando las ruinas de Torreblanca. Jon Nieve se establecería en Rocadragón, convertida la isla en nuevo centro de poder de una Guardia de la Noche que tendría que buscar nuevos objetivos ahora que el Otro había desaparecido y el Muro ya no existía. Tyrion Lannister ejercería la tutela de Tommen, cuyo compromiso de matrimonio con Sansa Stark seguiría en pie. Edmure Tully seguiría siendo el Señor de Aguasdulces, y tanto los Ríos como Roca Casterly, Bastión de Tormentas (gobernado por Stannis Baratheon) y Dorne sacarían un pedazo del Dominio, aunque Altojardín seguiría bajo el control de los Tyrell tras la traición de Asha Greyjoy, con las Islas del Hierro regidas por Theon Greyjoy. Desembarco del Rey dejaría de ser la capital del reino, pasando a ser uno más de los feudos de Rocadragón, y Daenerys regiría Poniente desde Harrenhal…
                Muchas historias, y poco tiempo para contarlas… pero aún hay espacio para una más.
                Todo Poniente duerme aún las consecuencias de demasiados días de fiesta. Muchos no saben exactamente lo que ha ocurrido, sólo que en algún lugar del Norte, una gran oscuridad ha muerto. Incluso los que no creen en esas cosas, saben que en los Gemelos se ha puesto fin a la guerra de los Cinco Reyes, la guerra que ha arrastrado Poniente a una catástrofe continuada durante los últimos dos años. Casi todos los hombres están borrachos o dormidos, y aunque los rumores dicen que la nueva reina, esa Daenerys Targaryen a la que los extranjeros llaman “Madre de Dragones” quiere poner su trono en Harrenhal, la fortaleza aún es sólo ruinas y piedras fundidas. Esas mismas historias dicen que los dragones han muerto. La Reina tenía tres dragones, aunque sus nombres no se mencionan, igual que Aegon el Conquistador había llegado a Poniente con tres dragones.
                Él conocía perfectamente el nombre de los dragones de Daenerys, incluso había volado sobre uno. Aunque parecía que de eso hacia mucho tiempo. Ahora, simplemente camina por las ruinas de Harrenhal, con un pesado fardo en sus brazos. Aunque es cierto que el fardo le pesa más en el corazón que en los brazos. Camina por la sala del trono de Harren el Negro, la sala gigantesca en la que habrían encendido cien chimeneas, y se dirige al trono que el Matarreyes había instalado allí, sin dejar de pensar que, si a Jaime Lannister le llamaban el Matarreyes… ¿cómo le llamarían a él? Realmente, tampoco le importaba demasiado.
                Caminó hacia el trono, y dejó allí el fardo, que ahora era extraordinariamente ligero. Y sobre él, una nota que había escrito días atrás, escondido en un cobertizo en algún lugar al sur de Aguasdulces. Se arrodilló ante el trono, tocó el fardo con la frente, y volvió a incorporarse, marchándose de Harrenhal tan silenciosamente como había llegado. Una parte de él quiere gritar, una parte de él quiere rezar, una parte de él quiere morir… otra parte decide simplemente ignorar todas aquellas voces y continuar caminando.
                “Hice lo que tenía que hacer, pero no pararé hasta deshacer el mal que he hecho y devolver la vida que he tomado con mis manos”, dice la nota, sabe que en algún momento llegará a la Reina. A su hermana.
                Rhoynar mira hacia atrás, y ve un pasado en el que ha llegado a ser maestre, príncipe y Targaryen, un pasado en el que ha visto con los ojos del Señor de Luz. Mira hacia delante, y no ve nada.
                Y sorprendentemente, eso le alivia.

2 comentarios:

  1. ¡¡¡PLAS, PLAS, PLAS, PLAS!!!

    Aplaudo en pie el final de una saga que recordaré toda mi vida, y sobre todo un personaje que llegó a ser uno conmigo y cuyo final trágico me acompañará siempre.

    ¡Gracias por todo Tomás!

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  2. Ha sido un auténtico placer, Rhoynar Targaryen.

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