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miércoles, 8 de febrero de 2012

ÁLVARO RIBAGORDA: LA REVOLUCIÓN A PEQUEÑA ESCALA DE INTERNET.

Con el post de hoy (más bien artículo, la verdad), ponemos fin a las celebraciones de Un Año de Iconocronos (que ya está bien de que el dueño del cortijo se toque las narices y haga el trabajo el prójimo... vale, basta de paréntesis); lo que no quita para que en algún momento aparezca por aquí algún colaborador descolgado que ha llegado tarde a los plazos. Y para cerrar estos magnos festejos, tenemos por aquí a Álvaro Ribagorda con un artículo sobre lo que supone Internet para nuestra vida a dia de hoy. Podria contar aquí otra vez quién es Álvaro y de qué le conozco, pero sería reiterativo, ya que hablé de ello cuando se presentó su libro, La Torre de Babel. Para los que no lo leyerais (gran error), simplemente comentaros que Álvaro es doctor en Historia, y un tío con una gran capacidad crítica y analítica, lo que le convierte en un invitado de excepción y en un broche de oro para esta celebración. Disfrutadle, que de momento no se prodiga demasiado por Internet... aunque igual las cosas cambian pronto.



La revolución a pequeña escala de Internet

Internet no es el futuro, es el presente, pero un presente tan cambiante, plural y volátil que para todo aquel que no dedique buena parte de su tiempo al sistema de comunicación de las tres “w” resulta tan abrumador e inasible como desconcertante. En Internet todo es siempre tan nuevo, tan aséptico, tan prometedor, tan luminoso y llamativo que, con frecuencia nos movemos por la red aturdidos por sus flashes y anuncios, paralizados ante semejante haz de luz de tal manera que cuando queremos fijar la vista y distinguir de donde provienen las fulgurantes luces que se nos abruman cada vez más, acabamos por ser atropellados como animalillos perdidos en medio de una autopista.

Nuestro estilo de vida, nuestras formas de comunicación y también la organización y comercialización de numerosos negocios, y entre ellos especialmente los vinculados al mundo de la cultura y la información, se han visto arrastrados por la espiral del mundo virtual. Adaptarse o morir, está claro, pero ¿qué ganamos y qué perdemos con el cambio?

Desde luego Internet ha supuesto una revolución en las formas de comunicación, ha abaratado numerosos costes de producción eliminando soportes convencionales y suprimiendo intermediarios (para generar otros) y ha sido el principal instrumento de la globalización. Constituye un medio que nos permite saber al instante y sin salir de casa la opinión de los medios de comunicación norteamericanos o de algunos internautas particulares de Tokio sobre la catástrofe nuclear de Fukushima; nos da la posibilidad de adquirir fácilmente una chaqueta recién creada por un diseñador neoyorkino; o de visitar una exposición de pintura en una pequeña galería de arte de la Patagonia. Es probablemente el elemento que más ha hecho en la historia de la humanidad por la difusión planetaria de la diversidad cultural y sin embargo, paradójicamente, es también –siguiendo la estela del cine (principal industria del imperio) pero con una capacidad infinitamente mayor- el principal vehículo de aculturación mundial. ¿No es curioso que haya niños en Somalia, igual que en Nicaragua, los pueblos de Ciudad Real o Luton con camisetas del Real Madrid, el Barça o el Manchester? ¿No es llamativo que los cuadros de los pintores más conocidos de las galerías de  Londres, México, Sidney o El Cairo cada vez se parezcan más? ¿No es asombroso observar con que frecuencia los libros más vendidos en París, Buenos Aires, Boston, Madrid o las librerías de la India, son prácticamente los mismos o versiones locales de un mismo producto? Da que pensar. Me pregunto que se considerará diversidad cultural dentro de cincuenta años.

Internet sirve de altavoz para nuevas cabezas visibles de la sociedad y la comunicación, se crean industrias culturales estrechamente vinculadas al mundo virtual, autores que de otra forma probablemente no hubiesen encontrado oportunidades en el establishment consiguen su altavoz en la web, se organizan protestas y hasta parece que se pueden poner en marcha revoluciones, pero ¿ha generado Internet nuevas vías de libertad, verdaderos cambios en las relaciones de fuerza y las estructuras de poder? O a la postre, la posición, los medios económicos, la vinculación a los poderes establecidos y las fuerzas que los manejan siguen siendo los principales factores para tener una verdadera influencia en la sociedad también desde la web? Dicho de otra forma ¿Internet está creando nuevas relaciones de poder y abre nuevas vías de influencia cultural, social o política o reproduce por otras vías prácticamente las mismas que ya existían? ¿Es Internet la revolución del siglo XXI o es sólo una nueva forma de “que todo cambie, para que todo permanezca”?

En el mundo de la cultura y la comunicación, Internet es ya la palabra clave para la organización del modelo de negocio de cuantos se dedican a ello. La industria musical y el cine sólo pueden existir ya a través de la web. Los discos y las salas de proyecciones no tienen porque desaparecer, en el caso de la música se pueden vender un número limitado de CDs especialmente si se hacen en ediciones cuidadas y con algunos extras para los verdaderos fans, pero está claro que el grueso del negocio debe pasar por utilizar las descargas gratuitas o a bajo coste (menos de 2 o 3 euros) como medio de publicitar los discos para atraer gente a los conciertos, conseguir galas, vender royalties, etc. De la misma manera, el negocio de las productoras cinematográficas pasa, de forma muy similar, por proyectar películas en salas de gran calidad para un público selecto, y vender a precios ínfimos pero a un público masivo descargas casi instantáneas de altísima calidad para consumo doméstico. En el caso de los libros, el camino debe ser la apuesta por la calidad. Sólo las editoriales que recuperen la tan abandonada tarea de editar los manuscritos –y no sólo maquetarlos y publicarlos sin más-, conformar un catálogo homogéneo de calidad contrastada y reconocible por sus lectores, así como ofrecer remuneraciones decentes a sus autores y precios verdaderamente asequibles a sus lectores, podrán conseguir aumentar exponencialmente sus tiradas, y que sus autores no terminen por publicar por su cuenta sus obras en la web. La mayoría de los empresarios de estas industrias parece que aún no se han dado cuenta. Tiempo al tiempo.

Todos ellos cuentan además con la principal fuente de ingresos de cualquier sistema de comunicación dentro de una economía de mercado que, en eso, apenas ha cambiado: la publicidad. El problema en este caso es mayor en lo que se refiere a los medios de comunicación, si lo que nos planteamos es la posibilidad de que exista una prensa más o menos libre. Los medios de comunicación, desde los tiempos de W. Hearst han sido acusados –con mayor o menor acierto, según el caso- de ser voceros de los intereses políticos o los poderes fácticos, asociados a las élites política y económicamente dominantes que los financian o dirigen. Cada día resulta más evidente para todos que la prensa escrita en papel como hoy la conocemos si no en vías de extinción, avanza con gran velocidad por el camino de limitarse a un público verdaderamente minúsculo. El futuro, el presente, está ya en Internet, donde todos los diarios ofrecen de forma abierta –tras el rotundo fracaso del periódico más leído en España que pretendió hacerlo de pago hace unos años- contenidos de fácil acceso y prácticamente a la carta, camino que están iniciando también la radio y la televisión.

Sin embargo la publicidad, al igual que en los soportes convencionales, sigue siendo la clave económica de cualquier proyecto de comunicación profesional en la web. Y con la publicidad como principal medio de subsistencia, más allá de ofrecer un contenido no ya riguroso y veraz, sino al menos atractivo para un número suficiente de clientes, cualquier medio de comunicación profesional con aspiraciones representativas queda sometido a no traspasar la línea de “lo políticamente correcto”, “las verdades oficiales”, “lo que interesa al país”, y el resto de eufemismos con los que se suele hablar de los intereses de los poderes establecidos –políticos y económicos-, so pena de verse abocados a la quiebra.

El ejemplo más reciente es el del diario Público, un periódico nacional dotado con un buen plantel de periodistas, y entre cuyos principales colaboradores se cuentan numerosos profesores de primera fila de las principales universidades españolas, europeas y norteamericanas. Durante varios años, este joven diario, sin ser un medio de comunicación radical ni nada parecido, ha cometido “el pecado” de incluir de forma asidua editoriales, artículos de investigación y columnas de opinión, que se han permitido apartarse de la verdad rebelada por la clase política y las instituciones supranacionales que nos dirigen (UE, BCE, FMI,… agencias de rating), y ofrecer opiniones críticas contra las actuaciones de la banca que han provocado la crisis, contra las numerosas empresas que a pesar de tener más beneficios que nunca han aprovechado la coyuntura de la crisis para someter a sus trabajadores a condiciones laborales propias del siglo XIX, contra la actuación de distintos gobernantes nacionales y locales que no han dudado en arrasar con derechos sociales que había costado siglos conquistar, y no sólo se han atrevido a cuestionar el deterioro de las condiciones laborales y la supresión de derechos fundamentales como fórmula universal para afrontar la crisis, si no que se han atrevido a ofrecer alternativas basadas en docenas de años de investigación de economistas, historiadores, sociólogos, antropólogos, analistas financieros, etc. Al mismo tiempo, para colmo, Público ha sido el único diario nacional que ha apoyado abiertamente la lucha contra la impunidad de los crímenes de la dictadura de Franco, haciéndose eco de la creciente corriente de opinión que empieza a cuestionarse en España las leyes de punto final y la amnesia dirigida con la que se clausuró uno de las dictaduras más sanguinarias del siglo XX.

El resultado ha sido que prácticamente el único diario que se ha atrevido a cuestionar las verdades oficiales, a pesar de haber aumentado cuantiosamente sus tiradas en papel y su número de lectores en Internet, ha visto recortadas las inversiones de bancos y grandes empresas en la publicidad que lo financia, y a falta de subvenciones apropiadas para asegurar la pluralidad e independencia de los principales medios de comunicación, Público ha tenido que declararse en suspensión de pagos. Tampoco en Internet basta con ofrecer contenidos interesantes y veraces, ni siquiera atractivos o que capten un gran número de seguidores. Articular un gran proyecto de comunicación requiere sus infraestructuras, y también en el mundo virtual la libertad de expresión acaba donde empiezan las necesidades económicas. Efectivamente la igualdad sin libertad es abominable, pero la libertad sin igualdad sencillamente no existe.

Aunque no parece que de momento la red de redes tenga visos de poder subvertir las principales jerarquías y relaciones de poder, tanto en el plano de la comunicación y la cultura, como en el de los cambios políticos y sociales, Internet esta permitiendo ya jugar un papel interesante a determinadas personas y grupos que de otra manera no hubiesen podido tener apenas eco.

Lo que Internet nos ha abierto es un canal de comunicación tan amplio como difuso, en el que a pequeña escala, cualquiera puede conseguir hacerse cierto eco dentro de su medio concreto, que no se limita ya a las redes personales, sino que permite vincular de forma remota a cualquier persona interesada en un tema concreto. Es precisamente esta ilusión, que tiene algo de espejismo pero también de realidad, la que alimenta en buena medida el incalculable aumento de blogs y páginas web personales o temáticas de los últimos años. Y creo que es precisamente en esta multiplicidad de blogs y páginas web, en esta libertad a pequeña escala y sin grandes pretensiones, creada y manejada desde el mundo amateur, como forma de entretenimiento o a costa del tiempo libre de cada internauta, donde reside la verdadera –aunque muy limitada- capacidad de Internet para alterar las relaciones de poder existentes en cualquier campo, denunciar injusticias de cualquier índole, encontrar nuevos puntos de encuentro y amplios espacios de libertad personal, abrir nuevos espacios a la creatividad, o permitir que aflore y se desarrolle la diversidad cultural de nuestro planeta.

Como explicaba, las limitaciones de Internet son evidentes, pero tampoco se puede pasar por alto el nuevo abanico de posibilidades que ofrece, esa ventana hacia el exterior y ese soplo de viento fresco del que muchas veces nos alimentamos los románticos y los ilusos (a veces no tengo muy claro donde se pasa de una cosa a la otra).

En fin, mi amistad con Tomás se fraguó hace ya trece años, cuando le arrastré con otros amigos a una pequeña empresa cultural, una revista de creación literaria –Cuarto Creciente-, de las que se hacían en papel y pasaban de mano en mano por la Universidad Complutense. Entonces fui yo quien le arrastró a él, pero ahora me doy cuenta de que en esto Tomás y su Iconocronos hace tiempo que me llevan la delantera, y la celebración de su aniversario me ha hecho pensar que va siendo hora de explorar este pequeño espacio de expresión global en libertad que suponen los blogs y las páginas web, y siguiendo la estela de su Iconocronos he decidido lanzarme a la red. Lo primero, con una versión on line de todos los contenidos de los diez años de vida de nuestra revista: http://cuartocrecienterevistadecreacion.blogspot.com/ que en breve estará disponible. Después, espero encontrar algo de tiempo para hacer también un blog personal sobre historia cultural. Mientras tanto, brindo por este primer aniversario de nuestro Iconocronos. Salud.


1 comentario:

Tomás Sendarrubias dijo...

Desde luego, es obvio que en estos momentos yo, por ejemplo, no coincido un mundo sin Internet, me sentiría como manco y mudo al mismo tiempo. Para bien o para mal tenemos el mundo a un click, y hay movimientos como la reacción al cierre de Megaupload que parecen más de película de ciencia ficción que de acontecimiento real.

Como siempre, un análisis excepcional, Álvaro, y me alegro mucho de que Cuarto Creciente esté en proceso de digitalización. Es el símbolo de una etapa, todo el mundo debería poder acceder a ella.

¡Un abrazo!