Después de perder a Dulcimae en las Brumas, los personajes aparecieron en plena ventisca, en una región montañosa, rodeados de nieve y heladas ráfagas de viento. Habían perdido buena parta de su equipo, todo aquello que no habían llevado encima en su viaje de Muhar a la tumba de Ankhtepot, y estaban ataviados con las ropas que habían utilizado en el desierto, nada que les permitiera abrigarse de ese viento gélido. Con gran esfuerzo, se dirigieron a un pinar cercano, donde mientras Clavis encendía el fuego y Balduin preparaba un refugio, Lady Sombra y Ronna intentaban cazar, con escaso éxito por parte de la guerrera, aunque Sombra sí consiguió volver con algunas pequeñas piezas de caza. Con los exiguos elementos a su alcance, prepararon un campamento, pero pronto se vieron sorprendidos por la aparición de un ciervo que huía de una manada de lobos. Los personajes se dispusieron a atacar a los lobos, pero pronto se dieron cuenta de que estaban rodeados por una amplia manada, y que con ellos, venía una niña vistani de unos diez años, descalza y vestida sólo con un ligero camisón. La niña ordenó callar a los lobos, que obedecieron de inmediato, y se presentó como Eliza. La niña estaba inquietántemente cómoda en aquel tiempo, y les explicó que llevaba años vagando por los bosques, aunque antes pertenecía a una tribu de vistani con los que había cruzado muchas veces las brumas, aunque desde diez años atrás, permanecía en los bosques cercanos a Ungrad. Cada vez más nerviosa, Eliza envió a los personajes por el camino de Ungrad para que buscaran a su madre, que vivía en la población, y podría orientarles. Después se marchó, aunque Balduin y Sombra escucharon unas últimas palabras, atisbando a ver los afilados colmillos de Eliza antes de desaparecer en la noche "Decidle a mi madre que soy feliz".
A la mañana siguiente, emprendieron el camino por el que Eliza les había guiado, en dirección a Ungrad, pero antes de llegar encontraron lo que parecían ser unas ruinas carbonizadas. Sombra las exploró, encontrando una trampilla que descendía hacia el interior de la tierra. Decidieron bajar, encontrándose con que todo estaba lleno de musco y moho, y al final, cuando abrieron la puerta que había al final de las escaleras, Balduin y Ronna aspiraron esporas de unos mohos antes de poder reaccionar y evitarlo. En la sala que descubrieron había unos bancales para el cultivo de hongos, abandonados y llenos de mohos, musgo y todo tipo de setas. Había algo siniestro allí, y mientras examinaba las setas, Ronna escuchó una voz que les indicaba que salieran de allí. Asustada, la guerrera avisó a sus compañeros de que debían marcharse, y todos decidieron seguirla salvo Balduin, que continuó explorando. En ese momento, un cuerpo cubierto de hongos y musgo apareció en uno de los bancales, lanzando un grito aterrador que inundó de miedo a Ronna y Clavis, que huyeron dejando atrás a Lady Sombra y Balduin, que hicieron frente a lo que parecía ser el fantasma de una anciana que afirmaba que nunca la echarían de allí, que no podrían expulsarla de su casa. La pícara y el paladín resistieron a duras penas, siendo especialmente herida Lady Sombra, aunque finalmente Ronna y Clavis conseguirían sobreponerse al miedo y volver, consiguiendo entre los cuatro utilizar sus armas mágica, acabando finalmente Lady Sombra con la criatura. Aturdidos y sin saber muy bien qué era aquello a lo que habían asistido, decidieron continuar el camino hacia Ungrad, donde llegaron ateridos cuando se estaba poniendo el sol. Tras pagar el peaje correspondiente, pudieron entrar en la población, un lugar pequeño y acogedor, donde de inmediato los guardias les dirigieron a que tomaran algo caliente en la mejor taberna de la región, el Hongo de Ambrick. A pesar de que con su experiencia en los bancales de la granja desconfiaban de todo lo relacionado con setas, se dirigieron a la taberna, donde fueron recibidos por Ambrick, que resultó ser un enano bastante acogedor. Allí pudieron finalmente descansar, comer en paz, disfrutar del fuego, y descubrieron que Ambrick había tratado de recuperar los bancales de la fallecida familia Nircada, ofreciéndoles 200 monedas de oro por ellos. Clavis invitó a varias rondas a los presentes, consiguiendo averiguar que se encontraban en el dominio de Valachan, el dominio del duque Ulric von Kharkov, señor del Castillo Pantara. Ungrad estaba gobernada por el burgomaestre Félix Hoyer, que había llegado unos doce años atrás, coincidiendo con uno de los mayores brotes de Fiebre Blanca que había vivido la ciudad, una enfermedad endémica de Valachan, que había obligado a Hoyer a ordenar destruir y quemar granjas enteras (como la de los Nircada), hasta que había recurrido a los servicios de una doctora, Antianetta Despini, que en poco más de un año consiguió acabar con la epidemia, y que finalmente, se casaría con el burgomaestre. Sin embargo, su boda se vería manchada por la llegada de Awilda, una vidente vistani que había perdido a su hija en la Fiebre Blanca, y que culpaba de ello a Hoyer. La vidente no dudó en maldecir al burgomaestre, y de hecho, al contrario que el resto de los vistani, completamente nómadas, se había asentado en Ungrad.
Finalmente, se dirigieron a El Buen Reposo, la mejor posada de Ungrad, y por el camino conocieron a la doctora Antianetta Despini-Hoyer, que se mostró encantadora, tímida y solícita, acompañándoles a la posada. Allí conocieron a la dueña, Mademoiselle Beatrice, un curioso personaje atendido por dos sirvientes invisibles y que tocaba el clavicordio para entretener a sus huéspedes. Por fin, tras disfrutar de un baño caliente, pudieron dormir en camas blandas y cómodas... Al día siguiente, Sombra y Clavis despertaron bien, pero Ronna y Balduin mostraron los primeros síntomas del envenenamiento por esporas de la granja de los Nircada. Acudieron al hospital de la doctora Despini-Hoyer, aunque ella no estaba, fueron tratados por sus enfermeras, que prescribieron una cita para ellos, y reposo completo para no empeorar. Ronna y Balduin volvieron a la posada, mientras Sombra y Clavis hacían las compras que necesitaban. Sospechando de las costumbres de su anfitriona, Sombra exploró la vieja posada, encontrando una puerta cerrada en el sótano. Finalmente, inquietos, requirieron a los sirvientes invisibles la presencia de Mademoiselle Beatrice, que se presentó ante ellos, disipando sus dudas de que pudiera ser algún tipo de criatura nocturna. Dejando a los dos enfermos descansando, la pícara y el clérigo pidieron información sobra la vidente Awilda, dirigiéndose a su casa, situada en el barrio más avejentado de Ungrad. Encontraron la casa sin dificultad, y entraron, encontrándose allí con Awilda. La vidente se mostró orgullosa, parecía reconocerles... y entonces algo la golpeó, algún tipo de enfermedad repentina, porque cayó al suelo. Clavis pudo sentir algo oscuro allí, y utilizó sus poderes para tratar de apartarlo, pero apenas ganó unos segundos más de vida para Awilda, que tiró de Sombra hacia sí y consiguió sisearle sus últimas palabras: debían destruirlo, él había convertido a su niña en un monstruo, y para ello, necesitaban las rosas que estaba detrás de la gárgola de una sola ala... Sin dar muchos detalles más, Awilda murió, siendo lo último que escuchó el mensaje de Eliza que Lady Sombra le transmitió, que Eliza era feliz...
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