La
llegada del cuervo procedente de Los Gemelos enviado por Robb Stark y Jon Nieve
provocó una avalancha de movimientos en Desembarco del Rey. Daenerys y sus
seguidores sabían que ya no había tiempo para buscar más ayuda, debían ponerse
en movimiento hacia los Gemelos y enfrentarse al Otro que había dominado el
Norte. Tyrion informó de que su padre y su hermano se reunirían en Harrenhal
con las fuerzas de Daenerys, que se pusieron casi de inmediato en movimiento,
mientras Desembarco del Rey quedaba en manos del único hombre en el que
Daenerys confiaba tanto como para entregarle el gobierno de la ciudad: la Mano
de la Reina, Lord Barristan Selmy.
Como
Tyrion había dicho, Tywin Lannister había acantonado sus fuerzas en Harrenhal.
A su llegada, Fusk, Erwyn, Oweyn y Uther, que viajaban con las tropas de
Daenerys, encontraron que el león dorado ondeaba en las torres de Harrenhal,
algunas de las cuales Jaime Lannister había restaurado durante su dominio del
antiguo castillo de Harren el Negro, pero en cuanto los hombres del castillo
atisbaron a los soldados que se acercaban, el estandarte de los Targaryen se
desplegó sobre la torre principal, mientras las puertas se abrían y el propio
Jaime Lannister, aun llevando su capa blanca de la Guardia Real, salió para recibir
a la Reina. Los criados de los Lannister se apresuraron a atender a los recién
llegados, distribuyendo salas para los nobles, ayudando a los miembros de la
infantería a instalarse en los patios, etc. Y mientras, Jaime llevó a Daenerys
y a los más cercanos a ella a la gran sala de Harrenhal, donde Tywin Lannister
había establecido lo que parecía su trono. Junto a Tywin, estaba el pequeño
Tommen, jugando con figuras de madera; y Edmure Tully, recién liberado de las
prisiones de los Lannister, y que se encontraba obviamente desmejorado, aunque
consciente. Tommen recibió cortésmente a Daenerys, que satisfecha, lo envió a
jugar con Rhaego, mientras ella se enfrentaba a Tywin. El señor de los
Lannister declaró su intención de servir fielmente a la Casa Targaryen, pero
Daenerys le dijo que no había olvidado lo que los Lannister habían hecho con su
familia. Tywin, sin embargo, no mostró ni una pizca de arrepentimiento. En
aquellos momentos, habían hecho lo que debían hacer, igual que la propia
Daenerys estaba haciendo ahora. Jaime Lannister intervino para ofrecer a
Daenerys su espada como Guardia Real, y Daenerys lo aceptó a regañadientes,
recordándole lo que había ocurrido con Aerys Targaryen, padre de Daenerys, al
que Jaime había matado. Aun así, Daenerys nombró Guardia Real a Erwyn Aesirk,
tanto para que la protegiera a ella como para que vigilara a Jaime, hasta que
fuera reclamado por su auténtico señor, Robb Stark. Jaime intentó acercarse a
Erwyn, pero este no había olvidado las acciones del Matarreyes en Puertoescarcha.
Daenerys y los suyos pasaron la noche en Harrenhal, y al día siguiente, con las
fuerzas de los Lannister y los hombres de los Ríos junto a ellos, volvieron a
dirigirse hacia el norte, no sin enviar antes a Tommen a Desembarco del Rey,
donde permanecería como “invitado” de Barristan Selmy. Y el camino del Norte
era realmente extraño. Las extrañas luces que habían aparecido algunos días
atrás sobre los cielos septentrionales continuaban resplandeciendo, el viento
era gélido y cubría de hielo las capas y armaduras, hasta el punto de que
algunos hombres perdieron dedos o murieron por gangrena debido a la
congelación. Una inmensa tormenta extendía por el cielo, y pronto caminaban
casi a ciegas debido a la lluvia y las ventiscas. Un regimiento de dornienses
se perdió, y nadie supo que fue de ellos, si habían desertado, o se habían
perdido a causa de la tormenta. Tramos enteros del Forca Verde y el Forca Azul
aparecían congelados, y Edmure Tully llamó la atención de los personajes al ver
que en uno de sus tramos, el Forca Verde parecía transcurrir al revés, como si
hubiera cambiado la dirección de su curso. Cuando la tormenta rompió sobre
ellos, lo hizo con fuerza mortífera. Los relámpagos cayeron sobre el ejército,
varios tornados aparecieron desde el cielo, arrasando a regimientos enteros.
Erwyn y Uther sufrieron heridas por los tornados, pero finalmente, los hombres
de Daenerys se dirigieron hacia Varamar, consiguiendo Uther rehacer varios
grupos y poniéndolos a salvo dentro de los sótanos de la ciudad abandonada.
Cuando la tormenta remitió, vieron que Varamar había sido prácticamente
arrasada, pero decidieron continuar su camino hacia los Gemelos. Pronto,
pudieron ver las dos torres en el horizonte, pero su sorpresa fue mayúscula
cuando vieron que los Caminantes Blancos ponían cerco a los castillos
idénticos, mientras la gran tormenta se cernía en el horizonte…
Mientras,
Rhoynar y Melisandre volaban en su dragón de sombras desde Rocadragón,
sobrevolando el Valle de la Luna, y deteniéndose a descansar en el Nido de
Águilas, completamente vacío por el gélido invierno que ya mordía las montañas
a su alrededor. Melisandre se durmió enseguida, agotada, mientras Rhoynar
recorría el castillo, encontrando provisiones, ropas de abrigo y armas. Al
amanecer volvieron a volar, viendo las inmensas nubes del color del alquitrán
que se cernían sobre ellos desde el Norte. El dragón se mantuvo volando sobre
las nubes casi todo el camino, pero cuando bajaba bajo ellas, Rhoynar pudo ver
grandes migraciones de gentes que huían de la región del Cuello, buscando
refugio en el sur ante la maldad que llegaba del Norte. El dragón descendió
sobre una zona pantanosa que Rhoynar pudo identificar como Atalaya de
Aguasgrises, pero pronto la criatura de sombras comenzó a deshacerse a jirones,
y antes de que llegaran al suelo, cayeron a plomo, aunque Rhoynar consiguió no
hacerse daño en la caída. Al acercarse a Melisandre para ver cómo estaba, se
sorprendió al ver que la Mujer Roja parecía haber envejecido un centenar de
años. Su piel se había apergaminado, pegándose a sus huesos, sus ojos se habían
velado, sus extremidades parecían débiles y quebradizas. “El Señor de Luz
siempre exige algo a cambio de sus dones”, masculló Melisandre. “No puedo ir
más al Norte, allí él es demasiado fuerte. Lo he visto, él llega, el Fin de
Todo. Los dragones no podrán detenerle, no podrán destruirle. Despertad a Dueña
de Luz, Rhoynar, debe arder de nuevo. Tres dragones, tres jinetes. Fuego, Nieve
y Tormenta. Unidos por la Sangre del Dragón. Yo he llevado su carga mucho
tiempo, ahora no puedo seguir, Rhoynar, debes… llevarla… tú”. Con estas últimas
palabras, Melisandre se arrancó la piedra de fuego de su cuello, dejándola en
manos de Rhoynar, que pudo ver como la mujer parecía consumirse repentinamente.
Sus ojos se oscurecieron, su cabello se volvió negro, y luego blanco, y gritó
mientras se convertía en cenizas entre los dedos de Rhoynar. Este sintió el
calor que desprendía la piedra, que se ató a la muñeca. Su vista se aguzó
repentinamente, y pudo ver las criaturas que se movían entre las nubes, enormes
criaturas de sombras y relámpagos. Rhoynar se adentró en la antigua fortaleza
de los Reed, buscando vidriagón y sintiendo una extraña sensación cuando
encendió una antorcha, como si el fuego tratara de hablarle… Aunque no encontró
lo que buscaba, sí encontró las estancias de Lord Howland Reed, antiguo señor
de Aguasgrises, que parecía haber plasmado sus sueños verdes en las paredes de
las salas, con dibujos esquemáticos y casi infantiles pero claros. El juego del
d´hainu, Gwyddion y Eddard, Lady Eld abriendo las puertas de Torreblanca a los
Hombres del Hierro, el nacimiento de los Tres Dragones, la caída del Muro… todo
estaba allí, incluso el alzamiento del Otro (un corazón de rojo y oro envuelto
en una oscuridad impenetrable), el avance de los ejércitos de los Caminantes
Blancos, los Gemelos asediados, Daenerys huyendo con un niño en brazos… y una
última pared, pintada completamente de grandes brochazos azules. Además,
Rhoynar se dio cuenta al pasar ante un escudo bruñido de que sus ojos habían
cambiado. Ahora eran rojos, como los ojos de Melisandre. Rhoynar, intrigado por
las lejanas voces y visiones que evocaba el fuego de la antorcha, encendió un
gran fuego en una de las chimeneas del castillo, y vio figuras entre las
llamas. El Otro acercándose, el camino de fuego que conducía a los Gemelos, y
la silueta de un hombre que empuñaba un arco y disparaba una flecha, mientras
escuchaba en sus oídos una voz que le hablaba en alto valyrio y le decía “Dejad
que la flecha vuele”. Desde la más alta de las torres de Atalaya de
Aguasgrises, Rhoynar escrutó el Norte, y vio la oscuridad que se acercaba, la
gran columna de sombras que era el Otro, y al mirar al Sur, vio el fuego, y un
camino ardiente que conducía a los Gemelos. Finalmente, Rhoynar dejó Atalaya de
Aguasgrises, y tras conseguir un caballo de una de las manadas de caballo
salvajes de las tierras cercanas a la Atalaya, se puso rumbo al sur, justo a
tiempo, pues las nubes cubrieron el cielo, y relámpagos de escarcha cayeron
cerca de él, obligándole a mantener su montura al galope. El Otro alcanzó
Atalaya de Aguasgrises, que fue completamente destruida, y Rhoynar pudo ver
finalmente lo que había en el corazón de la oscuridad que era el Otro. La
carcasa vacía de la que había sido Cersei Lannister.
Los
dragones de Daenerys, junto a los dothraki y los hombres de la Guardia de la
Noche que, dirigidos por Jon Nieve, abrieron las puertas de los Gemelos para
permitir la entrada de los recién llegados, consiguieron abrir un camino entre
los Caminantes Blancos que la mayoría de los hombres de la Reina pudieron
atravesar, aunque algunos se perdieron en el camino. Uther Aesirk recibió
graves heridas, aunque finalmente, al igual que Fusk, Oweyn y Erwyn, consiguió
atravesar las puertas antes de que dejara de ser seguro mantenerlas abiertas.
En el interior de Los Gemelos, Robb Stark les recibió, y tras mostrar su
respeto rápidamente a Daenerys, que quería hablar en privado con Jon Nieve,
buscó a Erwyn para agradecerle todo lo que había hecho en su nombre. Uther le
entregó a Robb la espada de Eddard, Hielo,
y luego Robb llevó a Erwyn al interior de la torre de la orilla izquierda,
contándole que Theon Greyjoy se hacía cargo de la derecha. Robb le contó lo
ocurrido, su huida del Norte y cómo habían tomado los Gemelos. Lord Walder Frey
había muerto pocos días antes, pero había alguien allí a quien sin duda Erwyn
querría ver, y así, por fin, Erwyn se rencontró con su madre, Wanda Frey, que
había sido prisionera de su propia familia desde que los Frey, los Lannister y
los Bolton tomaran Puertoescarcha. No fueron los únicos encuentros, pues entre
los supervivientes del norte, se encontraba Rayra Bolton, que había dirigido a
los hombres de Fuerte Terror y Bastión del Miedo desde la muerte de su tío
Roose Bolton, y que habían luchado junto al Joven Lobo contra los Caminantes
Blancos. Rayra encontró a sus aún esposo, Fusk, y recibió las felicitaciones de
Daenerys por su actuación en el norte. Además, Erwyn buscó y encontró a
Ygritte, pues aunque su padre, Ulegu, había caído en Ciudadela de Torrhen, ella
aún vivía.
Tras
algunas horas para descansar y comprender la situación, comenzaron las
reuniones para preparar la lucha contra la Oscuridad, aunque el tiempo se
acortó terriblemente cuando los toques de trompeta avisaron que alguien
descendía desde el Norte. Sorprendidos, los personajes pudieron ver que se
trataba de Rhoynar. De inmediato, los dragones de Daenerys volaron sobre los
Caminantes Blancos al norte de los Gemelos, abriendo para Rhoynar un camino
ardiente, que el antiguo maestre cruzó para adentrarse en lo Gemelos. Allí,
agotado, Rhoynar contó lo que había visto. El tiempo se había acabado, el Otro
estaba sobre ellos.
De
inmediato, todos en Los Gemelos se prepararon para la batalla. Los salvajes
repartieron dagas y lanzas de vidriagón, y tomaron las almenas de los castillos
para arrojar desde allí sus flechas. Fusk comenzó a poner a los hombres a
preparar el Fuego Valyrio que habían traído desde Valyria en las murallas,
mientras Daenerys dividía a los hombres en dos ejércitos: uno que lucharía
contra los Caminantes Blancos y el Otro, un segundo grupo que permanecería en
los Gemelos. Daenerys propuso a Tywin Lannister para que permaneciera al frente
de las guarniciones del castillo, pero a instancias de Erwyn, fue Stannis quien
finalmente permanecería en los castillos. Los dragones volarían, Daenerys
cabalgaría sobre Drogon, y Rhoynar intentó que Vyserion le dejara montar, pero
el dragón se revolvió, impidiéndoselo. Desde luego, Daenerys era el fuego de
las visiones que Rhoynar había tenido, y que Fusk viera también tiempo atrás,
cuando Aeron Pelomojado le convirtió en un Hombre Ahogado. Los tres unidos por
la Sangre del Dragón. Jon Nieve, hijo de Rhaegar y Lyanna Stark, se convirtió
en el segundo jinete, cuando tras proponerlo Rhoynar, se convirtió en el jinete
de Vyserion. Y puesto que la supuesta rencarnación de Azor Ahai, Edric
Tormenta, era incapaz de sujetar siquiera a Albor,
y puesto que su sangre venía de la de los Targaryen (todos los Baratheon
reclamaban desde mucho tiempo atrás su herencia Targaryen), podría ser el
jinete del tercer dragón. Se equivocaban, y fue Daenerys quien dio con el
tercer jinete. Hijo de la Tormenta y con sangre Baratheon, y por lo tanto,
Targaryen… Stannis Baratheon, como Melisandre había predicho, tendría un papel
en la Batalla.
Con
los dragones preparados para volar, Erwyn y Oweyn se unieron al primer
contingente de soldados, y en cuanto las puertas se abrieron, los dragones
arrasaron las líneas de los Otros, y el fuego valyrio arrojado por los hombres
de Fusk les abrió también camino a los guerreros, permitiéndoles segar las
filas de los Otros… hasta que los cielos tormentosos se agitaron, y criaturas
de sombra y relámpago descendieron sobre ellos, calcinando a los hombres con
sus alientos eléctricos. Daenerys, Jon y Stannis alzaron los dragones para
hacer frente a las Alas de Sombras, pero se veían claramente superados, aunque
parecían estar en todas partes, mientras en tierra, la columna de los jinetes se
resquebrajaba. Erwyn, Oweyn y Jaime reunieron un pequeño grupo que comenzó a
avanzar a duras penas hacia la columna de oscuridad que era el Otro, matando a
varios Caminantes Blancos con los cuchillos de vidriagón que les habían
entregado los salvajes. Y todos
recibieron una gran sorpresa y un respiro de alivio cuando Sin embargo, desde
Los Gemelos, Rhoynar, Uther y Fusk se daban cuenta de que todo aquello era
inútil. Si no conseguían despertar a Dueña
de Luz, todos estarían acabados. Las visiones de Rhoynar y las palabras de
la Arpía en el Septo de Baelor sobre que debían “apagar la Llama” le dieron a
Rhoynar las últimas claves: Azor Ahai había despertado a Dueña de Luz atravesando con su espada el corazón de su esposa,
Nyssa-Nyssa. Para volver a despertarla, tendrían que sacrificar a Rhaego, el
hijo de Daenerys y Khal Drogo. El semental que montaría el mundo. Aturdido por
sus propias ideas, Rhoynar aprovechó un breve momento de descanso en el que
Daenerys y los jinetes de dragón volvieron, aprovechando la llegada de los
dragones de Rocadragón, para pedirle a su hermana que buscara a Erwyn y que les
llevara al castillo a Albor. Daenerys
y los jinetes regresaron a la batalla, pero Fusk observó que, a pesar de todo,
pronto serían barridos. La única solución era que los hombres de la guarnición
que permanecían en Los Gemelos salieran también a la lucha. Tywin Lannister se
resistía a esa idea, pero Fusk consiguió convencerle, alentando a los hombres a
la lucha. Él mismo se preparó para la batalla, al igual que Uther, que
cabalgaría junto a él. La aparición de Daenerys con Drogon les dio un respiro a
Erwyn, Oweyn, Jaime y los suyos, y Erwyn le entregó a Albor, dejando la Reina la espada en manos de Rhoynar antes de
regresar a la batalla. Las puertas de los Gemelos se abrieron por segunda vez,
y Lord Tywin Lannister dirigió la segunda carga contra los Caminantes Blancos.
Y mientras fuera luchaban, Rhoynar encontró a Rhaego en los sótanos de los
gemelos. Tras alejar de él a Irri, Jhiqi y Doreah, las mujeres dothraki de
Daenerys, Rhoynar le dio de beber leche de la amapola a su sobrino, sumiéndole
en un sueño profundo, y llevándole a la gran hoguera que había encendido en una
de las torres, desde la que llamó al Señor de Luz para que evitara que hiciera
lo que tenía que hacer. Pero R´hllor no le dio respuesta alguna, así que
Rhoynar buscó a Edric Tormenta. Por supuesto, el joven se negaba a acabar con
la vida de un niño dormido, pero Rhoynar le convenció. Si no moría Rhaego,
todos morirían. Edric, finalmente, atravesó el corazón de Rhaego con su Albor, que al instante, comenzó a
brillar. Las llamas de la gran hoguera crecieron y envolvieron a Edric, que
parecía una marioneta en el corazón ardiente de las llamas, como Cersei
Lannister era sólo una carcasa de la Oscuridad que era el Otro. Las llamas
brotaron de los Gemelos, y el propio Señor de Luz, envolviendo a Azor Ahai
renacido, a Edric Tormenta, se dirigió a luchar contra su enemigo ancestral, su
opositor, mientras Rhoynar se quedaba arrodillado junto a una hoguera apagada
con el cuerpo muerto de Rhaego entre sus brazos.
Con
la aparición de Edric Tormenta investido con el poder de R´hllor, la batalla
cambió se signo. La espada de luz de Azor Ahai atravesó la Oscuridad del Otro,
que se dispersó arrastrada por las llamas. Los dragones de Rocadragón
estallaron en el aire, rompiendo las nubes, destruyendo a las criaturas de
sombra y permitiendo que el sol volviera a caer sobre el campo de batalla,
mientras los Caminantes Blancos se convertían en cenizas heladas. Los supervivientes
se miraban aún sorprendidos, y Erwyn consiguió llegar hasta el lugar donde
Edric aparecía de rodillas, aún agarrado a Dueña
de Luz. El niño estaba carbonizado por completo, quemado hasta el hueso por
el poder del fuego del Señor de Luz. R´hllor exigía para todo un precio. Erwyn
recuperó la espada, y volvió hacia Los Gemelos, ayudando a caminar a Jaime
Lannister, que había resultado herido. Pero antes de que volvieran, Rhoynar
decidió tomar el cuerpo de Rhaego y abandonar los Gemelos, aprovechando la
confusión y dejando atrás el campo de batalla. Erwyn, Uther, Fusk y Oweyn
habían sobrevivido, al igual que Robb, Theon y los tres jinetes de los
dragones. Otros, como Estrella Oscura, Beric Dondarrion, o Tywin y Kevan
Lannister, habían caído en la batalla. Y además, finalmente, los Hombres del
Hierro de Asha Greyjoy habían llegado, ayudando a los supervivientes a volver a
los castillos. Daenerys buscó a Rhaego, pero nadie sabía nada de él, ni de
Rhoynar. De todas formas, la Reina de Dragones no tendría mucho tiempo para
preocuparse, pues pronto los Hombres del Hierro de Asha Greyjoy darían su golpe
de mano. Asha exigiría a Daenerys que se postrara ante ella. El ejército de
Daenerys estaba mermado, y los Hombres del Hierro estaban frescos. Poniente
estaba a sus pies. Daenerys se negó, si Asha tenía a sus Hombres del Hierro,
ella aún tenía a sus dragones. Pero Asha sonrió “No tienes nada”, y en ese
momento, el cuerno que habían mostrado a Fusk en Pyke sonó, y los dragones de
Daenerys comenzaron a gritar. Fusk vio que en cuanto Asha hablaba, Theon
Greyjoy buscaba las sombras de una de las torres de Los Gemelos, y le siguió,
desapareciendo ambos en el interior de la Torre, mientras el cuerno sonaba una
segunda vez, haciendo que los dragones cayeran al suelo, aplastando a quienes
estaban cerca, chorreando fuego de sus hocicos y sacudiendo sus colas. Daenerys
gritó, pero Jaime Lannister la impidió acercarse a lo que hubiera sido una
muerte segura, sujetándola mientras Erwyn y los demás se preparaban para la que
quizá fuera su última lucha. Aún cerca de los gemelos, Rhoynar escuchó el
sonido del cuerno, y sintió su sangre arder. El cuerno que había escuchado bajo
el mar, el cuerno que precedía a la gran inundación de su visión. Al azul que
había visto Howland Reed. Pero continuó alejándose con Rhaego en brazos, hacia
el Sur. Asha exigió que su hermano le fuera entregado, y buscó también a su
amante, Fusk Aesirk. La reina quería a su esposo de sal. Erwyn se enfrentó a
ella, atrayendo su atención mientras Theon y Fusk alcanzaban una de las
terrazas de la torre, una terraza que se abría al patio. Y antes de que Asha
pudiera dar la orden de que prendieran a Erwyn, Theon disparó y la flecha hizo
lo que debía hacer. Voló, hundiéndose en la garganta de Asha Greyjoy, como mucho
tiempo atrás, una flecha se había hundido en el cuello de Cersei Lannister,
iniciando la guerra. Asha cayó, y los Hombres del Hierro se dispusieron a
vengarla, pero Theon reclamó su mando. Él era un Greyjoy, el hijo de Balon, el
heredero legítimo. Aplacó a los Hombres del Hierro, y con una flecha, la guerra
terminó por fin.
Daenerys
lloró las muertes de los dragones, pero lloró aún más cuando Fusk le contó lo
que había deducido, que Rhoynar había matado a Rhaego para despertar a Dueña de Luz. La Reina se encerró en sus
habitaciones y pasó varios días allí, mientras los hombres se curaban de sus
heridas y recogían a sus muertos. Un gran túmulo comenzó a alzarse en la orilla
izquierda del Forca Verde, donde se enterró a todos los caídos en la batalla,
independientemente de sus escudos de armas. Y allí enterró Erwyn también a Albor, en recuerdo de otras dos víctimas
de las que no había restos, Rhaego y Edric. Tardaron días, pero cuando se
terminó el túmulo fue como si les hubieran quitado un peso del corazón. Alguien
tocó un laúd, alguien abrió un barril de vino. La fiesta no se hizo esperar.
Edmure Tully, Robb Stark, Tyrion Lannister y Stannis Baratheon dieron el visto
bueno a las celebraciones, y de pronto, se encontraron con una silenciosa
Daenerys entre ellos. Todos guardaron silencio, pero Stannis condujo a Daenerys
hacia la colina, hacia el túmulo. Y sobre el túmulo de los caídos, Stannis le
entregó a Daenerys su corona, la corona que los Targaryen habían llevado
durante trescientos años. Daenerys observó su alrededor, y finalmente, sobre la
tumba de los hombres que habían muerto por ella y por Poniente, se ciñó la
corona. Daenerys Targaryen, señora de los Ándalos, los Rhoynar y los Primeros
Hombres, señora de los Siete Reinos y Reina de Poniente. El silencio era
profundo, pero Fusk lo rompió, y pronto comenzaron los vítores a la nueva
reina, que se retiró poco después a sus habitaciones. Robb no tardó en
imitarla, mientras Erwyn brindaba con Jaime Lannister y Uther hablaba con Jon
Nieve (o Jon Targaryen, como insistía en llamarle Daenerys, cuya intención era
convertirle en señor de Rocadragón) sobre el destino de la Guardia de la Noche.
Oweyn, sin embargo, estaba demasiado cansado para celebraciones, así que se
dirigió hacia los Gemelos, y pudo ver que alguien seguía a Robb. Oweyn
enseguida le reconoció, aquellas facciones eran demasiado conocidas en el
Norte… Ramsay Nieve. Oweyn gritó para llamar la atención del Bastardo de
Bolton, pero este consiguió apuñalar a Robb antes de que Oweyn acabara con su
vergonzosa existencia de una vez por todas. Por suerte, y solo por suerte, la
puñalada no había sido letal, y el señor del Norte sobreviviría.
Poniente
sufriría grandes cambios. El Norte se había abierto, el Otro había
desaparecido. Los salvajes se establecerían en las tierras al norte del
Agasajo, Robb Stark gobernaría Invernalia, con Erwyn Aesirk custodiando el paso
de los Gemelos, y Oweyn Eld recuperando las ruinas de Torreblanca. Jon Nieve se
establecería en Rocadragón, convertida la isla en nuevo centro de poder de una
Guardia de la Noche que tendría que buscar nuevos objetivos ahora que el Otro
había desaparecido y el Muro ya no existía. Tyrion Lannister ejercería la
tutela de Tommen, cuyo compromiso de matrimonio con Sansa Stark seguiría en
pie. Edmure Tully seguiría siendo el Señor de Aguasdulces, y tanto los Ríos
como Roca Casterly, Bastión de Tormentas (gobernado por Stannis Baratheon) y
Dorne sacarían un pedazo del Dominio, aunque Altojardín seguiría bajo el
control de los Tyrell tras la traición de Asha Greyjoy, con las Islas del
Hierro regidas por Theon Greyjoy. Desembarco del Rey dejaría de ser la capital
del reino, pasando a ser uno más de los feudos de Rocadragón, y Daenerys
regiría Poniente desde Harrenhal…
Muchas
historias, y poco tiempo para contarlas… pero aún hay espacio para una más.
Todo Poniente duerme aún las consecuencias
de demasiados días de fiesta. Muchos no saben exactamente lo que ha ocurrido,
sólo que en algún lugar del Norte, una gran oscuridad ha muerto. Incluso los
que no creen en esas cosas, saben que en los Gemelos se ha puesto fin a la
guerra de los Cinco Reyes, la guerra que ha arrastrado Poniente a una
catástrofe continuada durante los últimos dos años. Casi todos los hombres
están borrachos o dormidos, y aunque los rumores dicen que la nueva reina, esa
Daenerys Targaryen a la que los extranjeros llaman “Madre de Dragones” quiere
poner su trono en Harrenhal, la fortaleza aún es sólo ruinas y piedras
fundidas. Esas mismas historias dicen que los dragones han muerto. La Reina
tenía tres dragones, aunque sus nombres no se mencionan, igual que Aegon el
Conquistador había llegado a Poniente con tres dragones.
Él conocía
perfectamente el nombre de los dragones de Daenerys, incluso había volado sobre
uno. Aunque parecía que de eso hacia mucho tiempo. Ahora, simplemente camina
por las ruinas de Harrenhal, con un pesado fardo en sus brazos. Aunque es
cierto que el fardo le pesa más en el corazón que en los brazos. Camina por la
sala del trono de Harren el Negro, la sala gigantesca en la que habrían
encendido cien chimeneas, y se dirige al trono que el Matarreyes había
instalado allí, sin dejar de pensar que, si a Jaime Lannister le llamaban el
Matarreyes… ¿cómo le llamarían a él? Realmente, tampoco le importaba demasiado.
Caminó hacia el
trono, y dejó allí el fardo, que ahora era extraordinariamente ligero. Y sobre
él, una nota que había escrito días atrás, escondido en un cobertizo en algún
lugar al sur de Aguasdulces. Se arrodilló ante el trono, tocó el fardo con la
frente, y volvió a incorporarse, marchándose de Harrenhal tan silenciosamente
como había llegado. Una parte de él quiere gritar, una parte de él quiere
rezar, una parte de él quiere morir… otra parte decide simplemente ignorar
todas aquellas voces y continuar caminando.
“Hice lo que tenía
que hacer, pero no pararé hasta deshacer el mal que he hecho y devolver la vida
que he tomado con mis manos”, dice la nota, sabe que en algún momento llegará a
la Reina. A su hermana.
Rhoynar mira hacia
atrás, y ve un pasado en el que ha llegado a ser maestre, príncipe y Targaryen,
un pasado en el que ha visto con los ojos del Señor de Luz. Mira hacia delante,
y no ve nada.
Y
sorprendentemente, eso le alivia.