Un dios inclemente by Steven Erikson
My rating: 5 of 5 stars
Que soy fan de Malaz en general y de Erikson en particular a estas alturas no le va a pilar desprevenido a nadie, así que la noticia de que el autor iba a darle una continuidad a Malaz: El Libro de los Caídos, y que encima Nova la iba a publicar en España, pues como entenderéis, se convirtió en una de las mejores noticias de su momento. De hecho, me falta que Nova se lance a publicar el resto de historias ambientadas en Malaz, como la Trilogía de Karkhanas, pero bueno, vamos a ir disfrutando de lo que tenemos y ya llegará lo siguiente.
Bueno, por si alguien no lo sabe, Malaz es el nombre que se le da al mundo de fantasía creado por Steve Erikson y Ian Esslemont en el que se desarrollan las novelas de ambos. Es un mundo que ya no es que sea de alta fantasía, si no que es de fantasía desbordada: los dioses prácticamente caminan por las calles, hay magia a toneladas, razas no humanas y criaturas místicas, etc, etc. Y dentro de ese mundo de fantasía, el Imperio de Malaz es una entidad política que parece haber alcanzado su máxima expansión en el tiempo transcurrido entre el último de los libros de El Libro de los Caídos y este Un dios inclemente; y el ejército de este Imperio de Malaz, especialmente sus infantes de marina, han sido los protagonistas absolutos de todos los libros de Erikson, y vuelven a serlo aquí. En Un dios inclemente volvemos al continente de Genabackis, donde comenzó El Libro de los Caídos y donde se desarrollan varias de las novelas de esa saga (Los jardines de la Luna, Memorias de Hielo, Doblan por los Mastines), aunque en esta ocasión nos lleva al norte del continente, lejos de la ciudad de Darujhistan, donde se habían desarrollado la mayor parte de estas novelas, en una región que solo habíamos visto casi de pasada como zona de procedencia de los Teblor y de otro de los personajes protagonistas de la saga: Karsa Orlong.
El caso es que después de El Libro de los Caídos, Karsa parece haberse convertido en un dios y se ha asentado en Darujhistan, pero a su pueblo les parece un dios lejano, inclemente, y que además no parece tener intención de mover un dedo para ayudar a los suyos, pues los teblor se enfrentan a una amenaza que ni su descomunal fuerza, ni su resistencia a la magia van a poder solventar: las grandes masas de hielo creadas por la magia de los jaghut en sus guerras con los t'lan imass se disuelven y una gran inundación se cierne sobre el norte de Genabackis. Es por esto que dirigidos por un señor de la guerra llamado Elloe Theros, los teblor y varios pueblos salvajes del norte de Genabackis van a comenzar a planear una invasión de los límites del Imperio de Malaz en el norte del continente. Y allí vamos a encontrar también un destacamento de soldados malazanos, que además de tener que prepararse para el ataque de los norteños, se van a encontrar con la resistencia y las manipulaciones de un grupo de mercenarios locales que parecen dispuestos a jugársela en cuanto tengan la menor oportunidad.
Con estas cartas encima de la mesa, Erikson nos trae un montón de nuevos personajes (Aguascalmas, Folibore, Rant, Tres...) y recupera a algunos antiguos (Eje, Ratamonje...), y nos va a contar por separado varias historias que confluyen en un final apocalíptico , en el que quizá ni toda la preparación de los malazanos o de las tribus norteñas podrán salvarles de las consecuencias del derretimiento de las masas de hielo de los jaghut. Y es que al final, Erikson vuelve a convertir sus novelas de fantasía en mucho más que simples novelas, y de nuevo nos sorprende al convertir Malaz en un territorio desde donde hablar de las consecuencias de la guerra, de los refugiados o del cambio climático, todo ello temas que, por desgracia, siguen hoy plenamente vigentes.
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