Como
pasa el tiempo. Hace ya casi un mes que estuvimos en Asturias, y parece que fue
ayer… Como ya os comenté por aquí, el viaje dio bastante de sí, y si en el
primer post que dediqué a nuestro periplo asturiano me centré en Lastres y la
zona en la que teníamos el hotel, hoy voy a hablaros del día que dedicamos a
viajar al interior de Asturias, a los Picos de Europa y la cuenca del Río
Sella.
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La
mañana comenzó tempranito, como comenzaban todas en Asturias, y con un buen
desayuno antes de que Marco se pusiera al volante para dirigirnos a Covadonga,
donde cogeríamos el autobús que se adentra en el Parque Nacional de los Picos
de Europa. Aunque salimos con tiempo, lo cierto es que finalmente llegamos
justo a tiempo a coger el autobús. Y la verdad es que el camino mereció la
pena. La carretera que se dirige desde Lastres a Covadonga transcurre en gran
parte en paralelo al Sella, al lado de parajes boscosos y con puentes que
cruzan el río y que parecen sacados de una película de aventuras… y que
tiemblan mucho, mucho más de lo que parece a primera vista. Como curiosidad,
deciros que en el camino se pasa por Fríes, el que debe ser uno de los pueblos
más pequeños de España, apenas un par de casas y un molino abandonados en una
curva de la carretera junto a una cascada.
Cuando
llegamos a Covadonga, apenas nos dio tiempo a echar un vistazo al entorno de la
basílica antes de subir corriendo al autobús que sube al Parque Nacional de los
Picos de Europa. La noche anterior habíamos barajado la posibilidad de subir en
coche, pero finalmente la descartamos, y debo decir que fue todo un acierto. Y
para todo el que lea esto, os recomiendo subir en autobús. Bueno, de hecho, en
temporada alta, está prohibido subir en coche, y hay autobuses cada quince
minutos, que hacen cuatro paradas en cuatro parkings diferentes en el trayecto
antes de que el camino empiece a ponerse complicado. Y es que es muy
complicado, muchas curvas y contracurvas al lado de grandes desfiladeros, un
camino estrecho por el que en algunos puntos es imposible que entren dos
coches, y el problema añadido de que se trata de una zona de pastoreo, y las
vacas la dominan por completo, así, como suena. Parece ser que tienen debilidad
por tumbarse en la carretera, y no creáis que se asustan porque llegue un
coche, un autobús, o una docena de ellos. Así que nada, en autobús, que los
conductores ya tienen experiencia y conocen el camino, y además así todo el
mundo puede relajarse y disfrutar del paisaje, digno de El Señor de los Anillos. Y es que el paisaje de los Picos de Europa
tiene ese “algo” mágico que parecen tener algunos lugares, y que parece ser más
fácil de encontrar en Asturias. Grandes prados, árboles centenarios, grandes
peñascos, y silencio, roto solo por el canto de los pájaros de vez en cuando.
Tras
unos tres cuartos de hora de camino, y después de una primera perspectiva desde
la carretera del Lago Enol, uno de los dos grandes lagos del parque nacional,
el autobús nos dejó en una parada donde iniciaba la ruta de senderismo. Mapa en
mano, y aprovechando que estaba medio nubladito, con lo que no hacía demasiado
calor, cogimos una de las “rutas cortas” (que bien está lo de pasear, pero sin
excesos), que en aproximadamente hora y media te permite ver una parte
llamativa del Parque Nacional, ya que la ruta transcurre entre los dos lagos,
el Enol y el Ercina, dos lagos de formación glaciar y que forman parte de un
paraje absolutamente encantador. Mención especial merece el Mirador del
Príncipe, desde el que se puede disfrutar de una espectacular vista de un enorme
prado de formación lacustre antes de continuar en dirección al lago Ercina y
las “vaques” que junto a él se encuentran. La verdad es que el paseíto por
Picos de Europa fue uno de los mejores momentos del viaje, a pesar de que más o
menos a mitad de camino, el sol venció a las nubes, y la temperatura, hasta ese
momento muy agradable, subió bastante. El caso es que volvimos al autobús a
tiempo de no tener que esperar una hora, y volvimos a Covadonga, donde
finalmente pudimos realizar una visita a la basílica y a la cueva antes de
comer. La basílica de Covadonga es una iglesia sencilla, más llamativa en el
exterior que en el interior, y sobre todo impresionante por el lugar en el que
se encuentra, y no muy lejos (se puede llegar por un pasillo desde la basílica
sin necesidad de subir unas terribles escaleras), está la cueva en la que,
además de estar enterrado Don Pelayo, está la imagen de la Santina, la Virgen
de Covadonga. Este es un lugar que respira historia, aquí fue donde el noble
visigodo Don Pelayo hizo frente a los musulmanes de al-Qama, el enviado del
gobernador Munuza, que dominaba la zona de Asturias desde Gijón, después de que
los astures reunidos en Cangas se negaran a pagar los tributos que los
musulmanes exigían. Si hablamos de Covadonga como batalla o como mera refriega,
si creemos o no que ese lugar y esa batalla con el punto de nacimiento de
España como tal, realmente da igual. Sea como sea, el sitio es impresionante.
Después
de comer en un merendero cercano, aún nos dio tiempo a pasar por Cangas de
Onís, donde se encuentra uno de los lugares más emblemáticos de Asturias, el
famoso puente romano de Cangas, del que cuelga la simbólica Cruz de la
Victoria. Los romanos sabían mucho de hacer puentes, de eso no hay duda… ahora,
de cruzarlos, no debían saber tanto, porque es para romperte los tobillos siete
veces. Eso sí, genial la perspectiva que da del Sella, que en ese lugar cuenta
con rápidos y saltos entre los árboles.
La
verdad es que el día cundió bastante, y como he comentado al principio, nos
permitió disfrutar de la Asturias más mágica y verde, y absolutamente genial.