No es la crónica de un mundo... es la historia de muchos.

jueves, 21 de marzo de 2013

DUNE





                Hay libros que llegan a la vida de uno a través de varias señales. Y cuando un amigo que ha acertado de lleno cada vez que te ha recomendado algo, tus jugadores de rol de los sábados y tu pareja te recomiendan, en poco tiempo todos, que leas un libro… es el momento de hacerlo. Así es como Dune llegó a mi vida.
                Por supuesto, había oído hablar de la obra de Frank Herbert, tanto de la novela como de la película que sobre ella dirigió David Lynch en 1984, tomando como base la novela escrita en 1965. En diversas ocasiones, cuando he hablado de otros clásicos de la Ciencia-Ficción ya he comentado que este campo nunca me había llamado la atención, hasta que Dan Simmons llegó a mi vida con Ilión, de modo que ni había visto la película, ni había leído el libro. Pero las dos cuestiones se han solucionado, y aunque hay gente mejor preparada que yo para hablar de la peli, hoy vamos a hablar del libro.
                Como he dicho por ahí arriba, Dune es la primera parte de una trilogía escrita por Frank Herbert en 1965, formada por la propia Dune y sus continuaciones, El Mesías de Dune e Hijos de Dune. Luego hay otras trilogías, pero por lo que se ve, esta es la importante. En esta novela, Frank Herbert hace un excelente trabajo de proyección y filosofía, y para ello, crea todo un nuevo mundo (o una colección de ellos) situado en un futuro en el que las costumbres han vuelto hacia el pasado, hacia un carácter feudal que recuerda mucho a la Edad Media. El Universo está regido por un poderoso Imperio al frente del cual se encuentra el Emperador Padishah Shaddam IV junto a su corte, aunque hay un poder superior al propio Imperio: La Cofradía, un grupo de comerciantes interestelares que manejan el transporte entre los planetas que conforman el dominio imperial, lo que los hace imprescindibles para cualquier movimiento o acción dentro del propio Imperio. Dentro del Imperio, hay dos familias enfrentadas, los Stark y los Lannister… no, espera, eso es otra cosa. Los Atreides y los Harkonnen. Los Atreides tienen su dominio en Caladan, un planeta donde el agua es abundante, con amplios mares y donde el poder está en el agua y el viento. Los Harkonnen dominan un mundo apagado, bajo el eufónico nombre de Giedi Prime. Pero ninguno de esos planetas tiene el peso dentro del Imperio que tiene Arrakis, también conocido como Dune. Y es que es Arrakis el planeta en el que se genera el elemento más importante de todo el universo: la Especia Melange, una especia muy apañada que lo mismo te prolonga la vida, que expande tu conciencia, que dobla el espacio, permitiendo los viajes espaciales de la Cofradía. Durante largo tiempo, Dune ha sido un feudo Harkonnen, pero por algún motivo, al principio de la novela, descubrimos que el Emperador ha decidido transferir este mundo a la influencia de los Atreides, a la familia condal formada por el Conde Leto Atreides, su concubina Dama Jessica, y el hijo de ambos, el joven Paul Atreides, que desde el principio parece llamado a un gran destino, pues cumple varias profecías de la secta femenina de las Bene Geserit, a las que pertenece su propia madre, Dama Jessica.
                Hay otros personajes relacionados con la Casa Atreides: el maestro guerrero Gurney Halleck; el doctor Yueh; el explorador Duncan Idaho; el mentat (personas evolucionadas para disponer de unas mentes robóticas, capaces de  predecir el futuro examinando los datos que tienen a su disposición) Thufir Hawat… Y todos ellos tienen su papel en el viaje de los Atreides a Arrakis, el planeta desierto, donde jamás llueve y todo está cubierto de arena y donde la mayor amenaza junto a la falta absoluta de agua que obliga a los residentes a reciclar sus propios desechos, son unos gigantescos gusanos de kilómetros de largo, capaces de devorar de un solo bocado la maquinaria que los hombres utilizan para conseguir la especia. Y además de gusanos en Dune, están los Fremen, obviamente inspirados en los beduinos del desierto, los hombres y mujeres del desierto. Frente a la Casa Atreides, están los antiguos señores de Dune, los Harkonnen, dirigidos por el obeso y manipulador Barón Vladimir Harkonnen, que necesita aparatos antigravitacionales para sostener su masa; acompañado de sus sobrinos, el viejo gobernador de Dune, Rabban la Bestia, y el joven efebo favorito del homoerótico Vladimir, Feyd-Rautha Harkonnen. Con ellos, su mentat, el cruel Piter de Vries… y un traidor dentro de la Casa Atreides.
                Con este planteamiento, Herbert se lanza a crear un mosaico de historias y personajes, con Paul Atreides en el centro, y donde el resto de los personajes e historias se van entrecruzando para crear una saga que rebasa el terreno de la épica para caer en el mundo de la introspección. A través de Dune y sus personajes, el escritor nos habla de política y religión, de filosofía, nos habla de profecías, de la salvación, e incluso versiona creencias católicas y musulmanas, la venida de un Mesías (incluso toma terminología islámica al hablar en algún momento del Mahdi, nombre que se da en el Islam a un posible mesías futuro), al que los Fremen llaman el Lisan al-Ghaib (nombre también de influencias árabes). Profecías de unos y otros coinciden en Paul Atreides, que muestra extrañas habilidades. Y Herbert no cae en lo fácil (es decir, no lanza rayos por los ojos ni nada parecido), sino que otorga a Paul Muad´Dib (como le llamarán en algún momento de la novela) la extraña capacidad de expandir su conciencia, su conocimiento, su visión del futuro; facultades difíciles de explicar pero que Herbert consigue hacer verosímiles e interesantes.
                Como he dicho antes, Dune es un libro que trasciende la épica y entre en terrenos más complejos, los de la Ciencia-Ficción pre Guerra de las Galaxias, aquella que más de vivir de narraciones visuales, servía para llevar la imaginación de lector y escritor a niveles inimaginables. El desarrollo de personajes es impresionante, aunque Herbert, conscientemente o no, hace algo realmente difícil: que no puedas empatizar con ningún personaje, al menos en mi caso. Y no sé si es bueno o malo… pero me ha encantado.
                ¡Muchas gracias a todos los que me lo habéis recomendado! ¡Estoy en deuda con vosotros!

4 comentarios:

Mavado dijo...

Libraco. El único que me he leido dos veces... pero claro, es que la película me encanta... Y la serie, está aún por ver. ¡Excelente post!

Tomás Sendarrubias dijo...

¡Cuando quieras nos ponemos con la serie y hacemos el post conjunto!

Edward T. Knack dijo...

Magnífica entrada Tomás, para uno de esos libros imprescindibles. Por cierto, ya que he visto que mencionas el Ilion de San Simmons; ¿has leído ya Hiperión y La Caída de Hiperión? Si la respuesta es no, ya estás tardando. ;-)

Tomás Sendarrubias dijo...

Los Cantos de Hyperion debidamente leídos de principio a fin. Hyperion, la Caída de Hyperion, Endymion y El Ascenso de Endymion. Impresionantes.