La
paz no es del gusto de todos, y eso es algo que Robyn Young sabe y ha
aprovechado muy bien para lanzar el desarrollo de su segunda novela de la
trilogía que dedica a los Templarios, el Ánima Templi y la vida del
protagonista de sus novelas, Will Campbell. Al final de Hermandad, nos encontrábamos con que musulmanes y cristianos de
Tierra Santa llegaban a un acuerdo, un pacto de paz, inspirado por el Ánima
Templi y por los hombres que, como el emir Kalawun, también creen en la paz
dentro de los Mamelucos.
Cuando
comienza Cruzados, han pasado varios
años desde la toma de Antioquía por parte de los Mamelucos, y la situación se
ha estancado en los tres bandos que pugnan por Tierra Santa. Por un lado los
cristianos, carentes del empuje de una nueva cruzada, siguen confinados a su rincón,
con su capital en San Juan de Acre. Por otro, los Mongoles tratan de agitar la situación
desde su posición en Anatolia y Persia. Y por otro, los Mamelucos liderados por
Baybars continúen siendo casi hegemónicos en la región, pero los consejos del
emir Qalawun y el miedo a una alianza entre Mongoles y Cristianos, hace que
estos también mantengan su parte de la tregua.
Como
he dicho al principio, la paz no es del gusto de todos, y eran demasiadas las
facciones que se movían en el Próximo Oriente Medieval como para que esta
durase mucho. Los Templarios se enfrentaban a los Hospitalarios y a los
Teutones. Los mercaderes venecianos lo hacían con pisanos y genoveses. El
propio trono de Jerusalén se disputaba entre el rey Hugo de Chipre y el
príncipe Carlos de Anjou, cada uno con sus detractores y aliados. Y en el
Islam, los conflictos entre la oficialidad sunita de los Mamelucos y los Chiíes
aún presentes en varias zonas de Turquía y Siria, eran aún incluso más
profundos que los que enfrentaban a los latinos. Con un tapiz así, no es de
extrañar que en Cruzados, Robyn Young
se meta de lleno en el mundo de las intrigas cortesanas, alejándose del aire
detectivesco que tenía Hermandad, con
la búsqueda del Libro del Grial, para
centrarse en enfrentamientos y cambios políticos. Con la paz en Tierra Santa,
varios mercaderes asentados en Acre, comienzan a ver como sus ganancias
disminuyen drásticamente, las Órdenes Militares ya no requieren de caballos,
armaduras o armas, y la prohibición de Baybars de comerciar con los cristianos,
hace que otros mercados, como el de esclavos, se tambaleen. Y serán estos
mercaderes, aliados con aquellos que buscan provocar una nueva cruzada o
vengarse del dominio suní los que trazarán un plan que podría lanzar a la
guerra indiscriminada a Cristianos y Musulmanes: robar la Piedra Negra de La
Kaaba, en la Ciudad Santa de La Meca.
El
templario Will Campbell, junto a sus aliados del Ánima Templi; y el emir
Kalawun, dentro de la Corte de los Mamelucos, intentarán evitar que esto
suceda, en una misión que parece imposible pero que no tienen más remedio que
cumplir si no quieren que todo por lo que han luchado, desaparezca en el fuego
de la batalla. Y mientras esto ocurre, la esperanza de todos, el hijo de
Baybars, Baraka Kan, tutelado por Kalawun y que debía ser el sultán de la paz,
parece no estar a la altura de lo que se espera de él… ni mucho menos.
Con
Cruzada, Robyn Young consigue una
obra redonda, mucho más completa y mejor desarrollada que Hermandad, con un ritmo desenfrenado que atrapa al lector desde el
principio, y que mezcla de forma intrigante muchas tramas y temas,
envolviéndonos capa tras capa en uno de los periodos más interesantes de la Historia.
Quizá el fallo del libro sea la superposición de la trama a los personajes. Si
en Hermandad veíamos que por ejemplo,
Garin de Lyons era un personaje perfectamente tratado, en Cruzados vemos que se tiende a crear unas impresiones más maniqueas
de los personajes. Salvo Baybars, al que consigue dar cierta profundidad, en
los demás, los buenos son buenos, y los malos malos. El verdadero peso de la
novela recae sobre los giros argumentales, no sobre la evolución de los
personajes.
En
fin, un libro muy entretenido, y sobre todo, un intento de acercarse de forma
lo más veraz posible a la situación de Tierra Santa en el último cuarto del
siglo XIII, al fascinante mundo de los Cruzados, los Mamelucos y las Órdenes
Militares.
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