Hace
muchos, muchos años…
Reinando
Felipe II en España, el conflicto más importante que se desarrollaba en Europa
a nivel bélico, era la lucha por el dominio del Norte de Italia y de los Países
Bajos, y los contendientes, a gran escala, podríamos decir que eran España y
Francia. Vale que en el siglo XVI España no era España como tal (esta
aclaración es para algún amiguete historiador que pueda pasar por aquí), pero a
grandes rasgos, así simplificamos. El caso es que una de las batallas decisivas
de este conflicto (y de toda la historia bélica de España y de Francia) fue la
Batalla de San Quintín, el 10 de Agosto de 1577. En ella, Francia recibió una
paliza histórica, y España consolidó su hegemonía internacional durante los
siguientes cincuenta años aproximadamente. A modo de conmemoración, Felipe II
edificó San Lorenzo del Escorial (porque la batalla se había ganado el 10 de
Agosto, el día de San Lorenzo).
Obviamente,
la historia da muchas vueltas. Los Austrias Menores fueron testigos de la
decadencia del Imperio Español, mientras con Luis XIII, Richelieu y Luis XIV,
Francia iba ganando puntos en el ranking de importancia internacional, hasta
que después de la Guerra de los 30 Años, en 1648, y tras devolvernos San
Quintín en la batalla de Rocroi (porque eso es lo que tiene la guerra, que a
veces ganan unos y a veces otros), después de que el Cardenal Richelieu ligara
a Francia (país católico) a la Liga Protestante, se convirtió en uno de los
ejes vertebradores de la política europea.
¿A
qué viene esto?
A
que obviamente, aunque el tiempo pasa, y aunque las cosas cambian, y en todo se
sigue la dinámica de “hoy ganas tú, mañana yo”, especialmente en el
deporte (al menos ya no es en la
guerra), a los franceses no se les ha olvidado San Quintín. No nos lo han
perdonado. Y toda esta política de agresión al deporte español es, obviamente,
una pataleta tardía por haber perdido ya en San Quintín.
En
estos días, desde la putada que le han hecho a Contador (que pasa, es mi blog,
hablo como quiero), parece que se ha abierto la caja de Pandora, y oh sorpresa,
lo que quedaba dentro era la envidia, y el rencor mal llevado por verse
superados una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, por los deportistas
procedentes de esa parte extraña de África que conecta curiosamente con los
Pirineos. Y es que encima les ganan en casa, que hay que ser mala gente para ir
y robarles sus ensaladeras y sus tours y sus cosas, dejando el deporte francés
en el lugar en el que está ahora. Que me acuerdo de la trayectoria de la
Selección Francesa en el último mundial, que fútbol hubo poco pero movidas…
madre mía.
En
fin, los números cantan, los hechos son los que son, y las pataletas, son de
perdedores. Así que, echando mano a los que de verdad saben de esto, nos quedamos
con los números que son los que cantan.
Soy
español. ¿En qué quieres que te gane?
1 comentario:
Amén a todo, los franceses han sido, son y seran toda la vida un pueblo de envidiosos y prepotentes que se creen los mejores en todo a pesar de que ningun hecho respalde esa absurda convicción.
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