jueves, 1 de agosto de 2013

LOBEZNO: INMORTAL

El pasado miércoles 24 se estrenó en los cines el regreso de los mutantes a la gran pantalla: Lobezno se volvía a convertir en el protagonista de las salas de proyección, encarnado como siempre por Hugh Jackman en Lobezno: Inmortal. Y como no podía ser de otra forma, el viernes fuimos a verla, que había que comentarla después.



                Si os gustó X-Men Orígenes: Lobezno, sin duda Lobezno: Inmortal también os gustará. El estilo de película y de narrativa es el mismo, con mucha acción, guiones sencillos, buenos muy buenos y malos bastante malos. En este caso, se ha intentado llevar a la pantalla algo parecido a una adaptación de aquella saga que se convirtió en un punto de inflexión para el personaje, Lobezno: Honor, de Chris Claremont y Frank Miller, pero claro, simplificando muchísimo la trama y quitándole mucho de la oscuridad que transmitía aquella saga de colores oscuros y ninjas por doquier. En Inmortal, el vínculo de Logan con Japón viene de un viejo conocido, Yashida, al que conoce durante la Segunda Guerra Mundial en un campo de prisioneros cercano a Nagasaki y al que salva la vida. Situada tras los sucesos de X-Men 3, Inmortal nos trae a un Lobezno que continúa enamorado y soñando con la difunta Jean Grey, encarnada de nuevo por Famke Jansen, y más recurrente que Jor-El en El Hombre de Acero, apartado del mundo en Yukón y con pocas ganas de ser un héroe. Allí acude a buscarlo Yukio (mucho menos salvaje que en los cómics, y con poderes precognoscitivos, no sé si es que se quieren ahorrar a Destino en la próxima peli…), pues su viejo amigo, Yashida, está enfermo y a punto de morir, y quiere despedirse de él.
                Así comienza la historia, con Lobezno llegando a Japón para encontrarse con que su viejo amigo, ahora moribundo, es la cabeza de una de las mayores empresas de Japón, que ahora heredará su nieta, Mariko (amiga íntima de Yukio), pese a las objeciones del padre de esta, Shingen, que desea el control para sí mismo. Las cosas se complican cuando la Yakuza trata de hacerse con Mariko (prometida al ministro de justicia japonés), descubrimos que la doctora que trata al viejo Yashida es ni más ni menos que la versión peliculera de Víbora (convertida en genetista mutante capaz de desarrollar sus propios venenos), y que hay un viejo noviete de Mariko, Harada, que va de arquero por la ciudad y que pertenece a un antiguo grupo al servicio del Clan Yashida, el Clan Negro (o sea, la Mano, lo que pasa que el nombre se lo quedaron en Elektra…). Como podéis ver con sólo este resumen, hay muchas cosas que diferencian la peli de los cómics: Víbora es mutante y no lidera Hydra, Kenuichio Harada ni es el Samurái de Plata (que aparece, pero como una especie de robot) ni es el hermanastro de Mariko, Fuego Solar (primo de Mariko) no tiene ni un pequeño cameo… Los tratos del Clan Yashida con las mafias japonesas están muy diluidos, y Mariko tiene muchísima menos fuerza que en los cómics (se plantea mucho más moderna, pero también menos interesante, aunque debo decir que la actriz, Tao Okamoto, me parece una de las actrices orientales más guapas que he visto en el cine). El desarrollo de la película es un poco previsible, sin grandes sorpresas (ni siquiera la sorpresa final es sorpresa del todo, basta con escuchar un poco para adivinarlo), y no pasa de palomitera…

                Pero eso sí… la escena del final de los créditos merece por sí misma el precio de la película… 

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