martes, 20 de agosto de 2013

ASTURIAS: LOS LAGOS Y COVADONGA

                Como pasa el tiempo. Hace ya casi un mes que estuvimos en Asturias, y parece que fue ayer… Como ya os comenté por aquí, el viaje dio bastante de sí, y si en el primer post que dediqué a nuestro periplo asturiano me centré en Lastres y la zona en la que teníamos el hotel, hoy voy a hablaros del día que dedicamos a viajar al interior de Asturias, a los Picos de Europa y la cuenca del Río Sella.



                La mañana comenzó tempranito, como comenzaban todas en Asturias, y con un buen desayuno antes de que Marco se pusiera al volante para dirigirnos a Covadonga, donde cogeríamos el autobús que se adentra en el Parque Nacional de los Picos de Europa. Aunque salimos con tiempo, lo cierto es que finalmente llegamos justo a tiempo a coger el autobús. Y la verdad es que el camino mereció la pena. La carretera que se dirige desde Lastres a Covadonga transcurre en gran parte en paralelo al Sella, al lado de parajes boscosos y con puentes que cruzan el río y que parecen sacados de una película de aventuras… y que tiemblan mucho, mucho más de lo que parece a primera vista. Como curiosidad, deciros que en el camino se pasa por Fríes, el que debe ser uno de los pueblos más pequeños de España, apenas un par de casas y un molino abandonados en una curva de la carretera junto a una cascada.



                Cuando llegamos a Covadonga, apenas nos dio tiempo a echar un vistazo al entorno de la basílica antes de subir corriendo al autobús que sube al Parque Nacional de los Picos de Europa. La noche anterior habíamos barajado la posibilidad de subir en coche, pero finalmente la descartamos, y debo decir que fue todo un acierto. Y para todo el que lea esto, os recomiendo subir en autobús. Bueno, de hecho, en temporada alta, está prohibido subir en coche, y hay autobuses cada quince minutos, que hacen cuatro paradas en cuatro parkings diferentes en el trayecto antes de que el camino empiece a ponerse complicado. Y es que es muy complicado, muchas curvas y contracurvas al lado de grandes desfiladeros, un camino estrecho por el que en algunos puntos es imposible que entren dos coches, y el problema añadido de que se trata de una zona de pastoreo, y las vacas la dominan por completo, así, como suena. Parece ser que tienen debilidad por tumbarse en la carretera, y no creáis que se asustan porque llegue un coche, un autobús, o una docena de ellos. Así que nada, en autobús, que los conductores ya tienen experiencia y conocen el camino, y además así todo el mundo puede relajarse y disfrutar del paisaje, digno de El Señor de los Anillos. Y es que el paisaje de los Picos de Europa tiene ese “algo” mágico que parecen tener algunos lugares, y que parece ser más fácil de encontrar en Asturias. Grandes prados, árboles centenarios, grandes peñascos, y silencio, roto solo por el canto de los pájaros de vez en cuando.



                Tras unos tres cuartos de hora de camino, y después de una primera perspectiva desde la carretera del Lago Enol, uno de los dos grandes lagos del parque nacional, el autobús nos dejó en una parada donde iniciaba la ruta de senderismo. Mapa en mano, y aprovechando que estaba medio nubladito, con lo que no hacía demasiado calor, cogimos una de las “rutas cortas” (que bien está lo de pasear, pero sin excesos), que en aproximadamente hora y media te permite ver una parte llamativa del Parque Nacional, ya que la ruta transcurre entre los dos lagos, el Enol y el Ercina, dos lagos de formación glaciar y que forman parte de un paraje absolutamente encantador. Mención especial merece el Mirador del Príncipe, desde el que se puede disfrutar de una espectacular vista de un enorme prado de formación lacustre antes de continuar en dirección al lago Ercina y las “vaques” que junto a él se encuentran. La verdad es que el paseíto por Picos de Europa fue uno de los mejores momentos del viaje, a pesar de que más o menos a mitad de camino, el sol venció a las nubes, y la temperatura, hasta ese momento muy agradable, subió bastante. El caso es que volvimos al autobús a tiempo de no tener que esperar una hora, y volvimos a Covadonga, donde finalmente pudimos realizar una visita a la basílica y a la cueva antes de comer. La basílica de Covadonga es una iglesia sencilla, más llamativa en el exterior que en el interior, y sobre todo impresionante por el lugar en el que se encuentra, y no muy lejos (se puede llegar por un pasillo desde la basílica sin necesidad de subir unas terribles escaleras), está la cueva en la que, además de estar enterrado Don Pelayo, está la imagen de la Santina, la Virgen de Covadonga. Este es un lugar que respira historia, aquí fue donde el noble visigodo Don Pelayo hizo frente a los musulmanes de al-Qama, el enviado del gobernador Munuza, que dominaba la zona de Asturias desde Gijón, después de que los astures reunidos en Cangas se negaran a pagar los tributos que los musulmanes exigían. Si hablamos de Covadonga como batalla o como mera refriega, si creemos o no que ese lugar y esa batalla con el punto de nacimiento de España como tal, realmente da igual. Sea como sea, el sitio es impresionante.



                Después de comer en un merendero cercano, aún nos dio tiempo a pasar por Cangas de Onís, donde se encuentra uno de los lugares más emblemáticos de Asturias, el famoso puente romano de Cangas, del que cuelga la simbólica Cruz de la Victoria. Los romanos sabían mucho de hacer puentes, de eso no hay duda… ahora, de cruzarlos, no debían saber tanto, porque es para romperte los tobillos siete veces. Eso sí, genial la perspectiva que da del Sella, que en ese lugar cuenta con rápidos y saltos entre los árboles.



                La verdad es que el día cundió bastante, y como he comentado al principio, nos permitió disfrutar de la Asturias más mágica y verde, y absolutamente genial.


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