Si hace un par de meses alguien me hubiera dicho que me iba a leer en algún momento una novela de Bárbara Wood, me hubiera dado la risa y hubiera dicho “Sí, y luego de Corín Tellado, ¿no te jode?”. Y mira por donde, así ha sido. No me preguntéis como, pero cuando terminé de leer Grandes Dinastías coincidió con que mi madre acababa de leer La Estrella de Babilonia, precisamente de Bárbara Wood. “Léelo, te va a gustar”. “Mamá, ¿no me va a subir el azúcar? Que estos libros con tanto amor…”. “No, no, de verdad. Léelo.”
Y sorprendentemente, pues ha sido un libro de lo más entretenido. No memorable, pero sí entretenido. Escrito a la estela del boom de la novela de cripto-historia que siguió a la publicación de El Código DaVinci y que tantas obras de calidad tan dispar ha traído a librerías y bibliotecas, La Estrella de Babilonia, aunque sin perder cierto trasfondo de “chico conoce chica y se bailan el agua durante toda la novela”, no convierte la habitual historia de amor en el centro de la novela, sino en una parte prácticamente circunstancial.
En La Estrella de Babilonia, Bárbara Wood nos habla de la historia de la orden de los Alejandrinos, una organización secreta, surgida de los tiempos de Alejandro Magno y que custodió la Biblioteca de Alejandría hasta su destrucción en manos de los cristianos. A través del personaje de una controvertida egiptóloga, Candice Armstrong, apartada de los círculos académicos por su defensa de Nefertiti como faraón de Egipto, y del policía Glenn Masters, hijo de uno de los mentores de Candice, cuyo “accidente”, por supuesto, sirve como detonante a la historia; Wood nos lleva de Estados Unidos a Siria, de la edad actual a la Europa de las Cruzadas, de una ciudad perdida cercana a Palmira a una isla secreta de la costa de Escocia, con un ritmo narrativo de lo más aceptable, y sin apenas “errores” (bueno, sitúa un relicario con los restos de Santiago en el Museo de El Prado, pero en fin, habrá que perdonárselo a la mujer).
En fin, La Estrella de Babilonia es uno de esos libros apropiados para pasar el rato, sin muchas pretensiones (aunque parte del trasfondo religioso que tiene es bastante interesante), y accesible, uno de esos libros para leer cuando quieres algo sin complicaciones.
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