En términos roleros, soy un Old
School en toda regla. Llegué al mundo de los juegos de rol con El Señor de los
Anillos, he jugado las versiones clásicas de este juego, de Cthulhu, Star Wars,
Pendragón, Paranoia o Dragones y Mazmorras (por supuesto). Siempre he creído (y
sigo creyendo) que el clímax de los juegos de rol se consiguió con la aparición
del sistema de Mundo de Tinieblas de White Wolf, y como consecuencia, la época
de oro del rol, siempre para mí, terminó cuando apareció el Mundo de Tinieblas
2.0. Desde entonces, me he alejado un poquito del panorama rolero, y aunque sí
que he echado un ojo e incluso dirigido campañas de juegos más nuevos
(Mundodisco y Juego de Tronos), lo cierto es que me sentía muy anclado a la
Vieja Escuela.
Pero
siempre hay tiempo de abrir horizontes, y eso es lo que creo que ha llegado el
momento de hacer; y ha tocado hacerlo con el juego que os traigo hoy: Los
Inocentes, editado por la compañía nosolorol,
y que ha llegado a mis manos como regalo navideño adelantado por parte de
Marco. Llegamos al catálogo on-line de nosolorol
casi de rebote, aquello de “por mirar”, y lo cierto es que hay varias cosas que
nos llamaron la atención, pero probablemente la que más fuera este juego, por
su temática de terror (que siempre es un punto a favor), y también por la
perspectiva que se toma para ello: la de los niños.
Los
Inocentes llega como un juego en el que el sistema es muy fácil, cayendo todo
el peso en el lado narrativo e interpretativo, ya que ni siquiera hay dados, y
sin dados, no hay sitio para el azar en el juego. Lo único que limita las
acciones de los jugadores y el narrador son las “tabas”, que representan sus
puntos de habilidad, que gastan a voluntad y que pueden ser representados por
cualquier cosa de colores, desde marcas en un papel a (mi preferida) lacasitos.
Y la premisa en la que se basa la narración es ciertamente genial. Con nuestro
bagaje cultural y de experiencia, los adultos parecemos haber dejado a un lado nuestros
propios miedos, y todo se rige por normas estables de lo que puede y no puede
ser. Un niño no tiene ni el bagaje, ni la experiencia, ni un sistema de normas.
Si un montón de toallas en la oscuridad tiene la forma de un monstruo, es un
monstruo. Y eso es lo que Los Inocentes explota: la versatilidad de los miedos
infantiles. La imaginación del niño, su “inocencia”, es su gran poder, y actúa
en su favor, pero también en su contra. Por eso, los jugadores de Los Inocentes
tienen que hace frente a los miedos más infantiles, y entre los monstruos que
pueden aparecer, nos encontramos criaturas tan tradicionales como El Hombre del
Saco o el mismísimo Coco.
Los
Inocentes se convierte con todo esto en un juego muy interesante, con grandes
posibilidades a poco que el Maestro le eche un poco de imaginación y los Niños,
un poco de esfuerzo. Evidentemente… ya os contaré qué tal es jugarlo.
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