De vez en cuando, se
ve que en el cine también ponen pelis de gente sin superpoderes. No es algo que
apruebe, pero en fin, habrá que entenderlo. Como no sólo de superhéroes vive el
hombre, este fin de semana nos hemos acercado a ver La Ladrona de Libros, película que sonaba bastante interesante y
con varias cosas a favor, al menos en primera instancia.
La película, basada en
un libro homónimo del autor Markus Zusak, nos cuenta la historia de Liesel, una
niña (interpretada por Sophie Nélisse), que es dejada en adopción por su madre
con un matrimonio sin hijos de Munich (Emily Watson y Geoffrey Rush) en los
días previos a la Segunda Guerra Mundial, ya con Hitler en el poder y
arrancando las primeras persecuciones a las diversas minorías que el III Reich
perseguiría con saña durante su dominio de Alemania. Liesel debe adaptarse a su
nueva familia, a su nueva vida, y para ello, cuenta con la ayuda de su vecino, un niño llamado
Rudy (Nico Liersch) que desde el primer momento congenia con Liesel y se
convierte en su principal punto de apoyo.
Liesel llega a su
nueva familia siendo analfabeta, y es su nuevo padre quien poco a poco consigue
que aprenda a leer, y la joven queda de inmediato fascinada por el mundo de la
literatura y sus múltiples posibilidades… pero el III Reich no dejaba demasiado
lugar a los placeres intelectuales, y la época de Liesel es la de la Noche de
los Cristales Rotos y la quema de libros. Y además, coincide con la persecución
a los judíos, y su vida se complica bastante cuando llega a la casa Max, un
judío, hijo de un viejo compañero del ejército del personaje de Geoffrey Rush,
al que deben esconder.
Con esta base, el
director Brian Percival nos cuenta la historia de la II Guerra Mundial desde
una perspectiva que no suele ser la habitual, la de los alemanes “de calle” que
tuvieron que vivir el ascenso del Reich, y como tuvieron que enfrentarse al día
a día y al miedo en el que se basó el gobierno de los nazis. La película tiene
un buen ritmo, buenas interpretaciones…
Y todo lo demás es un
poco una gran hipérbole. Y es que incluso el resumen de la película es un poco
engañoso. Se nos dice que Liesel se dedica a salvar libros de la quema… pero no
es así exactamente. Podría haberse llamado de igual modo “La contadora de
historias” o “La que lee a los enfermos”, o “La niña que corre”; y sería igual
de cierto. Aún así, esto no llega a ser un punto negativo, como sí que lo es en
mi opinión el uso del narrador que aparece de vez en cuando, demasiado
simbólico y casi poético para lo que la película parece querer contar; y por
otro lado, abusa de los germanismos… y al tiempo se queda corta. ¿A qué me
refiero? Evidentemente, desde el principio de la película, sabemos que estamos
en Alemania, con lo que lo natural es que todos los personajes hablen alemán.
Sé que quizá suena a perogrullada, pero es que la película abusa de los
términos alemanes en sus diálogos. Es decir, demasiados “Ja”, “Nein” o “Jawohl”,
completamente innecesarios. Y por otro lado, cuando se pone este empeño “dialéctico”
en dejar claro que estamos en Alemania… ¿por qué todos los textos aparecen en
inglés? Me refiero a los textos de los libros, o a las palabras que Liesel
apunta en las paredes del sótano para construir su propio diccionario…
En fin, a lo mejor
parecen tonterías (seguramente lo sean), pero reconozco que a mí me sacaron
bastante de la peli.
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