A
petición de mi fiel Noemí, en ese pequeño reducto del Iconocronos que vamos a
dedicar a las marcas de ropa y complementos, vamos a aprovechar este viernes
para hablar de un diseñador que, como poco, era complejo. Se trata de Alexander
McQueen, genio de la moda que trabajó para marcas como Gucci o Givenchy, además
de su marca propia, y que llegó a un final precipitado con solo cuarenta años
de edad, tras haber revolucionado el mundo de la moda, especialmente para
mujer.
McQueen
fue un diseñador londinense que estudió diseño en Londres, y que junto a Stella
McCartney y John Galiano probablemente sea el británico más influyente del
mundo de la moda contemporánea. Con veintiséis años ya sustituía a Galiano al
frente de Givenchy, y ganaba el premio al mejor diseñador británico, y sólo
cuatro años más tarde, la propia Gucci (de la que hablaremos otro día, detrás
de ella hay toda una fascinante historia familiar digna de una novela) compró
la mayor parte de las acciones de la propia marca Alexander McQueen, dándole al
diseñador una libertad de la que al parecer no había gozado durante su estancia
en el gran conglomerado LVMH, del que forma parte Givenchy (junto con otras
grandes marcas como Louis-Vuitton, Dior, Zenith, DKNY, Möet, Hennessy, Dom
Perignon, Loewe, Bulgari…). Y McQueen no dudó en utilizar su libertad para
revolucionar las pasarelas, consiguiendo admirados seguidores y furiosos
detractores.
Se
le ha tachado de misógino, quizá debido a su homosexualidad (se casó en el año
2000), o quizá por la “brutalidad” de sus diseños, del mismo modo que en sus
primeros años, David Delfín conmocionó las pasarelas españolas. El arte de
McQueen es al mismo tiempo gótico y romántico, con cierto espíritu de cuento de
hadas que incluye al final una madrastra psicópata. Y sí, todo eso se puede
conseguir con ropa. Pero chicos… Alexander McQueen no es una marca fácil para
nosotros. Es decir, hay que tener muchos huevos o ser muy cool para llevar un
McQueen, así que como he dicho antes, lo de hoy es más para uso y disfrute de
Noemí (no te quejes, post personalizado…)
Por
desgracia, Alexander McQueen sufrió el mismo destino que muchos otros grandes:
su propia leyenda le devoró. Se le encontró muerto en su casa de Londres,
ahorcado tras haber consumido coca, somníferos y tranquilizantes. Sarah Burton,
su mano derecha durante muchos años, ha continuado adelante con la marca
Alexander McQueen, pero de eso hace solo dos años, y Burton tiene mucho que
demostrar.
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