Corre el año 1473, y Transilvania se encuentra en una guerra abierta en dos frentes. Por un lado, los turcos han dominado buena parte del sureste de Europa, y ya han lanzado diferentes ataques al interior de Moldavia, Valaquia y Transilvania. Por otro lado, la Revuelta Anarquista continúa amenazando a los Príncipes locales, algunos de los cuales, como Nova Arpad, antigua enemiga de los personajes, se ha visto obligada a huir de Medias y refugiarse en Ceoris, o simplemente, han sido destruidos. En estos años, Pier Francesco Orsini se ha convertido en Príncipe de la pequeña ciudad de Sebes, Raquel bar-Seraph ha recuperado su dominio de Brasov para los Tremere, y Antoine Henri ha abandonado Alba Iulia para desplazarse a Budapest, donde se ha convertido en Primogénito Toreador para el Príncipe Ventrue Vencel Rikard. La Alianza de los Clanes, promovida por el Ventrue Hardestadt, y que se conoce como “Camarilla”, comienza a tener influencia en Europa, y parece haberse convertido en la última esperanza para derrotar a los Anarquistas. Y un nombre ha saltado a la palestra en los últimos años, convirtiéndose en la última esperanza de Europa contra los Turcos, y en el que parece destinado a recuperar Constantinopla, caída en manos de Mehmed II. Ese nombre es Vlad Drácula, un descendiente de la familia Basarab y cuyo nombre recorre Europa del Este ligado a la infamia y la leyenda negra, conocido como “Tepesh”, el Empalador.
Y en esta tesitura, los personajes son convocados por un viejo aliado, el Conde Radu de Bistria, que les llama para que acudan al castillo que ellos mismo construyeran tantos años atrás, Castillo Birkau, en lo que se había llamado el Paso de Tihuta. Allí, tras conversar con ellos de forma amable y confesar que está cercado por los Anarquistas, Radu les cuenta que hay un gran debate entre los diferentes knezatos Tzimisce sobre el destino de Drácula. Unos quieren Abrazarle, otros, destruirle. El Príncipe Otto de Sibiu ha convocado una reunión en su dominio para que los Cainitas locales puedan presentar ante la sociedad a sus mortales elegidos, y un grupo de Tzimisce dirigidos por Noritz, el Corruptor de Legiones, va a llevar al Hijo del Dragón a la reunión. Radu, que representa a los Tzimisce Occidentales, quiere reclamar en nombre de los suyos a Drácula, y para ello, solicita a los personajes que acudan a Sibiu y convenzan al Empalador de que vuelva con ellos a Bistria. Para cuando regresen, los Tzimisce Occidentales ya habrán decidido qué hacer con Vlad Drácula, si darle el Abrazo o la Muerte. Tras asegurarse Pier Francesco (que había apoyado a los enemigos de Drácula, los Danesti) y Antoine Henri un voto en la decisión final sobre la vida de Drácula; y conseguir Raquel un salvoconducto que asegurase su supervivencia en las tierras de los Tzimisce; aceptarían y se pondrían en camino hacia Sibiu.
En el camino, comprobarían los resultados de la Revuelta Anarquista, pero finalmente llegarían a Sibiu, donde serían recibidos por el Príncipe Otto de Sibiu que les conduciría a la fiesta que había convocado. Los personajes enseguida se darían cuenta de que se encontraban dentro de una situación explosiva. Un Matusalén Ventrue, llamado Dominus había acudido, Nova Arpad estaba allí junto a los Tremere Celestyn y Malgorzata… y por otro lado, Noritz el Corruptor se rodeaba de diversos Tzimisce, con muchas cuentas que saldar con los Tremere. En medio, otros invitados, como Anatole y Lucita, la monstruosa Nosferatu Gutka, el arquitecto Zelios o la Toreador Arianne se mueven en un ambiente cargado de tensión. Pier Francesco, Raquel y Antoine se introdujeron en la dinámica de la fiesta, hasta que Pier Francesco consiguió hacer la oferta de Radu a Drácula, siempre protegido por Noritz y los suyos. Y en ese momento, la fiesta fue interrumpida por el asalto de un grupo de anarquistas que habían burlado las exiguas defensas del Príncipe de Sibiu. Aunque consiguieron alcanzar a Raquel, que quedó en Letargo, los presentes enseguida se hicieron con el dominio de la fiesta, destruyendo a los Anarquistas, pero no mucho después, y tras la sospechosa desaparición del Príncipe Otto, Dominus anunció que el castillo estaba ardiendo.
Gracias a la Obtenebración de Pier Francesco, los personajes consiguieron salir ilesos, llevando con ellos a Drácula, y enseguida se pusieron rumbo de vuelta a Bistria… donde les esperaba una sorpresa. Un Matusalén Tzimisce, Yorak, señor de la Catedral de la Carne, había reclamado el destino de Drácula, por lo que los Tzimisce Occidentales ya no podían decidir su destino. Radu pidió a los personajes que escoltaran a Drácula hasta la Catedral, y esperando poder asistir a la destrucción del voivoda, estos accedieron. Sin embargo, cuando llegaron a la Catedral de la Carne, en Deva, al sur de Transilvania, Raquel decidió no entrar en el templo de los Metamorfosistas Tzimisce, así que serían Antoine y Pier Francesco los que acompañarían a un desafiante Drácula al interior de la Catedral. Se trataba de una construcción subterránea, un siniestro lugar con las paredes cubiertas de carne, a la que durante milenios, el Cuarta Yorak había sacrificado a miles de personas, unidas en un gelstat que llenaba de órganos y venas pulsantes las paredes y los suelos de la Catedral, habitada por extrañas criaturas obras de la Vicisitud del Antiguo. La situación sobrepasaría a Antoine, que caería en Frenesí, lanzándose sobre las paredes y la sangre que transportaban y estando a punto de quedar absorbido por la propia Catedral; pero Pier Francesco continuaría adelante, llegando junto a Drácula a la sala de Yorak, una criatura extraña y alienígena que tomaría ante sus ojos, en el auténtico corazón pulsante de la Catedral de la Carne, la forma de un anciano, que convocó a Drácula. Antoine consiguió deshacerse del abrazo de la Catedral y llegar a la sala a tiempo de ver como Yorak comenzaba a tomar la sangre de Drácula…
Y en ese momento, sintiendo la indomable voluntad de aquel mortal, la Catedral se revolvió contra su señor. Decenas de bocas llenas de colmillos aparecieron en tentáculos y probóscides que se adhirieron a Yorak, y la Catedral comenzó a diablerizar a su creador, mientras los pasillos se inundaban de bilis y las contracciones paroxísticas sacudían los pasillos, expulsando a los personajes a través de puertas que se cerraban tras ellos como esfínteres, hasta ser expulsados de la Catedral. Un terremoto sacudió la región, mientras Tiberiu, el mensajero de Radu, aterrorizado por lo que veía, caía de rodillas musitando el nombre del Dios-Demonio Kupala. Los personajes volvieron a Bistria, para informar a Radu de lo que había ocurrido, y allí, recibieron una carta sellada con el signo del Hijo del Dragón, en las que les daba las gracias por ayudarle a sobrevivir, y les decía que, si en algún momento decidía unirse a los Cainitas, sería cuando él quisiera, y bajo sus propias condiciones…
¡Habéis conocido a Drácula! Que envidia...
ResponderEliminar