Geoff Johns parece haberse especializado en devolver a la más rabiosa actualidad a personajes cuyo momento de gloria parecía haber pasado. Lo vimos con Hal Jordan, que se ha convertido prácticamente en el centro de todo lo que ha sucedido en el universo DC en los últimos años. Lo hemos visto con Barry Allen, vuelto al mundo de los vivos en la Crisis Final de Grant Morrison, pero del que Johns se ha hecho cargo, tanto en Flash Rebirth como en la serie regular de la que hoy hablamos y que derivará en el futuro evento DC que dará a luz a un nuevo y controvertido mundo, Flashpoint. Y lo hará en el futuro con Aquaman, para el que probablemente tenga grandes planes, como ya ha demostrado en El Día Más Brillante.
Pero como dice en el título, hoy es el día de hablar del Relámpago Carmesí, el más rápido de los corredores del Universo DC: Flash, el Flash clásico, Barry Allen, protagonista del tomo que nos ocupa: Flash; la Infame Muerte de los Villanos. No voy a entrar ahora a discutir o debatir sobre lo apropiado de que Barry Allen vuelva a ser Flash, marginando a Wally West (para muchos de mi generación, el auténtico Flash clásico) a un nada merecido segundo plano, más que nada porque las cosas son como son. DC ha decidido que es el momento de Barry Allen, y hay que tratar de disfrutar con ello. Y por suerte, Geoff Johns es, a día de hoy, probablemente el mejor guionista que tiene el panorama del cómic americano, de modo que sí. Se disfruta con Barry Allen.
El tomo que nos ocupa hoy recoge los ocho primeros números de la nueva colección regular de Flash, con Johns en los guiones y los lápices de Francis Manapul (además de un Secret Origin de mano del dibujante que más se vincula a Flash probablemente, Scott Kolins), vinculados a El Día Más Brillante, y en los que al mismo tiempo, ya se empieza a hablar de la futura Flashpoint. Barry Allen ha vuelto a Central City, y con él, lo hacen también sus antagonistas clásicos, los Villanos: Capitán Frío, Ola de Calor, Brujo del Clima, Trickster y Amo de los Espejos… además del Capitán Boomerang, uno de los trece personajes devueltos a la vida por la Batería Blanca al final de La Noche Más Oscura, y que según El Día Más Brillante tiene un papel que cumplir en la búsqueda del nuevo protector de la Tierra: lanzar el boomerang, al parecer a la heroína Paloma, que tiene algún tipo de vinculación con las fuerzas primordiales de la Vida. Sin embargo, este argumento, aunque se menciona en estos números, queda para la colección propia de El Día Más Brillante, ya que Flash tiene sus propios problemas.
Y es que mientras Barry Allen trata de recuperar su vieja vida, su relación con su esposa Iris, y su trabajo en el departamento forense de la policía de Central City, aparece el cadáver de uno de sus enemigos clásicos, uno de los Villanos, al que según todas las pruebas, ha matado el propio Barry Allen… o eso parece. Pronto descubrimos que no se trata del villano, sino de una versión futura, procedente del siglo XXV (el mismo del que viene Eobard Thawne, el siniestro Flash Reverso) en el que el manto de los Villanos ha sido recogido por un cuerpo policial especial, y estos sirven a la ley. Los compañeros del fallecido tratarán de detener a Flash para evitar que este cometa el crimen del que le acusan y… bueno, si sigo contando más, entraré en el peligroso terreno del Spoiler, del que vamos a huir como de la peste bubónica. El argumento no es exactamente original (¿alguien ha dicho Minority Reports?), pero Johns ejerce su labor como mejor sabe hacerlo, con una historia narrada de la mejor manera posible, dinámica y adictiva, aunque en esta ocasión, no nos depara grandes sorpresas… aunque ya anuncia el Flashpoint y lo que está por venir. Mención aparte merece el número 8, incluido en el tomo y en el que se nos habla de cómo el Flash Reverso llega a ser quien es… impresionante.
Frente al hiperrealismo de Ethan van Sciver, al que pudimos disfrutar en Flash Rebirth, en este tomo tenemos a Francis Manapul, un dibujante filipino que alcanzó el reconocimiento por su trabajo en Witchblade y que llega a Flash con un estilo muy diferente al de van Sciver, más cercano al cartoon y que consigue transmitir a Flash algo tan necesario como la sensación de velocidad en cada viñeta (en la mejor línea del propio Kolins o nuestro Ángel Unzueta), lo que convierte el tomo en un trabajo conjunto bastante redondo del que poder disfrutar.
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