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lunes, 27 de febrero de 2012

CANCIÓN DE HIELO Y FUEGO: Y MIENTRAS TANTO, EN DESEMBARCO...




                -¿Cómo se encuentra?-preguntó Ned a Qyburn, que salía de la habitación de Sansa. El Maestre de la Fortaleza Roja de Desembarco del Rey asintió.

                -Le he dado un poco de leche de la amapola. Estaba muy nerviosa-replicó Qyburn, y Ned asintió. Sansa se había desmayado cuando la noticia de la muerte de su madre en Puertoescarcha, y todos en la corte temían por la vida del niño que llevaba en su interior-. La reina necesitará descansar algunos días, pero terminará recuperándose.

                -Es más fuerte de lo que parece-asintió Ned-. Es una Stark.

                Qyburn permaneció en silencio unos instantes, mirando al Protector del Reino, que parecía abstraído, como casi siempre. Pero el maestre lo entendía, eran muchos los problemas a los que Lord Stark tenía que hacer frente día a día, y desde la muerte del Rey Renly y la captura de Loras Tyrell, ni siquiera podía apoyarse en el que había sido su gran aliado, Mace Tyrell, el Señor de Altojardín. La noticia de la deserción de los Tyrell y su alianza con los Lannister había sido un jarro de agua fría para los habitantes de Desembarco del Rey, que temían que su aprovisionamiento se viera comprometido con el cierre de las mercancías que debían de llegar desde el Dominio. Al menos, tanto el Puerto de Desembarco del Rey como Bastión de las Tormentas seguían fieles a Stark, y el crédito del Banco de Hierro de Braavos le permitiría alimentar a los que aún consideraban a Sansa Baratheon la reina legítima de los Siete Reinos de Poniente.

                Finalmente, Ned alzó los ojos, y Qyburn carraspeó.

                -Puedes retirarte, maestre-dijo Ned, y Qyburn asintió, desapareciendo en las entrañas de la Fortaleza Roja. Por unos instantes, Ned se sintió tentado de entrar a la habitación y ver como dormía su hija, la reina, pero luego pensó que no debía molestarla, así que se dirigió a la sala del trono, donde pasaba la mayor parte de los días y las noches últimamente. Los guardias abrieron las puertas ante él, y pasó saludándoles levemente con la cabeza. Evitó el Trono de Hierro, jamás le había gustado, y aún sentía escalofríos al recordar la imagen de Jaime Lannister sentado en aquel peligroso asiento, con la espada aún manchada por la sangre del rey Aerys, que yacía muerto a sus pies. El Protector del Reino tenía su propio trono, un asiento mucho más sencillo, de madera y tapizado con el blanco y el plata de los Stark, situado ante la escalinata que conducía al Trono de Hierro.

                Desde allí, Eddard Stark dirigía oficialmente Poniente.

                Realmente, notaba como cada día, los Siete Reinos se le escapaban de las manos. La Roca y el Dominio estaban aliados contra él, liderados por los Lannister, y se habían hecho también con el control de los Ríos. Stannis estaba en Rocadragón y el Valle de Arryn. Y el Norte… Invernalia destruida, y Roose Bolton convertido en Señor del Norte… Bran muerto en manos de Theon Greyjoy, Robb capturado por sus enemigos… Y Catelyn muerta en manos de Jaime Lannister, ejecutada en Puertoescarcha. ¿Merecía la pena todo lo que había hecho? ¿Todo lo que había sacrificado?

                Ned sintió que las rodillas le fallaban, pero se sentó a tiempo en su silla, y vio una carta que había sobre la pequeña mesa que tenía delante. Suspiró. ¿Más malas noticias? Ned se fijó en el sello, una simple bola de cera roja, sin ningún tipo de identificación, y enarcando las cejas, rompió el lacre y leyó.

                Robb estaba libre.

                Estaba vivo, y estaba libre.

                Eddard suspiró, y leyó de nuevo aquellas palabras, de mano de su hijo. Erwyn Aesirk le había salvado de los Bolton, y pensaban luchar contra los hombres de Fuerte Terror y eliminar la influencia de los Lannister en el Norte. Y para ello, Robb y Erwyn le pedían que abriera las puertas del Castillo Negro, que permitiera a los hombres de Mance Rayder unirse a ellos en la lucha por el Norte. Quizá esa fuera la solución… Si Robb conseguía vencer a los Bolton, luego podría volver a llevar a los hombres del Norte hacia los Ríos, retomar Aguasdulces y hacer girar el sino de la guerra. Derrotar a los Lannister y devolver la paz a Poniente….

                -¿Noticias del Norte, Lord Stark?

                Eddard no tuvo que alzar los ojos para ver quien se dirigía a él, en todo Desembarco del Rey solo había un hombre capaz cruzar la sala del Trono de Hierro sin hacer un solo ruido.

                -Ser Gwyddion…-susurró Ned, mientras el hombre vestido de negro se acercaba a él. Sus ojos negros parecían centellear en la oscuridad, como si fuera un gato, mientras su túnica ondeaba a su alrededor. El Protector del Reino tuvo la impresión de que era la propia oscuridad la que giraba alrededor del hombre que había venido del Norte tanto tiempo atrás-. Robb está libre. Quiere que ordene a la Guardia de la Noche que abran las puertas del Castillo Negro…

                -Para que los salvajes puedan cruzar el Muro y luchar haciendo frente común con la Guardia de la Noche y los Stark-concluyó Gwyddion, y Lord Stark asintió-. Mance Rayder ha muerto, los salvajes necesitarán un nuevo rey…

                Ned ni siquiera preguntó como era posible que Gwyddion supiera eso. Gwyddion siempre sabía cosas que no debía saber. La imagen de los hombres de la Guardia de la Noche luchando codo con codo con los salvajes, dirigidos por Robb y Jon, parpadeó en su mente un instante. Jon. Cada vez que pensaba en él, su mente volaba hacia su madre, hacia Dorne…

                -¿Y qué diréis, Lord Protector?-preguntó Gwyddion-. ¿Abriréis las puertas de los Siete Reinos a los salvajes contra los que tanto tiempo habéis luchado?

                -Sería…

                Los ojos de Gwyddion resplandecieron como teas incandescentes, y Eddard recordó repentinamente todo lo que el Corazón Oscuro le había mostrado la primera vez que Gwyiddion había acudido a él, cuando estaba encerrado en las mazmorras de la Fortaleza por orden de Cersei y Joffrey. Pensó que había sido solo un sueño, pero cambió sus planes. Y luego, cuando vio a aquel hombre vestido de negro en el Septo de Baelor… Robb decapitado y con la cabeza de Viento Gris cosida a su cuello. Catelyn ahorcada. Sansa sometida a los caprichos de Cersei y la violencia de Joffrey. Su propia cabeza rodando en los escalones del Septo de Baelor… Trató de apartar tales pensamientos de su cabeza, pero parecían persistir, como si se negaran a abandonar su mente, como jirones de una nube de tormenta.

                -El Septón Supremo ha vuelto a reclamar la apertura del Septo de Baelor-musitó Gwyiddion, y Eddard asintió, aparcando de momento el tema de las puertas del Castillo Negro-. Hay rumores de alzamientos en diversos puntos de Desembarco del Rey, y dicen que hay hombres que han tomado las armas en nombre de los Siete Dioses. Los llaman las Estrellas.

                -No hay más fe que la de los Viejos Dioses-susurró Eddard, y a sus espaldas, Gwyddion sonrió divertido-. El Septo de Baelor continuará cerrado, ordenaré a la Guardia Blanca que se encargue de los Caballeros de la Estrella.

                -Y del Septón Supremo…

                -Y del Septón Supremo-afirmó Eddard.

                -¿Y qué ocurrirá con los salvajes, Eddard?

                -La puerta continuará cerrada. Los salvajes no pasarán a los Siete Reinos.

                Gwyddion asintió, mientras Eddard, como un autómata, comenzaba a escribir la respuesta a la carta de Robb, y un mensaje para el Lord Comandante Mormont, ordenándole mantener las puertas cerradas. Salió del salón del Trono de Hierro, y observó Desembarco del Rey desde una de las ventanas de la Fortaleza Roja.

                La guerra continuaría. Pronto, el ejército de Discordia llegaría al Muro. Pronto la Oscuridad barrería los Siete Reinos.

                Las profecías decían que la Reina Dragón llegaría para enfrentarse a la Oscuridad, para salvar los Siete Reinos. Gwyddion sonrió. Para cuando Daenerys Targaryen quisiera ocupar el Trono de Hierro, no habría reinos que salvar.

3 comentarios:

Thanos_Malkav dijo...

¡Maldito Gwyddion! Mi hermana y sus tres mascotas le darán su merecido en breve... o eso espero :S

Masteratta dijo...

Este tiene peligro hasta sin "Palantir". Confiemos en que el joven maestre le de su merecido (que ya le tiene ganas jaja)

Anónimo dijo...

Joder con lo felices que seriamos todos si la cabeza de eddark hubiese rodado cuando tenia que haber rodado... Pero no pasa nada, el general de oro va en busca de dragones.