El año 1710 se acerca. Los Turcos han sido derrotados y finalmente se han alejado de Transilvania y Hungría, que han quedado bajo el control de los Habsburgo. Las tropas imperiales se acantonan en el Siebenburgen y otras ciudades de la región, tratando de evitar un nuevo ataque de los Otomanos.
Y en estas circunstancias, Mihail Pahlevitch y la Brujah Antitribu Luna Rivera, Arzobispo de Alba Iulia, reciben unos peculiares mensajeros. Se trataba de dos de las Hachas de Drácula, y su objetivo era simple. Su señor quería verles. Tanto Mihail como Luna aceptaron la llamada, y se pusieron en marcha hacia Valaquia, hasta que finalmente, se reunieron en Curtea de Arghes. Desde allí, y ya juntos, Mihail, Luna y los dos Hachas ascendieron los 1400 escalones del Castillo Arghes. Drácula les esperaba allí.
Durante la primera noche, el Tzimisce y la Brujah pudieron disfrutar de la hospitalidad de Drácula, mientras este les entregaba alimento, una compañía teatral representaba una obra de Eurípides para ellos, y se les invitaba a una pequeña orgía. A la noche siguiente, Drácula reveló el motivo de su invitación. Quería recuperar un objeto mágico que le había pertenecido tiempo atrás, la Espada de Drácula, y quería comprobar si alguno de ellos tenía información que pudiera ayudarle. Mihail recordó que la Espada de Drácula les había sido ofrecida por los Tremere años atrás, cambio de que les entregaran a María Asunción, aunque habían rechazado la oferta, y así se lo hizo saber a Drácula. El llamado “Hijo del Dragón” les dejó partir, al parecer satisfecho con la información.
Mihail y Luna volvieron a sus dominios, llegó el año 1710, y el Invierno se tornó cada vez más frío. Y entonces, comenzaron las desapariciones de niños. Tanto Zadar como Alba Iulia, como la mayoría de ciudades entre Dalmacia y Transilvania los sufrieron. Cuando se repitieron, la Inquisición hizo acto de presencia, el obispo Dmitri Inigo fue nombrado nuevo Inquisidor General, y los soldados de los Habsburgo parecían dispuestos a todo para ayudarles. Luna descubrió viejas leyendas sobre sacrificios de niños y climas extraños, y todos se relacionaban con un demonio llamado Kupala, que parecía estar atado a la Tierra de Transilvania. La Brujah emprendió camino hacia Zadar, donde se encontraba ahora la gran biblioteca reunida por el antiguo Príncipe de Alba Iulia, el Toreador Antoine Henri. En Zadar, Mihail permitió a Luna consultar la vieja biblioteca, y juntos, recibieron la visita de un cansado Octavio. El Profeta Malkavian, que parecía agotado, les dijo que el Dragón trataba de arrancar el corazón del demonio Kupala de la Tierra para liberarle y planeaba utilizar para ello la Espada de Drácula. Después de avisarles, Octavio se marchó, diciendo que debía encontrar a aquel que llevaría su manto.
Sabiendo que probablemente el Dragón al que Octavio se refería era Drácula, Mihail y Luna se pusieron en camino hacia Alceditz, el lugar más cercano a Ceoris accesible para cualquiera que no portase sangre Tremere, y allí, de mala gana, Claas Drescher, el castellano de Ceoris se reunió con ellos. La Espada de Drácula les había sido robada, sí, aunque no sabían quien era el ladrón. Al parecer, la espada absorbía la sangre se aquellos a los que hería, y las almas de aquellos a los que mataba. Pero los Tremere habían puesto una salvaguarda sobre ella, una palabra que liberaba todo el poder que hubiera acumulado.
Con esta palabra en sus mentes, Luna y Mihail emprendieron el viaje hacia el Castillo Arghes, a través de enormes ventiscas y tormentas, y finalmente, volvieron a reencontrarse con Drácula. Éste admitió sus planes: había secuestrado a los niños para llevar a cabo un ritual con el que liberar al demonio Kupala. Le pondría bajo su poder y lo utilizaría para curar la tierra maldita de Transilvania. Aún quedaban seis niños por sacrificar, los últimos antes del ritual. Drácula ya había borrado el sello geomántico que por consejo de Zelios habían grabado en su castillo muchos años atrás, y parecía realmente dispuesto a liberar al Demonio… así que Luna dijo la palabra, antes de que Drácula concluyera el ritual por el que ya había sacrificado a 94 inocentes. La Espada de Drácula bañó las estancias de sangre y las almas prisioneras volaron. Luna y Mihail atacaron a Drácula, que estuvo a punto de acabar con ellos incluso antes de que llegaran sus Hachas, pero finalmente, les dejó marchar, avisándoles de que hasta ese momento, les había considerado aliados.
A partir de entonces, serían enemigos.
A su regreso a Alba Iulia, donde Mihail descansaría para curar sus heridas antes de volver a Zadar, recibirían una misiva de Lucita con una nota de Anatole. Al parecer, Anatole había diablerizado al Malkavian Octavio, y les advertía de que Seis de las señales de la Gehena ya habían pasado.
Quedaban sólo tres.
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