Si
echamos la vista atrás, podremos ver todos que en los años 80 se vivió un
proceso de maduración del cómic innegable. Cualquier vestigio de infantilidad
había quedado atrás con la Crisis en
Tierras Infinitas, y la llegada de la famosa oleada británica movió el
cómic cada vez hacia lugares más oscuros. Es la época del Caballero Oscuro y el Born
Again de Frank Miller; del American
Gothic y el Watchmen de Alan
Moore; del Sandman de Neil Gaiman… La Patrulla-X dejó de ser un grupo de
superhéroes más para convertirse en proscritos, los Morlocks cayeron como
insectos… Todo era sombrío, como si el mundo de la novela negra hubiera llegado
al cómic a lo bestia.
Y
en esta mar de sombras, DC decidió darle la vuelta a la tortilla, y tras
sacrificar a la que debiera ser un serie enseña, la Liga de la Justicia, en una
maniobra editorial que estuvo dentro de la saga Legends (de John Ostrander y John Byrne), dejó el concepto de Liga
de la Justicia de América (convertido en Liga de la Justicia Internacional) en
manos de dos escritores gamberros como pocos y un dibujante apropiado para la
que iba a ser la forma de narrativa más divertida de la historia del cómic. Keith
Giffen, J.M DeMatteis y Kevin Maguire ponían en las librerías el número 1 de su
JLI en 1987, una Liga de la Justicia que recurría a personajes más o menos
secundarios salvo excepciones como Batman y J´onn J´onnz y que además de
contarnos pintorescas historias de invasiones extraterrestres, luchas contra
villanos clásicos y nuevos, una mudanza… se centró en las relaciones entre los
miembros del grupo para llegar a los lectores. Y lo hicieron a carcajada
limpia.
Tras
unas decenas de números y con la llegada de los 90, el concepto pareció caer en
el olvido, la Liga de la Justicia volvió a un concepto más clásico del
heroísmo, y se adaptaron al tono más violento del que Image (y Rob Liefeld en
X-Force, por ejemplo) habían imbuido el mundo del cómic, aparecieron series
como Justice League Task Force. La JLA volvería a irse degradando hasta que
Grant Morrison remozó de nuevo todo el concepto… y la JLI de Giffen, DeMatteis
y Maguire se convertía cada vez más en una leyenda, que volvía poco en pequeños
repuntes, en varias series limitadas como Antes
Llamados Liga de la Justicia o No puedo creer que no sean la Liga de la
Justicia. Y sería durante el desarrollo de El Día Más Brillante cuando el concepto de la Liga de la Justicia
Internacional volvería con todas sus fuerzas, en la serie quincenal Liga de la Justicia: Generación Perdida. Los
miembros más representativos de la JLI se unían de nuevo bajo la batuta de
Keith Giffen y Judd Winnick y con lápices de Aaron Lopresti. En Generación
Perdida, la antigua Liga de la Justicia tenía que hacer frente a su antiguo
aliado y ahora enemigo, Maxwell Lord, a quien todo el mundo había olvidado, y
que estaba desarrollando un plan para volver a hacerse con el control de Jaque
Mate. La Liga volvía a estar en el centro de la pista principal…
Y
así, tras Flashpoint, dentro de las
Nuevas 52, todo estaba preparado para que una de las nuevas series que
aparecieran fuera Liga de la Justicia Internacional. Y lo hace de manos de Dan
Jurgens, creador de Booster Gold y guionista de esta serie en los tiempos
previos a Flashpoint y con los
lápices de Lopresti. La alineación del grupo es semejante a la que tuvo la Liga
de la Justicia Internacional: Booster Gold (convertido en líder, como personaje
fetiche de Jurgens), Batman, el Rocket Red de Generación Perdida, Hielo y Fuego, Vixen, Godiva (un personaje más
que secundario, terciario, había formado parte de los Guardianes Globales que
precedieron en su función a la Liga de la Justicia Internacional), Augusto
General Férreo y un renuente Guy Gardner.
Y al igual que en la primera encarnación de este grupo, surge con
vocación de servicio a la ONU, aunque esta vez, en vez de el filántropo Maxwell
Lord, será un miembro de la propia Organización de las Naciones Unidas, André
Briggs quien se encuentra al frente de la formación a nivel administrativo.
La
verdad es que Jurgens se enfrenta a todo un reto a la hora de hacer volver algo
tan mítico como la JLI, y desde luego, su sentido del humor está muy lejos de
aquellos grandísimos momentos que convirtieron a J´onn en un devorador de
galletas, que forjaron la amistad entre Blue Beetle y Booster Gold, los
enfrentamientos entre Guy Gardner y Batman, o la adaptación de Rocket Red al
modelo de vida occidental. El tono que imprime a la serie es más clásico, con
desapariciones misteriosas de científicos y un villano de nuevo cuño, Peraxxus
(con cierto aire a Ronan el Acusador) dándoles la réplica a lo chicos de
Booster, que además tendrán que hacer frente a una sociedad que ve cada vez más
en los grupos de superhéroes a títeres de los gobiernos autoritarios (herencia
de la propia Legends o incluso de la
más actual Civil War). El propio
Lopresti es mucho más clásico en su dibujo de lo que era Maguire en su momento
(y también más contemporáneo, claro), y cumple con bastante habilidad a la hora
de mostrarnos visualmente la historia que Jurgens nos cuenta.
De
momento, y a falta de que acabe la primera saga (este primer tomo de ECC nos
trae los cuatro primeros números), el corte de la serie parece bastante
clásico, entretenido, pero habrá que esperar todavía a ver qué ocurre más
adelante.
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