No es la crónica de un mundo... es la historia de muchos.

lunes, 30 de mayo de 2011

CANCIÓN DE HIELO Y FUEGO 1: JUEGO DE TRONOS

            Hay determinados momentos en la vida en que una palabra o una acción de alguien, te abre una determinada puerta y de pronto, tu vida cambia. Vale, a lo mejor esto es un poco radical así expresado, sobre todo referido al tema de la literatura, que tampoco es que nadie vaya a lanzarse a las calles esgrimiendo un escudo y una espada por leer determinado libro… errr… bueno, a lo mejor sí lo hace, pero no es el caso. Pero es que es lo que ha pasado en este caso. Hace unas semanas, poco antes de que Darthni se marchara a Munich, estuvimos tomando algo con mi amigo Santi y el colega Oneyros por Madrid, y de alguna forma, terminamos en casa de Darthni, jugando a un juego de zombis. En el transcurso de la tarde, él y yo tuvimos un acalorado debate sobre la importancia en la literatura de fantasía de El Señor de los Anillos, ya que él comparaba la calidad de esta, la obra magna de la literatura fantástica, con el best-seller de espadas actual, Canción de Fuego y Hielo, la obra de la que voy a hablar hoy. El caso es que, ya que fuimos a su casa, Darthni me prestó su tomo de Canción de Hielo y Fuego 1: Juego de Tronos para que pudiera leerlo en su ausencia. Bueno, el hecho de que el libro de Darthni está ya convenientemente guardado para poder devolvérselo prístino y cristalino como cuando me lo dejó, tengo ya mi propio ejemplar, y me hayan regalado el segundo tomo para mi cumpleaños puede servir de indicador de mi opinión sobre la obra, al menos su primera parte que es lo que he leído (ya he empezado la segunda).


            Y lo primero que tengo que hacer, como nobleza obliga, es darle las gracias a Darthni. Estimado Thanos_Malkav… Muchas gracias. Miles de gracias. Chiquicientos millones de gracias. Me lo estoy pasando con Juego de Tronos como no me lo había pasado en mucho tiempo con nada de lo que he leído. La sensación de adicción, los continuos giros argumentales, la identificación con cada uno de los personajes, reales y bien trazados… Impresionante, tío. Y con la suficiente calidad como para formar parte de una terna que podría situarse en lo más alto de el ranking de la literatura de fantasía, con (por supuesto) El Señor de los Anillos y la impresionante El Tapiz de Fionavar, de Guy Gavriel Kay.  Empecemos.

            En Juego de Tronos se nos presenta un mundo de fantasía que no es muy diferente a las docenas y docenas de mundos pseudo-medievales que hemos visto en los centenares de historias que se han contado en este tipo de literatura desde que Tolkien puso El Señor de los Anillos en la historia de la literatura. Y sin embargo, hay algo diferente desde el principio, algo ominoso en la historia que se narra, en la descripción de los personajes, de los propios lugares en los que se va conformando la obra, algo que sirve de anuncio para decir “Chicos, lo que se os viene encima es MUY GRANDE”. Se trata de un mundo en el que las estaciones pueden durar años, y tras un largo verano que parecía interminable, finalmente hay señales de que el Invierno se acerca. Y hay un viejo dicho de los Siete Reinos que dice que tras un largo verano, viene un invierno más largo aún. Los Siete Reinos, una isla/continente que tiene bastante que ver con Inglaterra en los tiempos finales de la Edad Media, se encuentran bajo el gobierno del Rey Robert Baratheon, al que muchos llaman “el Usurpador”, ya que se convirtió en rey tras destituir a la antigua dinastía, los Targaryen, cuyo último representante, Aerys II, el Rey Loco, había cometido grandes tropelías contra los Siete Reinos. Uno de los consejeros de Robert, la llamada “Mano del Rey” (su principal factotum, la persona que realmente gobierna el Reino) ha muerto en extrañas circunstancias, y Robert acude a su aliado y amigo, lord Eddard (Ned) Stark, señor de Invernalia, en el norte de los Siete Reinos, la más grande las provincias que conforman el dominio de Robert, pero también la más peligrosa, pues al norte de Invernalia se encuentra el Muro (una alusión al Muro de Adriano, que separaba las tierras inglesas dominadas por los romanos de las pertenecientes a los salvajes pictos, la actual Escocia), la gigantesca muralla de hielo protegida por la Guardia Negra que protege los Siete Reinos de las cosas que hay al norte… y que despiertan en Invierno.

            Con este planteamiento, y una trama política que recuerda poderosamente a la Guerra de las Dos Rosas que vivió Inglaterra como consecuencia de la Guerra de los Cien Años, y que enfrentó a dos poderosas familias por el trono británico, los York y los Lancaster, George R.R Martin nos introduce en la política de los Siete Reinos, con el obvio enfrentamiento entre los Stark y los Lannister, la familia más rica de los Siete Reinos y que tiene poderosos lazos con el propio rey, ya que Robert Baratheon está casado con Cersei Lannister, que es la madre de sus tres hijos, y por lo tanto, de los herederos al trono de los Siete Reinos. Y Martin lo hace de tal forma que pronto nos vemos en medio de los conflictos que se ciernen en el horizonte, dando tal realismo a sus descripciones, tal profundidad a sus personajes, que no tardamos en identificarnos con ellos… no con uno, sino con la gran mayoría de ellos, ya que casi en cualquiera podemos ver algo que cualquiera de nosotros tenemos dentro. La sobriedad de los Stark, el orgullo de los Lannister, el coraje de los Tully, la indolencia de los Baratheon, la locura y el candor de los herederos de los Targaryen, los príncipes exiliados… Y todo eso nos llega a través de una formula narrativa absolutamente magistral, en la que Martin decide no instalarse como narrador omnisciente, sino situarse cerca de un grupo determinado de personajes, y sin llegar a utilizar la primera persona narrativa, sí que los convierte en protagonistas absolutos de sus determinados capítulos, de modo que vemos lo que ocurre a través de sus ojos. Así, conoceremos a nuestros anfitriones de honor: Bran Stark, el joven hijo del señor de Invernalia; Catelyn Tully, la esposa de Eddard; el propio Eddard Stark, señor del Norte; Arya y Sansa Stark, las hijas de Eddard y Catelyn; Jon Nieve, el bastardo de Eddard; el magistral Tyrion Lannister, perteneciente al linaje de los señores de Roca Casterly, enano y lisiado; y Daenerys Targaryen, la última y más joven de los miembros de la Casa Targaryen, exiliada junto a su hermano Viserys, el Rey Mendigo, a las Ciudades Libres y, más allá de estas, a las llanuras de los dothrakis, que recuerdan poderosamente a los Mongoles.


            Con todas estas piezas sobre el tablero y avanzando de forma firme pero vertiginosa, la trama nos va envolviendo, atrapando y creciendo exponencialmente, y antes de darnos cuenta, nos encontramos metidos en medio de algo tan grande que asusta, algo épico y tenebroso, mientras, como dice el lema de la familia Stark, “el Invierno se acerca”. No puedo decir mucho más, ya que mucha gente no habrá leído el libro, y otros estarán viendo directamente la serie de televisión (que espero que esté a la altura, ya he visto por ejemplo una imagen del Nido de las Águilas de los Arryn… y no me ha convencido, yo lo había imaginado de otra manera), y desde luego, es un trama en la que cualquier spoiler debería ser castigado con amputación de pulgares como poco. Es más, para que os hagáis una idea, el domingo pasado estaba leyendo en Atocha esperando el tren para ir a jugar a rol a Alcobendas… y me puse de espaldas sin darme cuenta al andén por el que venían los trenes… me temo que dejé pasar alguno, y me di cuenta de que había uno detrás de mi de milagro; y esta misma mañana, a punto he estado de perder el autobús para ir al trabajo porque estaba leyendo a la sombra de un árbol mientras venía el bus, y cuando he conseguido alzar los ojos… ya estaba la gente entrando…

            Bueno, un poco de spoiler sí tengo que hacer, así que, los que no hayáis leído la novela, no sigáis leyendo y considerad que el post ha acabado ahí arriba. Hay una moraleja que he aprendido en este libro, y que se puede resumir en una frase: si alguien te dice “no te fíes de mi”… ¡leches, no lo hagas!

3 comentarios:

Edward T. Knack dijo...

Joder, que envidia me estás dando, porque lo acabas de leer por primera vez. Bueno, bromas aparte, y además de felicitarte por la entrada, te doy la enhorabuena por el descubrimiento. Te la doy porque acabas de descubrir que a día de hoy, gracias sobre todo a Martin y su Canción de Hielo y Fuego, se está escribiendo una literatura fantástica muy alejada del espíritu de Tolkien y con una calidad bestial. Ya has leído a Martin y a Andrzej Sapkowski y su Geralt de Rivia (dos de cuatro). Para completar los cuatro ases de la baraja de la literatura fantástica actual te faltan los libros de "Las Gestas de Malaz", de Steven Erikson (editados por La Factoría), y sobre todo y ante todo, "Príncipe de Nada" de R. Scott Bakker (Timun Mas). Este último, siempre desde mi modesta opinión, es el más difícil de leer de los cuatro, pero como su estilo te enganche, entonces estás bien jodido colega. Porque es lo más impactante que he leído en fantasía en mi vida. En fin, espero que estos pequeños consejos te hayan ayudado para elegir futuras lecturas. Un saludo y sigue así con tu bitácora.

David G. dijo...

Tomás, ni 20000000000 palabras más. En mi próxima visita a la libreria, me hago con el primer tomo. :)

Tomás Sendarrubias dijo...

Edu,tomo nota. Ya que recaigo en la literatura fantástica, recaigo del todo.

David,tu cuenta corriente me va a odiar...