Hoy tocaría hablar de historia, que me queda por terminar la historia de los Cátaros, pero mis herejes preferidos tendrán que esperar un poquito, ya que hay un tema del que quiero hablar, y quiero que sea antes del Martes, o sea, antes del partido de vuelta de Semifinales de Champions League. Y claro, como podéis suponer, hoy toca hablar de fútbol en el Iconocronos.
Si hace no muchos años alguien me hubiera dicho que iba a terminar escribiendo un post sobre fútbol en mi blog (vale, alguien que hubiera sabido que iba a hacerme con mi propio blog) me hubiera dado la risa. Y luego hubiera dicho “¡Anda ya!”. Nunca me he definido como futbolero. Barça, Madrid, Atlético… me daba todo bastante igual, no dedicaba ni un momento de mis pensamientos a ello. ¿Qué se jugaba la Liga? Pues estupendo. ¿Final de Champions? Que bien. ¿El Mundial? Por Dios, fútbol a todas horas, que pesadilla. Y era un desinterés personal, en mi casa de toda la vida, mi hermano ha sido un auténtico fanático del fútbol, y como es previsible, madridista. Pero madridista, madridista. Claro, eso quiere decir que, de crío, me he criado viendo los partidos del Real Madrid (legendarios los Real Madrid-Milan de los años Ochenta, por ejemplo). Podría decirse que a nivel futbolístico, mis recuerdos son los del Real Madrid de la Quinta del Buitre, de Hugo Sánchez, Michel, Butragueño y demás. Y sin embargo, nunca conseguí encajar demasiado bien con el “espíritu” del Real Madrid. No sé, había algo que me repelía, no puedo definirlo. Pero vamos, que era algo que me pasaba con el fútbol en general.
Más adelante, en el Instituto, por tocar un poco las pelotas en el entorno, cuando me preguntaban “¿De qué equipo eres?”, yo decía “del Barça”. Y realmente, era una cuestión contracultural, por así decirlo. Vamos, por llevar la contraria. Seguía sin llamarme la atención el fútbol. Así que nada, digamos que era culé… pero tangencialmente, así como de rebote.
Todo cambió no hace mucho. Todo empezó en el Mundial de 2006. El azar quiso que en varias ocasiones no echaran nada interesante en la tele, y terminara viendo los partidos que echaban en ese momento. No recuerdo muy bien cuales, sí que me llamó especialmente la atención uno de Suecia, que se me hizo muy entretenido. Pero el remate vino con la Eurocopa de 2008. Por aquello de ir con los amigos a ver los partidos, el ver como España iba avanzando pasos, se me abrió un mundo nuevo, un mundo en el que conseguí entender por fin por qué la gente enloquecía por esos colores, por lo que ocurría en 90 minutos en un campo de césped y por la idea de pegarle patadas a un balón y meterlo entre tres palos. Entendí la pasión por el fútbol, y por primera vez, la compartí. Y hubo algo que me fascinó en esa Eurocopa. Bueno, más que algo, alguien, dos nombres propios: Xavi Hernández y Carles Puyol. Dos jugadores como la copa de un pino que, mira por donde, jugaban en el Barça al que yo me había acercado de forma parcial años atrás. Podría haber dicho lo lógico, que supongo que hubiera sido “Ah, pues ahora me gusta el fútbol, habrá que apoyar al Madrid, que para algo vivo donde vivo…”, pero el rechinar que me producía el Real Madrid no había menguado con los años (al contrario, cada vez me daba más dentera), y… qué coño, empecé a ver el fútbol del Barça. Así que, una vez sintiendo finalmente la pasión del fútbol, descubrí que realmente eran el azul y el rojo los colores que me encendían. De pronto, me vi a mi mismo diciendo, desde el fondo del corazón, y encima con la fe del converso, “Soy del Barça”.
¿Por qué toda esta historia? Porque no hace mucho que he empezado a ver partidos, porque no hace mucho que tengo experiencia “futbolera”, porque no hace mucho siquiera que he empezado a entender reglamentos o a conocer jugadores. Vamos, porque aún me considero neonato en todo esto, y sin embargo, voy a tener el atrevimiento de abrir la Caja de los Truenos, y hablar de fútbol en mi blog. Porque como se suele decir, tengo que compensar la experiencia con entusiasmo. Y porque aunque efectivamente, no he vivido mucho este tipo de situaciones… hay algo que sí que tengo, que es una gran capacidad de investigación histórica… y la perspectiva del tiempo.
Aunque he dicho antes que, por algún motivo indefinible, el Real Madrid siempre me ha dado dentera, no puedo evitar tenerles un gran respeto. No como institución, sino como equipo, como uno de los más grandes equipos de futbol de la historia. Sí, ya no están Michel o Laudrup, los jugadores de cuando yo era un mico, pero continúa teniendo un panteón de grandes jugadores (los galácticos, las Estrellas de la Vía Merengue) que han demostrado su grandeza en decenas de ocasiones. Hablo, por supuesto, de Íker y de Xabi Alonso, además por supuesto, de los llegados a golpe de talonario, sean más o menos útiles para el equipo, desde el ídolo de masas, Cristiano Ronaldo a DiMaría, pasando por Kaká o Benzemá. Por eso me da tanta pena ver al equipo blanco en manos de… bueno, de Mourinho. Y me apena mucho ver en lo que el portugués está convirtiendo la Casa Blanca. Por suerte, el partido del otro día, el tercero de cuatro, ha servido para que muchos se den cuenta del peligro que tiene este señor (ante todo, respeto) en el vestuario del Real Madrid. Lo he oído de boca de madridistas en el gimnasio, en el curro… y me alegro, porque quiero que cuando el Barça se enfrente al Madrid, haya épica. Quiero que sus partidos sean leyenda. No quiero vivir la vergüenza ajena de ver lo que Mourinho está haciendo con el equipo de las estrellas, quiero sentir el miedo de tener enfrente a un equipo capaz de encarar al Barça. Porque dos rivales solo crecen cuando existe verdadera igualdad de condiciones entre uno y otro, porque no quiero vivir en el futbol un futuro que me recuerde a los años 90, en los que Marvel superó de tal forma a DC que la calidad dejó de importar. Para que haya héroes, tiene que haber antagonistas a la altura.
Y el mejor ejemplo, es el partido del otro día. Ante un Real Madrid cuyo planteamiento de juego era el del Villaconejos (con todo mi respeto al Villaconejos) convirtió al Barça en algo apenas superior al Tomelloso (de nuevo, todo mi respeto al Tomelloso). No es digno del Real Madrid jugar al pelotazo. No es digno del Real Madrid jugar a dejar la pelota en manos de su rival esperando que cometa un error, con más de la mitad del equipo colgando de la portería como murciélagos. No es digno de sus jugadores verse obligados a eso, la pataleta de Ronaldo, rodeado de jugadores del Barça y viendo que nadie le apoyaba en ataque, es un ejemplo de ello. Y que en un equipo donde jugadores GRANDES como Xabi Alonso y Ozil desaparezcan prácticamente del campo, absorbidos por un planteamiento de juego que se les queda pequeño, no me parece digno. Y me da una inmensa rabia que expulsasen a Pepe el otro día, porque es la excusa perfecta para justificar la derrota, sin una pizca de autoanálisis. La culpa es de otro, perfecto.
He oído de todo sobre la tarjeta de Pepe, sobre lo justa o injusta que es. Pero es el problema de convertir a Pepe (qué no se nos olvide en ningún momento quién es Pepe, por favor) en el emblema del sistema de juego de Mourinho. Pepe (al igual que Dani Alves, ojo), es un jugador que se mueve en el filo de la navaja, que juega con fuego continuamente, bordeando el límite de lo legal y no ilegal. Y cuando juegas así, corres el riesgo de quemarte. El reglamento indica que provocar juego brusco grave es motivo de expulsión, y la entrada de Pepe, con los tacos por delante es juego brusco y grave (vamos, si le engancha bien la pierna a Alves le parte la tibia). Pero aunque solo hubiera sido Amarilla, el Madrid de Mourinho podría haberse quedado aún con menos gente. Mano de Sergio Ramos (amarilla) + la falta que le hizo a Messi y por la que vio tarjeta= Roja. El pisotón de Marcelo a Pedrito, que los señores de TeleEspe en un alarde de su consabida imparcialidad (no solo futbolística) se empeñaron en negar, otra tarjeta. Adebayor dio sendos manotazos en la cara a Puyol y a Busquets. Si se hubieran traducido en tarjetas, otro fuera. Y bueno, Arbeloa en la banda con instrucción, parece ser, de golpear todo lo posible a quien se le acercara. Este video lo dejo por si alguno ha olvidado como las gasta Pepe.
La respuesta a esto es “teatro”. Y que Guardiola utilizó un vídeo con previas agresiones del Madrid, no vistas por el árbitro pero sí captadas por las cámaras. Y las hay: agarrones, patadas, codazos… Como las habrá del otro lado, por supuesto. Pues aquí, lo siento mucho. Si es lícito salir a dar golpes, es lícito salir a fingir que los has recibido. Si no hay golpes, no hay teatro. Crudo y simple. Y no me vale (a mi, es una opinión personal) lo de “el fútbol es un deporte de contacto”, o las declaraciones vergonzosas de Adebayor hablando de que “el fútbol es un deporte de hombres”. Pisar a un señor que está en el suelo o ir a partirle la tibia a otro, no es ni de contacto ni de hombres, al menos no de hombres civilizados. Es agresivo. Y cuando hay agresiones, hay tarjetas. ¿Y por qué hay agresiones? Porque el planteamiento de cerrojo y cesión del balón lo favorece. Cuando el otro tiene continuamente la pelota y se te acerca, vale todo para pararle. Y quizá Arbeloa, Pepe y Adebayor se sientan cómodos con este juego, pero es obvio que el resto del equipo… como poco, a gusto no están.
Pero en fin, los resultados son los resultados (ey, al igual que vale para la Final de Copa del Rey y “sí, el Barça estuvo muy bien en la segunda parte pero el partido lo gana el que marca” vale para este partido también ), y en esta ocasión los goles (dos goles como dos soles, indiscutibles) de Messi hicieron que ganara el Barça. ¿Qué la expulsión de Pepe lo hizo más fácil? Sí. ¿Qué si no hubieran echado a Pepe el Barça no hubiera ganado? Pues no lo sé, no tengo el poder de ver dimensiones alternativas. Pero me pregunto otra cosa. Si no hubieran echado a Pepe, ¿hubiera ganado el Madrid? Errr… sigo sin ver dimensiones alternativas, pero no es lo que el Madrid parecía buscar. Y también es triste que todo un Real Madrid considere que un empate a 0 en casa es un resultado deseable.
El partido acaba… y empieza la rave. Un festival de declaraciones preparadas obviamente por Mourinho desde mucho antes de entrar en la rueda de prensa, el tío se había aprendido los árbitros que habían pitado al Barça en los últimos años. Ataca al Barça (bien, vale). A Villar (bueno, vale). ¿A Unicef? ¡Tío, de qué vas! Por supuesto, el árbitro con el apellido más friki del mundo, Wolfgang Stark es el Anticristo, y el Barça solo gana por las ayudas arbitrales (claro, tener a jugadores de la categoría de Piqué, Puyol, Xavi Hernández, Villa, Messi, Iniesta… no cuenta) y se le olvida su propia trayectoria, esa Champions ganada por el Porto que le implicó en un caso de corrupción futbolística con el curioso nombre de “Silbato de oro” por ayudas arbitrales. O más cerca, con el Milan y el Barça y el más que cuestionable arbitraje de su amigo Benquerença (ey, tiene un apellido precioso, muy eufónico). Pero ese no cuenta, que barría para casa. En fin, la memoria humana es muy corta y algunas personas carecen de capacidad de autocrítica. Pero las declaraciones de Mourinho estuvieron por completo fuera de lugar, hasta el punto de que la UEFA decidió actuar de oficio.
¿Qué una vez que la UEFA había actuado así el Barça podría haberse ahorrado su denuncia privada porque es echar más leña a un fuego en el que el único que se siente cómodo es la persona que lo ha generado? Sí. Eso sí, que el Real Madrid denuncie al Barça como respuesta… Alguien no se ha dado cuenta de que el partido ha acabado, y siguen jugando a la contra. En fin, en los próximos días (6 de Mayo si no me equivoco) la UEFA se pronunciará, y con un poco de suerte, se pondrá algo de cordura en este asunto. Pero dará un poco igual, porque el día 3 es el partido de vuelta en Camp Barça y los ánimos van a estar caldeados en extremo; y en estas ocasiones, quien pierde, es el fútbol.
En fin, solo espero que antes de que sea demasiado tarde, alguien de la Casa Blanca se de cuenta de tienen al enemigo en casa. Y espero que sea antes de que el Real Madrid pase de ser un equipo histórico a un equipo histérico.