LUCIFER: LAS MANSIONES DEL SILENCIO

 

Lucifer nº 06: Las mansiones del silencio by Mike Carey
My rating: 4 of 5 stars

Lucifer ha derrotado a Amenadiel, ha afianzado su dominio sobre su creación y ha conseguido el Nafglar, el barco del Ragnarok custodiado en Nifleheim, pero tiene una deuda que saldar... y al diablo no le gusta estar en deuda con nadie. Así que Lucifer va a preparar una misión de salvación, y el objetivo es, ni más ni menos, que el alma de Elaine Belloc. Después de que ella se sacrificara (un poco manipulada por Meleos, las cosas como son) para salvar a Lucifer, el alma de Elaine fue llevado al mismo sitio donde se encontraba el alma de su amiga Mona, las llamadas Mansiones del Silencio, un lugar entre el cielo y el infierno dominado por una extraña criatura que tortura las almas convirtiéndolas en artesanía de cuero a lo Ed Gein (tiene a Elaine convertida en una especie de farolillo rústico desde la página uno, así que no es spoiler). Pero la presencia de Lucifer podría destruir las Mansiones del Silencio y todo lo que allí existe, incluidas las almas de sus habitantes, así que va a reunir a un curioso grupo para llevar a cabo está misión. Con Mazikeen al frente, Jill Presto, el gigante Bergelmir, los querubines caídos Gaudio y Spera, y el medio ángel Cal (uno de los híbridos de Sandalfón), se van a dirigir hacia las Mansiones del Silencio para rescatar a Elaine, para encontrarse con que su misterioso torturador tiene más de un tema personal que resolver con Lucifer, y es que el señor de las Mansiones no es otro que Tsuki-Yomi, uno de los hijos de Izanami.

Pero mientras la tripulación del Nafglar trata de llegar a las Mansiones, Lucifer no va a quedarse mano sobre mano, y aprovechando el descubrimiento realizado por el esposo Lilim de Mazikeen en las páginas del tomo anterior (un estanque que lleva directamente al pensamiento de Dios), la Estrella de la Mañana va a llevar al nuevo ángel caído, Miguel, a tratar de averiguar los planes del propio Creador... solo para descubrir que quizá su libre albedrío ha sido mucho menor de lo que pensaban... y que Dios aún tiene una última palabra que decir sobre el destino de absolutamente todo.



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