Como comenté en alguno de los últimos posts, iba a hacer una pausa en mis lecturas sobre Geralt de Rivia para leer algo diferente antes de volver a las aventuras del Brujo de pelo blanco. Y el elegido fue La Biblioteca de los Muertos, de Glenn Cooper (bueno, una traducción “libre” que ha hecho Grijalbo, el título original en inglés es The Secret of the Seventh Son). Para qué me meteré yo en según que berenjenales… En fin, vayamos al análisis:
La premisa de la que parte el libro es, desde luego, bastante interesante: en la isla de Wight, bajo la protección del Monasterio de Vectis, el día de 7 de Julio del 777 (07/07/777) nace, bajo siniestros presagios el séptimo hijo de un séptimo hijo. Y los augurios se cumplen cuando este muchacho (de nombre Octavus, manda huevos), comienza a escribir una lista de nombres y fechas, con dos simples anotaciones: Mors (Muerto) o Natus (Nacido). La historia prosigue, y así…
En nuestros días se desarrolla en Nueva York la historia de lo que parece ser un asesino en serie. Las víctimas reciben una tarjeta postal blanca con un ataúd dibujado y la fecha de su muerte. El FBI comienza a investigar el caso, que recibe el nombre de “El Caso del Asesino del Juicio Final”, y aquí aparece nuestro protagonista, Will Piper, el clásico investigador duro y a punto de jubilarse, al que asocian con Nancy Lipinski (se ve que Cooper era fan de Expediente-X porque Nancy es igualita, pero igualita a Scully).
A partir de aquí, la historia, que a priori podría dar mucho de sí, se pierde en el absurdo y la previsibilidad, reduciendo la trama a un vaivén de acontecimientos supuestamente inconexos y que deberían aportar pistas y guiar al lector… pero que son tan obvios que lo hacen es permitir que, antes de las primeras cien hojas, seas capaz de prever lo que va a ocurrir, e incluso plantearte media docena de finales mejores que el que tiene el libro.
Y es que Cooper reduce lo que podría ser una historia épica y misteriosa y lo convierte en un cajón de sastre en el que todo cabe: asesino en serie, misterios históricos (por cierto, hay uno que queda sin resolver), sectas medievales (la Hermandad de los Nombres… anda que…), el Área 51 (sí, sí, no es coña, el Área 51), asesinatos gubernamentales, conspiraciones… Y ninguno de los temas está bien llevado. Los personajes son auténticos clichés, las tramas no tienen profundidad… y hay dos errores históricos que el autor, con un poco de investigación (o mirando la Wikipedia, tampoco es cuestión de pedirle que investigue en los Archivos Secretos del Vaticano) hubiera evitado: no puede haber un franciscano en Inglaterra quinientos años antes del nacimiento de San Francisco de Asís, y no puede haber un Juan de Madrid, cuando Madrid no era más que campo… vamos, que no era ni siquiera la Magerit musulmana. Que sí, que no son como para arrojar al escritor al fuego, supongo que la mayoría de la gente que lea el libro ni reparará en ellos, pero para mí, no deja de ser una muestra del poco cuidado que han puesto el propio autor, sus correctores, editores, revisores y demás.
En fin, un libro olvidable que es mejor ignorar. ¡Pasemos al siguiente!
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