Jóvenes Vengadores by Kieron Gillen
My rating: 5 of 5 stars
Y sí señores, cosas como esta son las que convierten el cómic en un arte. Y los Jóvenes Vengadores de Kieron Gillen y Jamie McKelvie son auténtica música. Ojo, no una sinfonía clásica, son sintetizadores y percusión, Spandau Ballet, los Beatles, Real McCoy y Jean-Michel Jarre, todo en uno. Es como si Kieron Gillen hubiera cogido parte del espíritu de Grant Morrison, lo hubiera pasado por la batidora con un toque de buen bourbon y mucho espíritu liberal y de reivindicación sexual y esa mezcla la hubieran tirado hacia una aurora boreal para que McKelvie la pintara.
¿Suena raro? ¿Igual un poco pedante? Pues leedlo, y luego me contáis.
Después de un tiempo en impasse tras La Cruzada de los Niños y de que Marvel decidiera (por fin) que los personajes que tenía entre manos eran demasiado buenos para guardárselos a Heinberg en exclusiva, en la Casa de las Ideas decidieron darle una nueva oportunidad a los Jóvenes Vengadores, y lo hicieron dándole la colección a Kieron Gillen, que venía de triunfar en el mercado independiente y que ya en Marvel había estado al frente de Journey into Mistery, la serie protagonizada por el joven Loki, con un resultado auténticamente espectacular. Y Gillen vino acompañado de un montón de buenas ideas y del que había sido su compañero en el mercado independiente, Jamie McKelvie. A los ya clásicos Wiccan, Hulkling (convertidos en parte principal del equipo) y Ojo de Halcón, Gillen unió a su personaje fetiche, Loki, y un par de no tan viejos conocidos, Marvel Boy (que aquí decide llamarse simplemente Noh-Varr) y una recientísima y prácticamente desconocida América Chávez, a los que más tarde se uniría Prodigio, de los Nuevos-Nuevos Mutantes y Academia-X. Todo comienza cuando, en un esfuerzo por hacer feliz a Hulkling, Wiccan decide escanear todas las realidades y traer de vuelta a la difunta madre de su novio, pero lo que hace es traer un parásito dimensional llamado Madre, capaz de poner bajo su mandato a los adultos, y que se convierte en el enemigo principal (y único prácticamente) de los Jóvenes Vengadores en esta saga. Y a pesar de que el argumento pudiera parecer sencillo, el tándem de Gillen y McKelvie consigue una obra redonda, inolvidable y con un uso de los lápices y la narrativa magistrales en los que el propio dibujo, las líneas, los espacios en blanco y hasta los cajones de texto se convierten en parte integrante de la historia.
En fin, una obra para disfrutar con la mente abierta, sin prejuicios de ningún tipo (y que en 2013, cuando se publicó, levantó bastantes ampollas por cómo enfocó la vida sexual de personajes tan jóvenes), y que se merece mucho más bombo y platillo del que ha conseguido tener.
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