Y por fin parece que las cosas parecen aclararse un poco en Keyhouse en esta cuarta saga de Locke and Key, en la que pasado el ecuador de la saga, parece que Joe Hill y Gabriel Rodríguez han decidido dejar de abrir tramas para comenzar a cerrarlas y explicar algo de lo que ocurre en Keyhouse... y lo hacen en la que, desde mi punto de vista, es hasta ahora el mejor de los cuatro arcos argumentales que he leído.
El precepto básico no cambia. Dodge sigue tratando de hacerse con la Llave Omega que le permitiría abrir la puerta negra del pozo, pero por fin entendemos qué es lo que hay al otro lado, y de donde viene el interés de Dodge por abrir la puerta, que al parecer da a algún tipo de mundo habitado por criaturas que podrían haber sido llamadas "demonios", o quizá "ajenos", Pero después de Corona de Sombras, la Llave Omega está en manos de Tyler Locke, que se niega a compartir en secreto de su escondite, ni siquiera con sus propios hermanos, Kinsey y Bode, lo que, sin saberlo Tyler, mantiene la llave lejos de Dodge, que como Zach Wells, el novio de Kinsey, trata por todos los medios de averiguarlo.
En Las Llaves del Reino, el conflicto entre Dodge y los Locke se va recrudeciendo, acercándose ya el enfrentamiento directo, para el que sirven de prólogo algunos de los mejores cuadernos de la saga, con especial interés en el primero (Gorriones), y el tercero (Febrero), además de, evidentemente, el último episodio de la historia, con un final completamente sorprendente, bien planeado y terrorífico. Si en Febrero el mérito de la historia cae sobre todo en el guionista, Joe Hill, que consigue darnos en 24 páginas una acertada descripción de todo lo que les acontece a los Locke durante un mes, con diversos e imaginativos enfrentamientos con Dodge, en Gorriones buena parte del mérito recae en el dibujante, y es que Gabriel Rodríguez hace un auténtico trabajo para quitarse el sombrero, con un número en el que confronta una sangrienta historia de enfrentamiento entre Kinsey y Tyler con la versión oscura de Dodge, con la perspectiva de esa misma historia a través de los ojos de Bode, que ha descubierto una llave que le permite convertirse en su animal interior (en este caso un gorrión), y en el que el dibujante chileno realiza un curioso homenaje a las tiras de Calvin y Hobbes.
Si hasta este momento había tenido todavía ciertas reticencias hacia la trama de Hill y Rodríguez, la verdad es que Las Llaves de Reino me ha parecido una saga completa. Ahora sí me apetece leer la historia hasta el final.
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