Como llevo unos días dándole mucha tralla a mi Alter Ego (por aquello de que es del Madrid y Mourinho no es precisamente mi mejor amigo) y desde el día de la Supercopa, estamos como más exaltados, el otro día me pidió que le dedicara algún día un post a uno de sus personajes históricos favoritos, el inefable César Borgia. Y bueno, como en esa batalla parece que vamos a seguir mucho tiempo, por lo menos por aquí la hago un poco feliz…
Lo primero, a la hora de hablar de César Borgia, decir que no habrá historiador, novelista, periodista ni vidente que sea nunca capaz de llegar a comprender por completo a este personaje. Quizá esto pueda parecer una perogrullada, es imposible que lleguemos a entender del todo todas las motivaciones de ningún personaje histórico, y todo lo que sabemos se basa muchas veces en suponibles, pero en el caso de César… esto es especialmente llamativo y casi flagrante, debido a la leyenda negra que ha rodeado a su familia, “la primera familia del Crimen”, en palabras de Mario Puzo: los Borgia. Durante siglos, la atención de las masas se centró en su hermana, la denostada Lucrecia Borgia, pero en los últimos años, César ha ido cobrando cada vez un mayor protagonismo en estudios e imaginario popular. Este valenciano hijo de un Papa, llegó a ser Duque del Valentinado, Príncipe de Romaña, Príncipe de Andria y Venafro, Conde de Dyois, Señor de Piombino, Señor de Camerino, Señor de Urbino, Cardenal, Gonfaloniero y General de la Iglesia Católica, Arzobispo de Valencia y Obispo de Pamplona. Sí, no tiene los títulos de la duquesa de Alba, pero son unos pocos, ¿no?
César nació el 13 de Septiembre de 1475, en Roma, donde su familia, de origen valenciano, se había establecido en los tiempos de su tío abuelo, el Cardenal Alonso Borja, que se habría convertido en Papa bajo el nombre de Calisto III. El padre de César era el Cardenal Rodrigo Borgia (Borja, italianizado), y su madre, una romana, Vannozza de Catanei, amante “oficial” del Cardenal Borgia, que para cuando nació César, ya le había dado un hijo al Cardenal, que habría muerto al mes de vida. En los siguientes años, Vannozza le daría otros tres hijos a Rodrigo: Juan, duque de Gandía; la archiconocida Lucrecia, y el pequeño Jofré. Desde pequeño, César ya fue un joven atractivo y seductor, muy unido a su hermana Lucrecia, con quien fue encomendado al cuidado de Adriana de Milá, familiar de Rodrigo. Como segundo hijo de la familia (pese a la muerte del primogénito), según las tradiciones de la época, César estaba llamado al servicio de la Iglesia, y como tal, pese a su rechazo, estudiaría teología y leyes en la Universidad de Perugia, y en 1491, con dieciséis años, era nombrado Obispo de Pamplona.
El destino de toda su familia cambiaría cuando el 25 de Julio de 1492 moría Inocencio VIII, Papa de origen romano, y el Colegio Cardenalicio comenzase a buscar un sucesor. El elegido tras varias votaciones sería Rodrigo Borgia, que ocuparía la Cátedra de San Pedro en la mañana del 11 de Agosto de 1492, con el nombre de Alejandro VI. Los cardenales más pro-italianos(los representantes de las familias Della Rovere, Piccolomini, Medici, Caraffa, Costa, Basso, Zeno y Cibó) se opusieron a este nombramiento, para el que sería decisivo el apoyo del milanés Ascanio Sforza. Una de las primeras acciones del nuevo Papa Alejandro VI sería nombrar a su hijo César Cardenal de Valencia, lo que le otorgaba un puesto en el Colegio Cardenalicio; mientras que su hermano Juan se convertía en Gonfaloniero de Roma, Capitán General de los Ejércitos de la Iglesia.
Alejandro VI y su familia se alzaron al poder en Roma en un momento internacionalmente complicado. El rey francés, Carlos VIII, trataba de hacer sus derechos sobre el Reino de Nápoles, dominado desde hacía años por una rama de la Casa de Aragón, y en su camino, Carlos VIII no dudó en amenazar Roma. Aunque las gestiones diplomáticas del Papa (tras una desastrosa batalla en la que los ejércitos vaticanos fueron escandalosamente derrotados y en la que Juan Borgia demostró sobradamente su ineficacia) salvaron la ciudad, Carlos VIII respetó Roma, sin cesar en sus pretensiones sobre Nápoles, y para asegurarse que no dejaba enemigos a sus espaldas, el Rey de Francia solicitó rehenes al Pontificado (una práctica muy habitual durante la Edad Media y el Renacimiento). César se convirtió en rehén del rey de Francia, aunque aquí Carlos VIII demostró haber mordido más de lo que podía asumir, y César Borgia pronto escapó del Rey, aunque Alejandro VI respetó su palabra. Finalmente, la invasión francesa terminaría siendo infructuosa, y Nápoles continuaría vinculada a la Corona Española.
En 1497, Juan Borgia aparecía muerto en el Tíber, asesinado. La controversia llegó cuando el propio Papa ordenó detener las investigaciones sobre la muerte de su hijo. Todas las miradas se dirigieron a César, que ansiaba públicamente el puesto de su hermano. Y de hecho, lo consiguió. Tras la muerte de Juan, César fue nombrado Gonfaloniero y Capitán de los Ejércitos de la Iglesia, y finalmente, en 1498, abandonó la carrera eclesiástica, convirtiéndose en el primer hombre en la historia en dimitir de un puesto cardenalicio. Aunque las alianzas tradicionales de Alejandro VI le orientaban hacia los Reyes Católicos en general y la monarquía aragonesa en particular, César fue más allá, y cortejó las atenciones del Rey de Francia, que en 1498, para tratar de atraer las atenciones del Papa hacia su reino, le concedió a César Borgia el Ducado del Valentinado (lo que le ganó a César el sobrenombre de “Valentino”). Y fue en Francia donde encontraría a su esposa, Carlota d´Albret, hermana de rey consorte de Navarra, Juan d´Albret, esposo de la reina de Navarra, Catalina de Foix (hay que tener en cuenta que el Reino de Navarra, dividido en la Alta Navarra, al sur de los Pirineos, y la Baja Navarra, al Norte de los Pirineos, era un reino independiente tanto de Francia como de los Reyes Católicos, aunque Fernando el Católico conquistaría la Alta Navarra en 1512 y la Baja Navarra se terminó incorporando al reino de Francia). Como Duque del Valentinado, César colaboró con los franceses en su asalto a Milán; y poco después, guió a las huestes papales a la conquista de la Romaña, un dominio del centro de Italia que no rendía pleitesía al Papado, y del que César se convirtió en Príncipe, tras expulsar a Caterina Sforza de Forli, de la misma dinastía que había gobernado Milán… aunque por azares del destino, Caterina Sforza terminaría siendo la amante de César Borgia, hasta que éste la recluyera en Sant´Angelo. Pesaro, Urbino, Faenza, Imola… seguirían el camino de la Romaña, cayendo en manos del genio militar de César y sus generales, entre los que destacaría el valenciano Miguel Corella, conocido en Italia como “Don Micheletto”. Con estas conquistas, conseguiría, como ya hemos dicho, formar el Ducado de la Gran Romaña, en la Italia Central, que Alejandro VI convertiría en la base de lo que luego serían los Estados Pontificios. El carácter de César queda retratado cuando en 1502, una serie de capitanes florentinos y boloñeses se revolvieron contra él por falta de pagos, y en lo que iba a ser un acto de conciliación, César los pasó a todos por la espada, dejando claro cuál iba a ser su posición ante lo que él consideraba “traidores”.
Muy poco después, en 1503, Alejandro VI moría, y su muerte venía acompañada de rumores de envenenamiento, un envenenamiento al que César podría haber sobrevivido por su mayor fuerza y salud. El nuevo Papa, Francesco Todeschini, que ocuparía el Solio Pontificio como Pío III, ordenaría de inmediato el aprisionamiento de César, pero sería un Papa breve, pues moriría sólo veintitrés días después de su nombramiento, para ser sustituido por el enemigo declarado de los Borgia, el cardenal Giuliano della Rovere, nombrado Papa Julio II. De inmediato, Julio II proyectó el odio que había acumulado contra los Borgia durante años en César, y ordenó su entrega al Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, para que fuera llevado a Castilla. Así se haría, y sería encerrado en el Castillo de la Mota, en Medina del Campo.
De nuevo, no habían contado con lo que César era capaz, y protagonizó una fuga de película, aunque consiguió huir aunque Juana I de Castilla (o sea, Juana la Loca), puso precio a su cabeza (el precio de su alianza con Francia). Tras un complicado periplo, César conseguiría llegar a Pamplona, donde sería recibido por su cuñado, Juan d´Albret, que le nombra general de los ejércitos del reino, que en aquellos momentos, tenía un conflicto interno con el Condestable del Reino, el Conde de Lerín. Dentro de este conflicto, César fue enviado a tomar la plaza rebelde de Viana, donde finalmente moriría el 12 de Marzo de 1507, víctima de una emboscada traicionera por parte de tres de los hombres del Conde de Lerín. César sería enterrado finalmente en la Iglesia de Santa María de Viana, aunque a mediados del XVI, el Obispo de Calahorra decidió que un personaje de la calaña del Borgia no debía estar en suelo consagrado, así que lo desenterró, destruyendo el mausoleo, y lo enterró en plena calle frente a la Iglesia, para que fuera “pisoteado” por las gentes y las bestias de Viana. Sólo en 2007, con motivo del 500 aniversario de su muerte, el Arzobispo de Pamplona autorizó el regreso del Borgia al interior de la Iglesia, donde se encuentra hoy.
Sin embargo, el linaje de César no acabaría ahí. Su hija, Luisa Borgia-d´Albret, duquesa del Valentinado, se casaría en segundas nupcias (su primera boda sería con el Gobernador de Borgoña) con el Señor de Busset, Felipe de Borbón… y no hace falta que explique aquí hasta donde llegaría esta familia… Y su imagen en el tiempo, ha quedado inmortalizada por la admiración que despertó en Nicolás de Maquiavelo, el escritor florentino autor de El Príncipe, que lo utilizaría como modelo para su obra, junto a Fernando de Aragón.
Desde luego, un personaje de los que hacen historia viva.