Bueno, como ya sabéis los que
pasáis por aquí habitualmente y como ya he comentado alguna vez, cuando leo
sagas de libros, trato de intercalar unos con otros, para no saturarme con un
solo tema y así mantengo el interés en la cuestión. En esta ocasión, estoy
alternando la trilogía Príncipe de Nada
de Scott R. Bakker con la trilogía de Los
Templarios de Robyn Young, y hoy, vamos a hablar precisamente del primer
volumen de dicha saga: Hermandad.
Lo primero que
debo decir es que cada vez que me acerco a un libro sobre la Orden del Temple
lo hago con una extraña mezcla entre miedo y tensión. Tensión porque todo lo
relacionado con las Cruzadas y la Orden del Temple me produce auténtica pasión.
Miedo porque a día de hoy se han escrito tales burradas sobre los Templarios
que uno no sabe si en el libro que va a leer, van a haber descubierto América o
van a haber llegado a Marte. Los Templarios se han convertido en uno de esos
grandes misterios de la historia, generadores de una gran cantidad de estudios
criptohistóricos sobre la verdad escondida detrás del misterio en el que se
envolvió la Orden, sobre su precipitado final y sobre las extrañas situaciones
que se dieron después, desde la muerte de aquellos que habían destruido a la
Orden del Temple o la supuesta desaparición del tesoro que esta Orden
custodiaba. A lo largo de años, los Templarios han sido malvados manipuladores
en manos de Walter Scott en su Ivanhoe,
custodios de lugares misteriosos en las propias Rimas y Leyendas de Bécquer, y guardianes del Santo Grial, del Arca
de la Alianza, de la Lanza del Destino, herederos del Linaje de Cristo, de los
auténticos evangelios o descubridores de continentes en mil y un “estudios” y
novelas. Así que cuando mi cuñada Irene hace ya algunos años me regaló Cruzado, se me pusieron los pelos un
poco de punta. Al ver que se trataba del segundo volumen de una trilogía,
conseguí el primero en una feria del libro… y me lancé a ver qué me encontraba,
sin esperar mucho.
Como
veis, me convenció, porque esta es la relectura, ocasionada porque tras varios
años de dique seco, Robyn Young publicó finalmente la tercera y última novela
de la saga hace no mucho y me la regalaron mis padres para Reyes. Y es que Hermandad no es una novela de Templarios
habitual. Es más, podríamos decir que más que una novela sobre el Temple, es
una novela sobre los últimos años de la presencia de los Reinos Latinos en
Tierra Santa, y este hecho lo muestra el que el protagonismo está compartido
entre Will Campbell, un joven inglés miembro de la Orden del Temple, y el
sultán mameluco Baybars, un fascinante personaje histórico del que Young hace
un retrato más que interesante en su novela.
La
verdad es que el inicio de Hermandad
parece ser de lo más tópico, y augura misterios escondidos: a los Templarios de
París les roban un libro, tras ese libro está una misteriosa sociedad que
existe en el corazón de la Orden del Temple… Y piensas “estupendo, más de lo
mismo”. Pero cuando descubres la verdad, cuando te explican el motivo de la
existencia de esa orden dentro del Temple, cuando te hablan de su objetivo,
algo totalmente plausible, y ves que no tiene nada de exótico o místico, la
historia cambia. Y lo cierto es que gran parte de que la novela tenga una carga
positiva viene de la forma de escribir de su autora, Robin Young, directa,
sencilla, sin revueltas con un ritmo y un dinamismo que recibe una obvia influencia
del cine, con imágenes y situaciones muy visuales. Aun así, es cierto que la
novela tiene su carga de tópicos, como la ya mencionada búsqueda del libro
perdido o la historia de amor imposible entre el protagonista, Will Campbell, y
Elwen, la joven sobrina del tutor del joven caballero.
Hermandad arranca con una de las
batallas decisivas de la historia, y al tiempo, una de las más desconocidas en
Occidente, la batalla de Ayn Jalut, que tuvo lugar el 3 de Septiembre de 1260
en Palestina, y donde los Mamelucos, dirigidos por el sultán Qutuz y su emir
Baybars, consiguieron detener la gran expansión de los Mongoles, dirigidos en
Ayn Jalut por el gran general mogol Kitbuga. Los mongoles ya habían destruido
Bagdad y planeaban continuar con su expansión ocupando todas las tierras del
Islam (y las de los cristianos que se encontraban en el camino), pero los
mamelucos egipcios, liderados por Baybars, consiguieron detenerles en Ayn
Jalut, cambiando lo que podría haber sido un mundo muy distinto. Ayn Jalut
supuso el ascenso de Baybars, un dirigente mucho más radical de lo que habían
sido los Ayubbíes que siguieron a Saladino o los primeros mamelucos, y que estaría
dispuesto a expulsar a los francos al mar del que habían salido. Así, el
ascenso al poder de Baybars, se entrelaza con la historia del protagonista, el
joven William Campbell, un sargento templario de origen escocés, hijo de un
caballero de la Orden, y que por motivos casi casuales se ve implicado en la
búsqueda del enigmático “Libro del Grial”, así como en un conflicto soterrado
entre la Orden del Temple y los reyes de Inglaterra, que tienen grandes deudas
con los Templarios. La historia llevará a William de Londres a París, y de allí
a la mermada Tierra Santa del último tercio del Siglo XIII, a su capital en San
Juan de Acre, a la gran ciudad de Antioquía o a la fortaleza templaria de
Safed.
Junto
a Will y Baybars, Hermandad cuenta
con un trabajado elenco de personajes secundarios: el anciano Everardo de
Troyes, sacerdote templario y custodio del gran secreto de la Orden; la hermosa
Elwen, enamorada por supuesto de William desde que ambos son críos; el
conspirador Eduardo de Inglaterra o el que a mi me parece el personaje más
interesante, el joven amigo y luego antagonista de Will, Garin de Lyons,
antihéroe total y víctima de las circunstancias y el mundo que le envuelven, un
antagonista que genera una corriente de comprensión hacia él, lo que le
convierte, como ya he dicho, en uno de los pilares de esta novela.
En
fin, una novela muy ágil, entretenida, y que trata una temática apasionante.
¡Seguiremos hablando de sus continuaciones!
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