Para poner fin a la primera de las trilogías de Frank Herbert sobre Dune, y después de las ya comentadas Dune y El Mesías de Dune, llega al Iconocronos Hijos de Dune, tercer volumen de la saga y que nos trae más o menos la resolución de esta primera trilogía sobre los Atreides. Resumiendo lo leído hasta ahora:
A causa de las manipulaciones de la Casa Harkonnen y el Imperio de los Corrino, el Duque Leto Atreides es enviado con su familia al planeta Arrakis, al que llaman Dune, lugar donde se produce la especia geriátrica melange. Su esposa, Dama Jessica, es una hija ilegítima de su mayor enemigo, el Barón Vladimir Harkonnen, y ha tenido el entrenamiento de las Bene Geserit, una orden femenina que entrena las emociones; y sobre su hijo y heredero, Paul, recaen las sospechas de ser el Kwisatz Haderach, una especie de mesías que las esperan las Bene Geserit. La traición de uno de los suyos provoca que Leto muera y que Paul y los suyos tengan que refugiarse entre los nativos de Dune, los Fremen, descubriendo así el origen de la Especia, y que Paul es el Muad´dib, el mesías esperado por los Fremen. Finalmente, Paul consigue enfrentarse a los Harkonnen y los Corrino, acabando así con el dominio de estos sobre el Imperio, y situándose a la cabeza de la institución al contraer matrimonio con Irulan Corrino, princesa imperial, aunque sea un matrimonio nominal, pues Paul Atreides ama realmente a Chani, una de las Fremen.
El poder que Paul consigue, y la Yihad que los seguidores de Muad´dib llevan a cabo por el universo, hace que se reúna una alianza contra él, en la que participan diferentes grupos, desde las Bene Gesserit y el Bene Tleilaxu a la propia Irulan, aunque su participación es tangencial. Los Tleilaxu entregan como supuesto regalo (envenenado por supuesto) a Paul Atreides un ghola de su compañero Duncan Idaho,fallecido en las guerras con los Harkonnen, condicionado para asesinar a Paul. Aunque Idaho consigue vencer su condicionamiento, los conjurados atacan a Paul poco antes del nacimiento de sus hijos con Chani, su amante Fremen. Paul vence a la conjura, aunque a costa de su vista, y nacen sus hijos y herederos, Leto y Ghanima, que quedan al cuidado de Alia, hermana de Paul. Paul se introduce en el desierto, en busca de su propia muerte, siguiendo la tradición Fremen que indica que aquellos que no pueden valerse por sí mismos, se aparten de la tribu.
Y así comienza Hijos de Dune, con unos Leto y Ghanima aún niños pero más despiertos de lo habitual, pues la sobredosis de especia que Chani sufrió durante su embarazo, les ha dado el mismo poder que tiene su tía y custodia, Alia, capaz de mantener los recuerdos de todos sus antepasados y acceder a voluntad a sus conocimientos. Alia dirige el imperio legado por Paul, y los Corrino deciden que ha llegado el momento de recuperar su antiguo lugar preeminente, tratando de acabar con los herederos de Paul. La tensión con los Corrino y la llegada de su madre, Lady Jessica, de vuelta a Dune como enviada del Bene Gesserit, hace que Alia recurra a las personalidades de sus antepasados en busca de ayuda, encontrando una presencia inesperada, la de Vladimir Harkonnen. El trato entre Vladimir y Alia la convierte en una Abominación, y comienza un complejo juego de conspiraciones y contraconspiraciones, en el que todo el mundo sabe más de lo que dice, o al menos, lo aparenta. Y mientras todos los presenten ocupan su papel, un predicador procedente del desierto despierta sospechas sobre el regreso de Paul Atreides.
Hijos de Dune es una gran lectura, pero quizá también el más complicado de los tres libros de esta primera etapa de la narración de Herbert sobre los Atreides. El mundo que Herbert crea es sólido, complejo y en algunos momentos difícil de entender, y el enfoque que hace sobre los pensamientos y las emociones, hace que algunos párrafos sean realmente complejos. Como comentaba sobre El Mesías de Dune, hay mucho de "haré como que no sé que ella sabe que yo sé que sabe...". Una novela interesante, potente, pero que no puede ser enfrentada como una lectura ligera...
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