Hoy,
por fin, tras varios años de espera por el retraso de casi tres años en la
publicación de Réquiem, el libro del
que hablamos hoy, he terminado de leer la trilogía sobre los Templarios que
Robyn Young iniciara hace varios años, con Hermandad y Cruzados, de los que ya
hemos hablado por aquí. Y lo primero que debo decir es que ojalá muchos autores
de novela histórica tomaran ejemplo del perfecto equilibrio en el que esta
escritora se mueve, entre la historia y la narrativa.
Réquiem continúa la historia de William
Campbell, el Templario de origen escocés que protagonizara las entregas
anteriores de la saga, y avanza en su historia y en la de la Orden del Temple
en los años que siguieron a la Caída de Acre en manos de los Mamelucos, y lo
hace en nuevos escenarios y con nuevos personajes para ahondar en la que
probablemente sea la época más conocida y más controvertida de la Orden: los
años previos a su caída y su juicio en manos de las autoridades de la época.
Si
el primer volumen de esta saga transcurría de forma prácticamente íntegra en
Inglaterra y París, con algunas pequeñas ubicaciones en Tierra Santa; y el
segundo se desarrollaba en el Próximo Oriente en totalidad; en este tercer volumen, y como era de esperar
tras lo ocurrido en Acre en Cruzados, en
Réquiem volvemos a Occidente,
especialmente a París y a Escocia. Y es que mientras en París se desarrolla la
quimérica tela de araña trazada por el rey Felipe IV de Francia, al que
llamaban “El Hermoso” y ese gran arquitecto del proyecto de disolución de la
Orden del Temple que fue Guillermo de Nogaret, el gran legislador de la caída
del Temple; Will Campbell, decidido a oponerse sea como sea a los planes de
Eduardo I de Inglaterra, se mezcla en la guerra de este con Escocia, de modo
que, personajes que parecían distantes a esta historia, se mezclan en ella.
Así, hace su aparición William Wallace, personaje histórico convertido en héroe
contemporáneo gracias a la película Braveheart,
junto al que acudimos a las grandes batallas por la libertad el pueblo escocés.
Lo
cierto es que en varios momentos del libro, a pesar de estar muy bien escrito y
bastante bien justificado todo, Robyn Young no deja de adolecer de cierto “síndrome
de los Episodios Nacionales”, es decir, el como Galdós conseguía que sus
personajes estuvieran presentes en todos los momentos importantes de la
historia de España que quería narras. La casualidad juega un importante papel
en la historia de Will Campbell (que además debe tener un buen bono transporte
para pasar con tanta frecuencia de Inglaterra a Francia). Pero aún con este
pequeño detalle en contra, el dinamismo de la historia y la forma de escribir
de Young hacen que esto se convierta en una anécdota que aporta incluso cierto
humor negro a lo que estás leyendo. Quizá es curioso que, después de todo lo
que hemos seguido la historia de los Templarios, los juicios contra estos que
condujeron a su disolución, sean un breve aunque significativo episodio del
libro.
Pero
lo mejor que tiene Robyn Young es que es sincera, y tiene uno de los epílogos
más útiles a nivel de datos que he visto en libro histórico alguno, y es que en
él, Young explica el por qué ha enfocado la novela como lo ha hecho, y sobre
todo, explica y da los datos correctos históricos de lo que en la novela ha
modificado. Con ello, consigue uno de los grandes méritos de la novela
histórica, atraer la atención del lector sobre una época, a través de la
novela, y luego aclarar qué es lo que históricamente sucedió. Un gran detalle
por su parte, y una prueba de madurez y seriedad en el tema a tratar.
Un
libro que un enamorado del Temple no teme recomendar.
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