El profeta guerrero by R. Scott Bakker
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Bueno, pues sin prisa y con pausas para leer cómics también, continuamos la inmersión en el mundo de los Tres Mares, la Guerra Santa y el Segundo Apocalipsis. En el primer tomo de la trilogía Príncipe de Nada habíamos asistido a la formación de la Guerra Santa que iba a recuperar la ciudad santa de Shimeh de manos de los infieles fanim, los seguidores del Falso Profeta Fane, en oposición a los inrithi, los fieles del Último Profeta, Inra Sejanus. Habíamos visto como el emperador de Momemn trataba de convertir la propia Guerra Santa en un arma propia bajo el mando de su sobrino, el general-exalto Ikurei Conphas, y los tejemanejes que la Guerra Santa provocaba entre los líderes de esta, los Grandes Nombres, que buscan conseguir la gloria y el renombre de la liberación de Shimeh. Pero también habíamos conocido otra historia, la del Primer Apocalipsis, ocurrido hace dos mil años y en la que el No-Dios se había alzado para destruir los grandes reinos del norte, siendo derrotado tan solo por el sacrificio del hechicero Seswatha después de que el último de los grandes reyes, Anasurimbor Celmommas, profetizara la llegada de un nuevo Anasurimbor que anunciaría el Segundo Apocalipsis. En Al Principio Fue la Oscuridad habíamos conocido a Anasurimbor Kellhus, un descendiente de los reyes del norte, educado en el Logos de los dunyainos, una especie de monjes obsesionados con el análisis y el pensamiento, y como en su búsqueda de su padre, que se encontraba en Shimeh, encuentra a un bárbaro scylvendio con muchas cuentas pendientes con Anasurimbor Moenghus, el padre de Kellhus, y ambos se unen a la Guerra Santa... Y también habíamos conocido a Drusas Achamian, un hechicero del Mandato, que cada noche revive en sus sueños la caída de Seswatha, considerados locos por casi todos en Tres Mares, pero que permanecen vigilantes en busca de los signos de la llegada del Segundo Apocalipsis. Y por último habíamos conocido a Esmenet y Serwë, la primera una prostituta de Sumna, amante de Achamian, y la segunda una prisionera de Cnaiur el Scylvendio, enamorada de Kellhus. Y habíamos descubierto que el Mandato estaba en lo cierto, que el Segundo Apocalipsis estaba cerca y que los inchoroi, unas criaturas sin rostro capaces de hacerse pasar por cualquiera, se habían infiltrado en la Guerra Santa y trataban de utilizarla en sus propios términos.
El Profeta Guerrero continúa la historia de la Guerra Santa, y lo hace con los primeros conflictos serios entre los inrithi y los fanim, pero sobre todo, nos muestra la historia de la transformación de Anasurimbor Kellhus de un príncipe exiliado de Attrithau en el Profeta Guerrero de los Inrithi, de como deja de ser un simple consejero para convertirse en el auténtico líder espiritual y fáctico de la Guerra Santa. Pero toda guerra tiene un precio, y Bakker nos muestra lo alto que puede llegar a ser, y lo hace de una forma tan desgarradora que en algunos momentos consigue incluso que sea agobiante. Y desde luego, El Profeta Guerrero tiene escenas que deberían quedar para el recuerdo: la travesía por el desierto, la tortura de Achamian en manos de sus enemigos de los Chapiteles Escarlatas tratando de conseguir el secreto de la Gnosis, el asedio de Caraskand o el castigo del Falso Profeta, por mencionar solo algunos de ellos.
No voy a volver a incidir en la relación que tiene la obra de Bakker con las Cruzadas, que ya lo hice en el anterior libro, aunque en este incluso tenemos el ansia de uno de los Grandes Nombres por convertirse en rey de Caraskand, y que se correspondería con las ambiciones de uno de los príncipes cruzados, Balduino del Burgo, que abandonaría la Primera Cruzada para hacerse con el control de la ciudad de Edesa y convertirla en un feudo propio. Pero sí quiero insistir (creo que nunca lo haré lo suficiente) en lo EXTRAORDINARIAMENTE bien escrito (o bien traducido, claro, que yo leo de momento en castellano), que está este libro. y es que me cuesta entender que estemos dando rango de estrella por ejemplo a Patrick Rothfuss e ignorando a nivel general a un escritor del calibre de Scott Bakker, con una carga filosófica y un uso de los conceptos abstractos y la narración que otros mucho más famosos no conseguirían ni aún tardando diez años más en escribir sus libros.
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