jueves, 16 de enero de 2014

INOCENTES

En términos roleros, soy un Old School en toda regla. Llegué al mundo de los juegos de rol con El Señor de los Anillos, he jugado las versiones clásicas de este juego, de Cthulhu, Star Wars, Pendragón, Paranoia o Dragones y Mazmorras (por supuesto). Siempre he creído (y sigo creyendo) que el clímax de los juegos de rol se consiguió con la aparición del sistema de Mundo de Tinieblas de White Wolf, y como consecuencia, la época de oro del rol, siempre para mí, terminó cuando apareció el Mundo de Tinieblas 2.0. Desde entonces, me he alejado un poquito del panorama rolero, y aunque sí que he echado un ojo e incluso dirigido campañas de juegos más nuevos (Mundodisco y Juego de Tronos), lo cierto es que me sentía muy anclado a la Vieja Escuela.



                Pero siempre hay tiempo de abrir horizontes, y eso es lo que creo que ha llegado el momento de hacer; y ha tocado hacerlo con el juego que os traigo hoy: Los Inocentes, editado por la compañía nosolorol, y que ha llegado a mis manos como regalo navideño adelantado por parte de Marco. Llegamos al catálogo on-line de nosolorol casi de rebote, aquello de “por mirar”, y lo cierto es que hay varias cosas que nos llamaron la atención, pero probablemente la que más fuera este juego, por su temática de terror (que siempre es un punto a favor), y también por la perspectiva que se toma para ello: la de los niños.
                Los Inocentes llega como un juego en el que el sistema es muy fácil, cayendo todo el peso en el lado narrativo e interpretativo, ya que ni siquiera hay dados, y sin dados, no hay sitio para el azar en el juego. Lo único que limita las acciones de los jugadores y el narrador son las “tabas”, que representan sus puntos de habilidad, que gastan a voluntad y que pueden ser representados por cualquier cosa de colores, desde marcas en un papel a (mi preferida) lacasitos. Y la premisa en la que se basa la narración es ciertamente genial. Con nuestro bagaje cultural y de experiencia, los adultos parecemos haber dejado a un lado nuestros propios miedos, y todo se rige por normas estables de lo que puede y no puede ser. Un niño no tiene ni el bagaje, ni la experiencia, ni un sistema de normas. Si un montón de toallas en la oscuridad tiene la forma de un monstruo, es un monstruo. Y eso es lo que Los Inocentes explota: la versatilidad de los miedos infantiles. La imaginación del niño, su “inocencia”, es su gran poder, y actúa en su favor, pero también en su contra. Por eso, los jugadores de Los Inocentes tienen que hace frente a los miedos más infantiles, y entre los monstruos que pueden aparecer, nos encontramos criaturas tan tradicionales como El Hombre del Saco o el mismísimo Coco.

                Los Inocentes se convierte con todo esto en un juego muy interesante, con grandes posibilidades a poco que el Maestro le eche un poco de imaginación y los Niños, un poco de esfuerzo. Evidentemente… ya os contaré qué tal es jugarlo.

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