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domingo, 20 de febrero de 2011

LEONOR DE AQUITANIA

            A día de hoy, cuando pensamos en Francia, nuestra mente inmediatamente vuela a París, y extrapolamos tal situación inconscientemente a toda la historia anterior. Realmente, y durante muchos siglos, no fue así.
            Por ejemplo, en el siglo XII, lo que hoy Francia apenas se extendía más allá de los alrededores de París, la zona llamada “Ilê de France” era el dominio de la dinastía de los Capeto, una familia de origen renano que había ascendido hasta el trono francés en el siglo IX. Muchos de los nobles cuyas tierras rodeaban la Isla de Francia (los señores de Champaña, Borgoña, Aquitania…) eran en muchos casos más poderosos y más ricos en tierras que el propio rey de Francia, del que, en muchos casos, eran vasallos.
            Y uno de esos señores, quizá el más poderoso de lo que hoy es Francia, era sin duda el Duque de Aquitania, Guillermo X. Sus tierras incluían prácticamente la mitad sur de lo que hoy es Francia, todo el dominio entre el Loira y los Pirineos, y su capital era la ciudad de Poitiers. Y mientras París era una ciudad prácticamente bárbara, las tierras aquitanas crecían exponencialmente en arte y cultura. Era la tierra de los troveurs, los trovadores que posteriormente definirían la cultura del Amor Cortés y que aún acuden a nuestra cabeza cuando pensamos en la Edad Media. Guillermo X fue padre de dos hijos junto a su mujer, Leonor de Châtelleraut. La mayor de los dos, nacida en el año 1122 en Poitiers, llevaría el nombre de su madre, y tras la muerte de su hermano menor en 1130, con sólo ocho años, se convertiría en la mujer más importante de Francia… y de toda Europa. Pasaría a la historia con el nombre de Leonor de Aquitania, y es el objeto principal de este post. Leonor, convertida en el ojo derecho de su padre, fue una niña inteligente que se convirtió en una mujer culta, pero sobre todo, consciente de su poder, de su influencia y de su posición, algo que siempre tuvo claro. Pero aún así, aceptó un matrimonio acordado entre su padre y el Rey de Francia, Luis VI, y aunque Guillermo X moriría en el Abril de 1137 (cuando Leonor tenía quince años) haciendo el Camino de Santiago, ella honraría aquel compromiso.
            En Julio de ese mismo año, Leonor se casaba en Burdeos con Luis Capeto, el heredero de Luis VI, y como dote, aportaba a la corona francesa sus dominios aquitanos, lo que triplicaba la extensión del Reino de Francia: la Guyena, Gascuña, el Poitou, el Lemousin, el Angumois, Santoigne y Périgord… las regiones más prósperas cultural y económicamente pasaban a formar parte ahora de los dominios de los Capetos. Pero Leonor y Luis (que a finales de ese mismo año, 1137 se convertiría en Luis VII al morir el rey Luis VI el Gordo), tendrían un matrimonio desdichado prácticamente desde el mismo inicio de su relación. Leonor era una mujer “de mundo”, acostumbrada a estar rodeada de trovadores, que sabía leer y desenvolverse entre la gente, una mujer enamorada de la propia vida y que quería vivir. Luis era un hombre tímido, que probablemente hubiera sido mucho más feliz si su hermano mayor, Felipe, no hubiera muerto, lo que le hubiera permitido dedicarse a su verdadera vocación, la Iglesia. De hecho, sus dos grandes consejeros serían hombres de religión, el Abad Suger de Saint-Denis, y el archifamoso Bernardo de Clairvaux, que pasaría a la historia como San Bernardo de Claraval, y que cualquier día de estos merecerá su propio post en este muro. Y de inmediato, desde el mismo momento de su boda, la relación de Leonor con estos dos hombres fue, como poco, tensa, a lo que se sumó su mala relación con su suegra, la Reina Madre, Adelaida de Saboya.
            Bueno, supongo que a nadie le sorprenderá el hecho de que en aquellos años, el matrimonio no era desde luego una cuestión de amor en lo que a las casas reales se refiere, y que el motivo más importante para un matrimonio real era la procreación. Todo reino necesitaba un heredero, y Leonor parecía no ser capaz de dar un hijo a Luis… o Luis no era capaz de engendrar un hijo en Leonor. Hasta que finalmente, en 1145, tras ocho años de matrimonio, Leonor dio a luz a una niña a la que llamaron María. Ese mismo año, y tras solucionar un conflicto con el Papa surgido a raíz del nombramiento del Obispo de Langres, para cerrar cualquier herida posible, Luis VII hizo voto de Cruzado, y se comprometió a unirse a la Segunda Cruzada, que promulgaría el propio Bernardo de Clairvaux, como respuesta a la toma por los musulmanes del Principado de Edesa (Urfa, en la actual Turquía), uno de los principados cristianos del Reino Latino de Jerusalén. Luis VII tomaría la Cruz en Vezelay en 1146, y en 1147, partió hacia oriente… acompañado de su esposa.
            La decisión de Leonor de unirse a la Cruzada escandalizó a toda la cristiandad, el propio Luis VII no aceptó de buen grado el hecho de que su esposa dejara atrás a una niña de dos años y se uniera a un ejército. Pero Leonor, además de Reina de Francia, era la máxima mandataria del país, y nadie pudo impedirle que se uniera a la Segunda Cruzada… junto a sus damas, camareras, y todo su personal de compañía. Hay historias que dicen que Leonor y sus mujeres cabalgaban junto al ejército como las Amazonas de las leyendas, armadas y con un pecho descubierto. Lo más probable, es que se convirtieran en una auténtica molestia y fuente de distracción para el ejército, pero no había nadie que pudiera decirle a Leonor qué hacer y qué no hacer. A su paso por Constantinopla, enseguida hubo rumores de que la belleza de Leonor había dejado prendado al basileus bizantino Manuel I Comneno, que la colmó de regalos, pero aún así, Luis VII decidió continuar adelante (esta vez, eso sí, negándose a dejar a su esposa atrás). Y así, llegarían a la ciudad de Antioquía, sede del Ducado de Antioquía, otro de los principados latinos de Tierra Santa, y cuyo duque, Raimundo de Antioquía, era el tío de Leonor. Luis y Leonor fueron recibidos con todos los honores en la ciudad oriental, pero pronto las relaciones entre tío y sobrina trascendieron del límite de lo decoroso y familiar. Raimundo era un hombre de renombrado atractivo, culto, formado al igual que ella en la cultura de los trovadores y las Cortes del Amor, con mucho más en común con Leonor (aparte de la sangre) de lo que Luis VII llegaría nunca a tener. La notabilidad de su relación fue tal que, finalmente, el Rey de Francia abandonó la Cruzada, arrastrando a su mujer tras de sí, alejándola de la ciudad (y el lecho) de su tío. La Segunda Cruzada terminó siendo un fracaso, y el matrimonio de Luis y Leonor podría haber terminado también allí de no haber sido por la intervención del propio Papa, con quien se reunieron en Roma y que forzó una reconciliación entre ambos, fruto de la cual sería su segunda hija, Alicia.
            Pero aquello fue sólo una prórroga, Luis y Leonor estaban viviendo tiempo prestado, y así se demostraría cuando, en 1151, cuando a la muerte del Abad Suger, el matrimonio se rompió. Cansado ya de su “casquivana” esposa, Luis VII alegó razones de parentesco ante el Concilio de Beaugency… y Leonor aceptó el divorcio, aunque se llevó con ella todas sus posesiones aquitanas. El divorcio se llevaría a cabo el 18 de Marzo de 1152, y el 18 de Mayo de ese mismo año, dos meses después, Leonor contraía un segundo matrimonio en la ciudad de Burdeos, esta vez con Enrique Plantagenet, hijo de Godofredo de Anjou y de Matilde de Inglaterra, lo que le convertía en señor de Anjou y de Normandía. Luis VII debió de darse de cabezazos con la pared más cercana, ya que el nuevo matrimonio cercaba y casi asfixiaba sus propios dominios, aunque fuera el señor feudal de ambos. Y la situación se complicó más cuando murió en 1154 el rey Esteban I de Inglaterra, ya que su heredero designado era su sobrino… Enrique II Plantagenet. Esto crearía una situación que se extendería durante varios siglos y que desembocaría, más de doscientos años después, en la Llamada Guerra de los Cien Años, pues desde Enrique II Plantagenet, los reyes de Inglaterra estuvieron sujetos a vasallaje de los reyes de Francia por sus tierras en el continente. Es decir, Enrique II era rey de Inglaterra, pero también Duque de Normandía, y como tal, le debía vasallaje a Luis VII. Y esta situación se repetiría en los descendientes de ambos.
            Curiosamente, tanto Leonor como Luis VII (que se casó con Constanza de Castilla) fueron prolíficos en cuanto a hijos con sus nuevos esposos. Enrique y Leonor fueron los padres de Guillermo, Enrique, Matilde, Ricardo, Godofredo, Leonor, Juana y Juan de Inglaterra. Luis VII y Constanza  fueron padres de dos mujeres más, Adela y Margarita, siendo en su tercer matrimonio con Adela de Champaña cuando al fin tendría a su heredero, Felipe de Francia, que pasaría a la historia como Felipe Augusto, probablemente el más grande de los reyes de la dinastía de los Capeto.
            De lo hijos de Leonor, sin embargo, los que pasarían con mayor renombre a la historia, serían sin duda su favorito, Ricardo, que terminaría siendo rey de Inglaterra bajo el nombre de Ricardo I Corazón de León; y su hermano pequeño, hecho famoso por la iconografía popular como Juan Sin Tierra. Y si lo que la llevó a distanciarse de su primer esposo fue la diferencia de caracteres, lo que la hizo enfrentarse a Enrique II sería precisamente que los dos eran personas de armas tomar. A pesar de ser reina de Inglaterra, Leonor detestaba aquellas tierras, que consideraba salvajes, y estableció su propia corte en Poitiers, donde favoreció a los trovadores y el Amor Cortés: lo que podía llamarse una verdadera Corte de Amor. Y además, mantuvo con ella a sus hijos, especialmente a su favorito Ricardo, que se crió por completo en tierras francesas, y que tuvo una gran cercanía con los Capeto, especialmente con Felipe Augusto, con el que entabló una relación homosexual que fue la comidilla de toda Europa, y que permitió a Luis VII manipular a Ricardo para ponerle en contra de su padre… lo que también hizo Leonor al descubrir que Enrique II se había conseguido una amante oficial, la bella Rosamunde Clifford. El momento de enfrentamiento total llegó cuando tras morir esta, Enrique II sedujo a la prometida de Ricardo, Adela de Francia, hija de Luis VII y Constanza de Castilla, y a la que convirtió en su concubina. Leonor consiguió alzar a sus hijos contra Enrique, y este decidido a apartarles de la influencia de su madre, la encerró en Chinon, y luego la trasladó a Salisbury, en Inglaterra, lejos de sus partidarios.  

       
            Sin embargo, tal situación no ayudó a reducir la tensión entre Enrique y sus hijos, e incluso desde su encierro en Salisbury, Leonor instaba a sus hijos a desafiar a su padre. Tal situación se prolongó hasta la muerte del propio rey de Inglaterra en Chinon, enfrentándose a su hijo Ricardo y a Felipe Augusto de Francia en 1189. Ricardo, convertido en rey de Francia (sus hermanos mayores habían perecido años antes), liberó de inmediato a su madre, que se convirtió en una de sus más importantes consejeras. Y en cuanto fue coronado rey de Inglaterra, tomó la Cruz (como había prometido en 1187 cuando sólo era Conde del Poitou), y junto a su antiguo amante, Felipe II, comenzó a organizar la que sería la Tercera Cruzada, con el objetivo de hacer frente a los avances musulmanes en Tierra Santa, donde la propia Jerusalén había caído en manos del fascinante Salah al-Din ibn Yusuf Ayubb, el mítico Saladino. Desconfiando el uno del otro, Felipe y Ricardo partieron hacia oriente, y en la comitiva de Ricardo, como no podía ser de otra forma, viajaba Leonor, ahora ya con sesenta y siete años (toda una edad en aquella época). Hubo muchos grandes momentos en la Tercera Cruzada, que desarrollaré en otro momento, pero lo principal es que Leonor volcó toda su fuerza en este viaje en conseguir que Ricardo se casara y tuviera un nuevo heredero al que dejar el imperio angevino. Lo primero, lo consiguió precisamente a su paso por España, pues Ricardo se casó con la joven Berenguela de Navarra. Por lo que sabemos a día de hoy, el matrimonio nunca fue consumado, Ricardo sentía auténtico asco por el cuerpo de las mujeres, y el deseado heredero no llegaría nunca, lo que supondría probablemente la más importante de las derrotas de Leonor; que aún así, y aunque en esta Tercera Cruzada no llegó a poner pie en Tierra Santa (fue retenida junto a Doña Berenguela por el Rey de Chipre, aunque Leonor resistió con energía las acometidas del rey chipriota y no tardarían en ser rescatadas por su hijo, que puso Chipre bajo su dominio y luego lo entregó a su amigo Gui de Lusignan), el hecho en sí de que realizara un viaje tan duro y en esas condiciones, es demostración de por sí del espíritu de esta mujer indomable, que además, tuvo que luchar en el camino de vuelta con el célebre cautiverio de su hijo en manos del Duque Leopoldo de Austria.
            Tras su liberación, que costó un buen rescate a Inglaterra, Ricardo volvió a sus dominios franceses, y pasó varios años enfrentándose a su antiguo amante, Felipe II de Francia y sus aliados, así como a sus propios y levantiscos vasallos. Y en sus propias tierras se encontraba, en el Lemosín occitano, cercando la pequeña fortaleza de Chalus, cuando una flecha disparada por un niño, le hirió en un brazo. Probablemente de haber contado con un buen médico (incluso en aquella época) Ricardo hubiera sobrevivido, pero lo que ocurrió allí fue una carnicería y la herida se gangrenó, llevándose finalmente la vida del que probablemente sea el rey más famoso de los ingleses a pesar de que apenas puso los pies en Inglaterra. La corona angevina pasó a manos de su hermano pequeño, Juan I de Inglaterra, al que ya hemos mencionado antes como Juan Sin Tierra, pero Leonor, cansada ya de la vida cortesana y viendo al hijo por el que menos cariño sentía convertido en señor de todas sus tierras, decidió apartarse finalmente de la vida secular. Leonor se recluyó en la Abadía de Fontevrault, donde ya había pasado algunos años previos y de donde había salido sólo para asegurarse de que el trono de Inglaterra pasaba a manos de Juan (a pesar del propio cariño que sentía por él) en detrimento de su nieto Arturo, hijo de Godofredo de Bretaña.
            Ya sólo abandonaría su retiro una vez más, en el año 1200, con setenta y ocho años, cruzando los Pirineos para elegir entre sus nietas castellanas a la futura esposa del Delfín de Felipe II Augusto, eligiendo entre las infantas (hijas de su hija Leonor de Inglaterra y del rey Alfonso VIII) a su nieta Blanca de Castilla, futura reina de Francia. Hecho esto, volvería a Fontevrault, donde moriría en 1204, a los ochenta y dos años de edad, y donde aún hoy se encuentra enterrada junto a su esposo Enrique II y su hijo Ricardo.
            Pero el espíritu de Leonor no moriría con ella, y viviría durante muchos años en al menos dos de sus descendientes. No en el que sería el rey Juan, convertido en un títere de sus barones, sino en su hija María y en su nieta Blanca. María de Champaña, si bien no aglutinó el poder político que había tenido su madre, fue desde luego su heredera cultural, convirtió Champaña en una verdadera corte de amor, patrocinó a docenas de trovadores y poetas, y sobre todo, promovió la carrera de Chrètien de Troyes, el creador de buena parte del mito artúrico medieval. Blanca de Castilla, digna heredera de su abuela, fue reina de Francia, y tuvo aún más importancia cuando actuó como Reina Madre junto a su hijo Luis X de Francia, que pasaría a la historia como San Luis de Francia, teniendo un gran papel en el crecimiento de lo que eran las tierras dominadas por los Capetos utilizando para ello la lucha contra la propia herejía cátara que llevaba años desarrollándose en el sur de Francia, en el Languedoc.
            Desde mis tiempos de estudiante de Historia, reconozco que la historia de Leonor de Aquitania me ha fascinado, y aún hoy, cuando profundizo en ella un poco más, sigue sorprendiéndome. Espero haber estado a la altura de lo que la que puede ser la mujer más importante de la Edad Media se merecía.

7 comentarios:

Oneyros dijo...

En primer lugar, yo pienso en Francia y me viene la cabeza Leticia Casta y no Paris, jijiji.
Me ha llamado la atención el tema de que fuesen con el pecho descubierto en la cruzada, ¿esto sirvio de inspiración al cuadro de la revolución francesa de "La libertad guiando al pueblo" o no tiene nada que ver?

Angel Guerrero dijo...

Tomás, creo que alguna vez te lo he comentado, pero si no lo hecho, lo hago ahora. De niño odiaba la historia. No me gustaba. No la veía como fascinantes historias con personajes que nacían, vivían, amaban y morían, dejando un legado detrás. La veía como multitud de datos que había que memorizar para luego vomitarlos a la hora del examen. Por dicho motivo, hoy como adulto, me arrepiento (sinceramente y muy a menudo) de no haber profundizado más en esta "asignatura", y aunque nunca es tarde si la dicha es buena, creo que ya va a ser difícil enmendar mi situación de "analfabeto histórico". Por eso, post como estos son bienvenidos en tu blog siempre.
No conocía a esta mujer ni su papel en la historia medieval, y gracias a este post, ahora por lo menos la tendré en mente cuando alguien saque el tema.

P.D: Siendo superficial y folletinesco, siendo sensacionalista y curioso (espero sepas disculparme por ello), el dato que más me ha llamado la atención y que NO conocía tampoco es que el Rey Ricardo Corazón de León era homosexual... y que siendo el rey más celebrado por los ingleses, apenas hubiera reinado en su país. Cualquier sitio es bueno para encontrar la sorpresa.

P.D.2: ¿Me recomiendas alguna película en donde se pueda visualizar algo más de Leonor de Aquitania y su hijo Ricardo?

Tomás Sendarrubias dijo...

Bien, veamos.

oneyros, en las tradiciones del mundo clásico que llegaron a la Edad Media y más allá se hablaba de las Amazonas como mujeres guerreras. En algunas ocasiones, se decía que se amputaban un pecho para que no les molestara al tensar sus arcos, y más adelante, se limitaron a reflejarlas con un pecho al aire. Algunos cronistas medievales quisieron convertir a Leonor y sus damas en amazonas modernas, por ello quisieron contar el tema de que iban a la guerra como las antiguas amazonas. ¿La influencia de la historia de las amazonas en la Marianne de Delacroix? Pues no lo había pensado nunca, pero sí, es posible que el francés también quisiera reflejar esa imagen tan arraigada en el ideario clásico.

Angelito, me alegro de que te gusten estos post, pronto empezaré una nueva seccion para hablar de arte, y espero que también los disfrutes. Lo de Ricardo yo me enteré en uno de esos libros que han marcado mi vida "Mazmorra, Hoguera y Espada", de John Robinson, la mejor cronica sobre las Cruzadas que he visto nunca. Y a mi también me parecio curioso que el más famoso rey inglés, aparte de nacer (nacio en oxford), apenas volvio nunca a suelo inglés. Y hay un par de pelis a las que puedes echar un ojo, aunque son bastante antiguas (el cine de ahora no ha sabido reconocer este filon...). El Leon de Invierno habla directamente de la vida Leonor (interpretada por la inmensa Katherine Hepburn), y deberías echarle un ojo también a Becket, donde se habla de la tensa relacion entre el rey Enrique II y el obispo de Canterbury, Tomás Becket. De Ricardo puedes ver mogollon de pelis... todas las que tienen que ver con Robin Hood, y ninguna sirve como acercamiento historico.

Edward T. Knack dijo...

Manda narices que buscando algún ejemplar a buen precio y estado aceptable de "Hoguera, mazmorra y espada", por cosas de este invento del demonio que es Internet, me haya encontrado con tu bitácora. Sea como fuere, si no le supone a usted ninguna molestia, aquí tiene a un nuevo lector y visitante ocasional. Recibe un cordial saludo.

Tomás Sendarrubias dijo...

Si el mundo es un pañuelo. El tiempo que llevo yo buscando un ejemplar de ese libro, macho, y no hay manera. En fin, ¡¡bienvenido!!

Carme dijo...

Me has dejado alucinada, he leído esta página sin pestañear, siempre me ha gustado la historia(influencia de mi padre), la vida y milagros de los reyes, validos, delfines y mujeres de carácter que tuvieron en sus manos el curso de nuestra historia.......felicidades y muchas gracias por escribír temas tan interesantes, seguiré leyéndote.
Carme

Tomás Sendarrubias dijo...

Muchas gracias por la participación, Carme, me alegra que te haya gustado. Espero que encuentres por aquí más cosas que te interesen. ¡Un saludo!