Desde
su escondite tras una cortina, Fusk Aesirk pudo ver como Meñique, Osmund
Kettleback y Randall Tarly requerían los servicios del Reina de Dragones, pero mientras que el Capa Blanca y Meñique
parecían disfrutar del lugar, el señor de Colina Cuerno parecía fuera de lugar,
nervioso e incómodo. Fusk intentó salir del lugar sin ser visto, pero llamó la
atención de Meñique, así que una de las mujeres del local le condujo hasta la
mesa de los otros tres Ponienti. Randall Tarly puso sin tapujos la muerte de Fusk
sobre la mesa por haberles descubierto, pero Meñique trató de averiguar el
motivo de la presencia del norteño en Braavos, después de haber huido del Norte
junto a los Hombres del Hierro. Sin embargo, Fusk supo volver la situación a su
favor, averiguando que los tres se encontraban en Braavos siguiendo órdenes de
Eddard Stark, y que habían enviado a un asesino, un Hombre Sin Rostro para
acabar con la vida de Daenerys Targaryen. Además, supo que la alianza de los
Tyrell con los Lannister era más débil de lo que aparentaba, y por ello Randall
Tarly representaba al Dominio en aquellas cuestiones, mientras en Braavos
trataban de contratar una compañía que liberase a Loras Tyrell, que continuaba
en manos de los Lannister desde la derrota de Septo de Piedra. Fusk abandonó el
Reina de Dragones, volviendo a toda
prisa al Puerto del Trapero, en busca de Victarion, convenciendo al Almirante
del Hierro para que tratasen de capturar a Meñique, Tarly y Kettleback.
Victarion, Fusk y algunos Hombres del Hierro acudieron al Reina, para descubrir que los tres habían abandonado poco después
que Fusk el local. Los Hombres del Hierro y Fusk buscaron a los Ponienti en las
calles cercanas al Puerto de Chicquy, donde Fusk se encontró con Osmund
Kettleback, que al parecer cubría la huida de
Meñique y Tarly. Osmund hirió a Fusk, pero la llegada de Victarion
pronto cambió las tornas, y tras una ayuda de Fusk, Victarion consiguió acabar
de forma sangrienta con la vida del Capablanca, arrojando sus restos a uno de
los canales.
Lo
más rápido que pudieron y tras aprovisionar sus barcos, Fusk y los Hombres del
Hierro volvieron a sus barcos, y la Flota emprendió el camino hacia Meereen,
evitando los Escalones de Piedra y Volantis para que no hubiera rumores del
movimiento de la Flota. Así, consiguieron alcanzar a la flota Volantene que se
había retirado del puerto de Meereen y de la Costa Ghiscaria tras el ataque de
los dragones, y bajo el liderazgo de Victarion, los Hombres del Hierro
destruyeron a los Volantenes, hundiendo sus barcos y consiguiendo traspasar su
cordón. Meereen estaba ahora a su alcance.
Mientras
tanto, Erwyn Aesirk y Robb Stark continuaban su camino hacia el Muro desde la
Torre de la Viuda, enfrentándose al fuerte viento gélido que venía del Norte.
Sobre ellos, pudieron ver volando a los cuervos blancos que la Ciudadela
enviaba a las ciudades norteñas para avisar de que el Invierno había llegado.
Encontraron varias poblaciones de los Hombres Libres abandonadas, y finalmente,
dieron con una caravana de ellos que se dirigía también hacia el Muro. Al
parecer, el Lord Comandante Mormont había convocado a todos los salvajes que se
habían asentado en el Agasajo para que acudieran al Muro. Erwyn y Robb llegaron
al Castillo Negro tras dejar tras de sí a números niños y mujeres del Pueblo
Libre que los Hermanos de la Guardia de la Noche dejaban en Villa Topo,
mientras los hombres acudían a reforzar el Muro. En el Castillo Negro, Erwyn y
Robb fueron recibidos por Jeor Mormont, Jon Nieve, el Maestre Aemon y Samwell
Tarly. Jon recibió con alegría y sorpresa a su hermano, pero el Lord
Comandante, a pesar de acogerlos, no tenía buenas noticias para ellos. El Lord
Protector Stark había denegado la petición de Erwyn y Robb de que se abrieran
las puertas del Castillo Negro a los Hombres Libres para luchar contra los
Bolton. Erwyn preguntó por qué los Hombres que habían seguido a Mance Rayder
estaban siendo llamados al Muro, y Jeor Mormont se lo explicó, subiendo a la
cima del Muro. Desde allí, pudieron ver que miles de Hombres Libres se habían
reunido a los pies del Muro, exigiendo asilo en las tierras del Sur, y lanzando
esporádicos pero ineficaces ataques a la gran construcción. El Lord Comandante
iba a utilizar a los salvajes para luchar contra los salvajes. Erwyn pidió
permiso al Lord Comandante para cruzar él el muro y hablar con los salvajes,
pero el Maestre Aemon recomendó que no se hiciera nada hasta que llegara la luz
del día.
Tras
la cena, Jon y Sam Tarly acudieron a la habitación que se había entregado a
Robb y Erwyn, y allí, Jon les explicó que Uther, Oweyn y Theon Greyjoy habían
partido hacia el Norte con una expedición dirigida por Ser Allyser Thorne, y
que habían matado a uno de los Hermanos Negros antes de desaparecer. Sin
embargo, Sam Tarly le explicó a Erwyn que no creía que sus familiares hubieran
desertado, sino que era algo provocado por la misión que les había llevado a
cruzar el Muro, y le explicó a Erwyn el contenido de las cartas que se habían
cruzado años atrás Rhaegar Targaryen y el Maestre Aemon, y que él había leído
para Oweyn. Erwyn tenía pensado
parlamentar con los salvajes al día siguiente, pero el amanecer les trajo una
desagradable sorpresa. Los cuernos de la batalla les despertaron, y cuando se
armaron supieron que un ejército formado por gigantes, espectros, gatosombras,
cambiapieles y otras criaturas estaba atacando a los Hombres Libres que
acampaban tras el Muro. En el patio, el Lord Comandante estaba preparando a la
Guardia de la Noche para cruzar el Muro y combatir. La orden real le impedía
abrir las puertas a los salvajes, pero no estaba dispuesto a ver impasible como
eran masacrados. Así, Robb y Erwyn se unieron a los miembros de la Guardia de
la Noche y los Hombres Libres, cruzando el Muro y enfrentándose al ejército de
monstruos, dándose cuenta Erwyn de que todos tenían los ojos negros. Mientras
los salvajes eran guiados al interior del Castillo Negro, los miembros de la
Guardia de la Noche luchaban contra los atacantes, acabando Erwyn con la vida
de un gigante, pero pronto le alcanzó un helor gélido… Allí había Caminantes
Blancos.
Mucho
más al Norte, Oweyn Eld, Uther Aesirk y Theon Greyjoy ascendían las escaleras
que se retorcían por la montaña, y que les llevarían a las puertas abiertas del
Castillo de Discordia. Allí, de boca de una keriansai, supieron que el castillo
estaba prácticamente vacío, pues el Ejército de Discordia estaba en el Sur, en
el Muro. Oweyn, Uther y Theon cruzaron las estancias vacías del castillo hasta
llegar a la sala del trono, una gran habitación donde viejos troncos de arcianos
de ojos y bocas rojas se utilizaban como gigantescas columnas, con las ramas
entrelazándose en el techo. Y en el centro, sobre un trono de arciano, Bran
Stark, con los ojos negros y rodeado de una sombra gigantesca que emanaba frío
y maldad, con su huargo, Verano, sentado a sus pies. Había llegado el momento
de enfrentarse a Discordia. Ya heridos, los tres hombres tuvieron serios
problemas para defenderse de los ataques del huargo y de Bran Stark, que a
pesar de su invalidez, parecía desplazarse movido por las sombras, armado con
una espada de oscuridad pura. Las flechas de Theon Greyjoy consiguieron acabar
con la vida de Verano, y sería Oweyn Eld quien, finalmente, con su espada
impregnada de la sangre del oso Iorek, atravesó el pecho de Discordia, clavándolo
al respaldo del trono de arciano. Discordia moría… pero en ese momento, los ojo
de todos los arcianos se volvieron hacia el Norte, y desde allí, el sonido de
un cuerno crujió, rompiendo el cielo. Un fuerte terremoto sacudió el Valle de
Discordia, y el propio castillo se partió, siendo arrastrados Oweyn y Theon en
la caída, agarrándose a duras penas a la ladera de la montaña. Uther, que
consiguió no caer al vacío, vio como Ioana Skadi aparecía en la sala, ante el
trono de Discordia el cuerpo muerto de Bran
Stark, envuelta en llamas que se extendieron por los arcianos secos,
convirtiendo los restos del Castillo de Discordia en una gran antorcha. “¡El
Otro ha despertado!”, gritó Ioana, “¡avisad a todo el mundo! ¡Su cuerpo ya está
preparado para acogerle y ha vuelto! ¡El Otro ha regresado!”
Una
gigantesca avalancha silenció las palabras de la muchacha, arrastrando a Uther,
Oweyn y Theon a una muerte blanca, perlada de llamas…
Cuando
abrieron los ojos, se apoyaban sobre el Muro, y la batalla clamaba a su alrededor.
Los Hombres Libres cruzaban hacia el Castillo Negro, y la Guardia de la Noche
luchaba contra el ejército de Discordia. Erwyn, que estaba trabado en combate
con un Caminante Blanco, fue uno de los primeros en darse cuenta de que algo
pasaba, pues los Otros desaparecieron, y el resto de los miembros del
monstruoso ejército se vieron libres de la presión tiránica de Discordia. Sus
ojos retomaron la normalidad, y Jon Nieve lideró la carga de los Guardias
Negros para acabar con aquel ejército, confuso y debilitado. Erwyn se unió a la
matanza mientras Theon, Oweyn y Uther, malheridos, se mezclaban con los Hombres
Libres que cruzaban el Muro. Y en ese momento, llegó el trueno, y una gran
oscuridad se formó en el Norte. Una inmensa sombra voló desde el Norte, en
dirección al Muro, y la figura de una garra de oscuridad pudo verse entre las
nubes del cielo recién amanecido. La garra se desvaneció, y hubo un gran
silencio… y entonces, llegó el crujido.
Erwyn, Jon Nieve, Robb, Ulegu y el resto de los hombres que se
encontraban más allá del Muro fueron los primeros en verlo. Una gran grieta se
extendía por la superficie helada del Muro, tan profunda que gigantescos trozos
de hielo caían al vacío, aplastando a los Guardias y a los salvajes que estaban
a sus pies. Boquiabiertos, vieron como las grietas se extendían, y el Muro se
desplomaba, no solo en el Castillo Negro, sino allá donde alcanzaba la vista.
En
el interior del Castillo Negro, llegó como un gigantesco rugido, y luego las
paredes del propio castillo se desplomaron bajo los gigantescos cascotes de
hielo que caían del Muro. Aquellos que habían cruzado, consiguieron desplazarse
hacia lugares seguros, pero los que aún estaban bajo el Muro o dentro del
Castillo, murieron de forma horrible, aplastados por el propio hielo. Muchos,
entre ellos el Lord Comandante Mormont, murieron al arrojarse enloquecidos
contra el Muro, quizá pensando en evitar su caída. Otros, como el Maestre Aemon
o Sam Tarly, perecieron entre los muros del castillo.
El
sol se encontraba ya alto en el cielo cuando Erwyn, Ulegu, Jon, Robb y el resto de los supervivientes que
se encontraban Más Allá del Muro consiguieron cruzar lo que ahora era una
montaña de hielo, encontrándose con numerosos heridos. Ygritte les recibió,
acudiendo llorosa a ellos para decirles que los supervivientes se habían
dirigido a Villa Topo, donde la Guardia de la Noche se estaba reagrupando junto
a los salvajes. Los supervivientes se dirigieron hacia allí, y Erwyn descubrió
entre los refugiados a Theon, Oweyn y Uther. Tras asegurarse de que les
escondían en un lugar donde los Guardias de la Noche no pudieran verles, buscó
a alguien que les curara, y cuando finalmente pudieron hablar, se reunió allí
con ellos, Jon y Robb. Theon, Oweyn y Uther les contaron lo ocurrido en el Norte,
y las palabras de Ioana, avisándoles del despertar del Otro. Ante esa
situación, debían replantearse la situación. Oweyn, Uther y Theon habían
descubierto que Azor Ahai se había encarnado en Edric Tormenta, y que la espada
del antiguo héroe, había sido la portada por Arthur Dayne y había terminado en
manos de Ashara Dayne. Todo ello apuntaba a Dorne, y hacía allí se dirigirían
Oweyn, Uther y Erwyn, pero antes, junto a la Guardia de la Noche, tomarían
Puertoescarcha, que Erwyn cedía temporalmente a los Hermanos Negros. Mientras
Jon ayudaba a la reorganización de la Guardia de la Noche, Robb y Theon
intentarían recuperar el control del Norte de manos de los Bolton, los Frey y
los Lannister. Pero los pasos de Uther, Erwyn y Oweyn, ahora les dirigirían
hacia el Sur…
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